Usted está aquí: lunes 3 de julio de 2006 Opinión Astillero

Astillero

Julio Hernández López

Soplos nocturnos

Cae la choza de lo virtual

La jugada del PRI

El paso delante de AMLO

El reino de lo virtual fue abatido ayer por la política real. Luego que en el transcurso del día se quiso instalar nuevamente una percepción inducida (meses atrás había sido la del "crecimiento" de Felipe Calderón, ayer la del "empate" entre los dos principales candidatos), ya de noche, en unos cuantos minutos vertiginosos, los montajes acordados cayeron cuando el PRI salió al escenario con una jugada letal para las pretensiones de entender las encuestas como verdad bíblica y cuando López Obrador decidió lanzarse al frente con la seguridad de que los datos electorales del día le estaban siendo regateados desde las alturas aliadas (Fox-Ugalde-Calderón).

Apenas había asomado su tierno rostro a la televisión el consejero presidente electoral para exhortar a los pícaros alumnos a respetar al maestro impuesto por la Maestra, cuando ya estaba en pantalla el Presidente de la República que ni siquiera ocultaba acuerdo y entendimiento con quien le había antecedido en el micrófono, el antedicho Ugalde, pues Vicente hablaba con soltura de lo que un segundo antes había dicho Luis Carlos con pretensiones de autonomía y libertad.

Pero el momento en que la choza de los tres cochinitos se vino abajo fue cuando llegó el soplo de la lobezna realidad: Andrés Manuel se plantó para asegurar que había ganado y exigió a las autoridades que dieran a conocer la verdad electoral hasta ese momento embargada. Y enseguida, oh, el hijo desobediente acabó de convertir los juguetitos de cocina marca FoxUgal en una gran caldera desfondada cuando se lanzó en carrera contrarreloj a tratar de competir con López Obrador. Cual simple lector de los resultados preliminares que minutos antes había dicho el aliado Ugalde que eran insuficientes para declarar triunfador, Felipillo se lanzó a reclamar para sí el triunfo fugitivo, barajando datos (¡otra vez!) de compañías encuestadoras amigas, hablando de su presunto triunfo con poca enjundia y una producción sudorífera delatora.

El doble golpe nocturno (la jugada desestabilizadora del PRI y el paso delante de López Obrador) borró la pretensión de los tres compadres (de iniciales F, U y C) de someter el proceso electoral a las reglas de las encuestadoras a modo y a la legalidad secuestrada. En el curso del día fue posible advertir las huellas de la desorganización electoral programada (que inhibió votación en zonas determinadas), del rasurado del padrón de sufragantes previamente detectados mediante las trampas de las falsas encuestas telefónicas, y del manejo dosificado y tendencioso de los resultados preliminares para aparentar una delantera calderónica que permitiera instalar la percepción de un empate a cuyo final acabaría siendo declarado ganador el jinete del continuismo.

Pero faltaron operadores duchos y decisión política enjundiosa. A la hora de la verdad -como en la historia del desafuero-, los estrategas del golpe cibernético-mediático se quedaron a medias: en lugar de irse con todo para implantar desde las ocho de la noche la idea del triunfo calderonista, pretendieron jugar al billar de fantasía y perdieron minutos, horas, que harán la diferencia. Primero trataron de ir preparando a la opinión pública para el felipazo previsto: como era de preverse, el PRD y sus coaligados habrían ganado el Distrito Federal, pero en Guanajuato, Jalisco y Morelos habría triunfado el panismo, así es que a nadie debería extrañar que en el curso de la noche se fueran dando resultados nacionales que abonaran el camino a la supuesta victoria del michoacano blanquiazul.

El PRI, sin embargo, elaboró una estrategia que le permitió convertir su derrota electoral en dorado fiel de la balanza. Cuando el propio PRD parecía entrampado, sin posibilidad a la vista de revertir el estancamiento cibernético-mediático, sin parecer rijoso o destemplado, apareció el tricolor para deslegitimar las pretensiones, ya entonces muy celebradas en medios electrónicos, de hacer que México amaneciera convertido en una Suiza electoral, en la que la voluntad de los votantes fuese hecha coincidir con los previos cálculos electorales y demoscópicos diseñados en los verdaderos centros de poder.

A partir de los minutos definitorios de anoche, el panorama electoral y político cambia radicalmente. López Obrador ha tomado la iniciativa y ha instaurado un camino de lucha intermedia que combinará la movilización política con el litigio electoral. Compulsar actas, verificar datos y analizar lo sucedido en ciertos distritos y regiones permitirá que asomen los resultados reales, sin que casas presidenciales, cuarteles partidistas o IFEs gordillistas escamoteen, oculten y manipulen electrónicamente las cifras. Felipe Calderón no pareciera anoche demasiado preparado para ese nuevo combate de velocidad (como en el caso Hildebrando, parecía anoche demasiado lento, forzado en la sonrisa, amargo en el gesto, sin el braceo de campaña y enigmáticamente sudoroso).

En el Distrito Federal, mientras tanto, se confirmó la tendencia electoral altamente favorable al PRD. Marcelo Ebrard será el nuevo jefe de Gobierno y con él arranca la carrera presidencial de 2012 (en lo inmediato habrá boda y, por lo visto hasta ahora en campaña, una edición local de las glorias de las parejas presidenciales). Demetrio Sodi podrá rápidamente integrarse a alguno de los 150 cargos remunerados de que dispondrá la comisión organizadora de los festejos de la Independencia y la Revolución. Y Beatriz Paredes quedará en la lista de aspirantes a presidir lo que vaya quedando del PRI.

Con injusticia centralista, poca atención se puso a lo que sucedía en entidades clave. En Jalisco, el cardenal Juan Sandoval Iñiguez, jefe de la ultraderecha mexicana, queda como virtual gobernador tras las sombras, con Emilio González Márquez como acólito y la PGR como beatitud suministradora de milagros judiciales, aprovechables en campaña contra el priísta Arturo Zamora. En Morelos la desgracia no termina y tal vez aumente, con otro iluminado de la fe, Marco Antonio Adame, cabeza también de parentelas que saben aprovechar el presupuesto (ya se platicará aquí de la cuñada incómoda) y en Guanajuato queda como gobernador Juan Manuel Oliva, quien dejó en el camino al Tío Javier Usabiaga y que brindará protección a Chente y Marta cuando deban embarcarse en su Ipiranga llamado rancho San Cristóbal.

¡Dos de julio , no se acaba! (cuando menos, hasta el próximo miércoles).

* Fax: 5605-2099 * [email protected] *

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.