"En el barrio le van a Canitas; así le dicen a AMLO"
Duró únicamente 2 horas la tregua tianguística en Tepito
Ampliar la imagen Sala de prensa en el Instituto Federal Electoral. Poco antes de las 20 horas el consejero presidente del organismo, Luis Carlos Ugalde (en la pantalla), emitió un mensaje, en el cual calificó de exitosa la jornada comicial e informó que se instalaron 99.94% de las casillas en todo el país Foto: José Antonio López
Tepito fue territorio libre de toda prohibición el día de las elecciones. La tregua de no vender chácharas en las calles apenas duró dos horas. Micheladas, cubas, etcétera, podían comprarse en cualquier esquina, y los narcomenudistas "trabajaron" igual que todos los días.
Pero muy temprano la fisonomía de Tepito -donde la gente dice que la "mayoría es pejejista" y que le va a Canitas (así bautizaron a Andrés Manuel López Obrador)- era otra.
"Un milagro", dijeron algunos, que sólo se da cada seis años o cada primero de enero y 25 de diciembre. En las calles no había gente, nada que comprar: los discos de cinco pesos, los tenis al mayoreo, la ropa de marca del cocodrilo a sólo 250 pesos. Algún barrendero recogía el tiradero de la noche anterior y uno que otro colono, afuera de algún local, miraba aquel paisaje solitario, poco visto.
Y es que, según explicaron, el director territorial de Tepito-Guerrero, Adolfo A. Savín, hizo pasar una circular a los comerciantes, en la cual les informó sobre una especie de tregua tianguística. Nadie debía vender en la calle, con motivo del 2 de julio. Sólo los comercios establecidos podían abrir sus locales.
Ante el asombro de muchos, a las 10 de la mañana la orden de la autoridad había sido totalmente acatada. Los techitos de hule amarillo que cubren Matamoros, Bartolomé de las Casas, Aztecas, Toltecas, Florida, etcétera, no tenían a nadie ni nada qué tapar, más que los puros fierros con que se arman los puestos.
A la misma hora, algunos vecinos como Andrés Loyo, de oficio zapatero, ya habían ido a sufragar. Todavía, dijo, "no hay nada qué festejar Posiblemente hoy, cuando ya estén bien los resultados. Yo voté por otro cambio. A ver si hoy puedo celebrar un pequeño convivio a salud de López Obrador", señaló gustoso.
A unas cuadras, frente a una casilla, la visitadora social María del Carmen Apolinar Moreno comentó que en Tepito "le van a Canitas. Así le pusieron a AMLO", comenta. Y ya desde entonces se decía lista para irse con sus cuates "pejejistas" a celebrar al Zócalo, pues, señaló, "como gobernante del Distrito Federal sí cumplió. Así que esperemos que se quede Canitas y le gane al peluchón de Felipe Calderón".
El edificio blanco, aquel famoso que comunica la calle de Matamoros con Bartolomé de las Casas, se había convertido en zona de casillas. Sin amontonarse pero con participación fluida, los votantes se ocultaban detrás de la mampara para colocar en secreto una gran equis sobre el cuadro del partido de su preferencia. Siempre vigilados por la Virgen de Guadalupe, desde cuyo altar observaba todo.
En varios pisos, corredores y tienditas los compradores y vendedores de droga no se abstuvieron de hacer sus intercambios en el edificio blanco. A unos metros de las urnas se percibía un tufillo muy particular. Y uno que otro, sigilosamente, entraba a los reducidos expendios por sus grapas.
En el patio de su casa, doña Chelo, "la de Tepito", estaba al pendiente de un par de chamacos que estaban bajo su cuidado. Los murmullos de los fierros, de las carpas de hule y de las cajas con mercancía comenzaron a oírse, interfiriendo en la plática de esa mujer de más de 70 años, quien arremete contra el sistema "corrupto, putrefacto, explotador". Por eso dice que desde los 8 años de edad está "en protesta franca y abierta", y simpatiza más con la izquierda.
Desde 1940 vive en el barrio y ha visto ir y venir a muchos. En esta ocasión, asegura, "el del PAN no pasó. López Obrador pasó y convivió con el pueblo, pero como los otros son de mucha etiqueta no. Su estatus no se los permite".
A las 12 del día aquello ya es un bullicio. El comercio ambulante está en todas las calles y cruceros, la gente compra de todo: tacos, tenis, prendedores, ropa, discos. Los comerciantes olvidan la tregua y hacen que aquello sea el tianguis de siempre. Rompen la abstención de no vender en la calle y todo vuelve a ser igual.
"¿Quién se mete con los bravos?" -preguntó uno de los vecinos.