Usted está aquí: martes 27 de junio de 2006 Política Elecciones e incertidumbre

Luis Hernández Navarro

Elecciones e incertidumbre

En la zona VIP del estadio de Hannover, durante el partido de futbol de México y Angola, dos hinchas ataviados con sombreros de color verde, blanco y rojo desplegaron una manta. En el extremo derecho de ella estaba estampada una foto de Andrés Manuel López Obrador tachada por un círculo rojo; en el derecho la bandera mexicana, y en medio un mensaje escrito: "Si gana el peje aca (sic) nos quedamos!"

El boleto para entrar a la zona elite costó 2 mil euros. La crónica de Pepe Díaz (Club Social, 23 de junio de 2006) describió el ambiente que los fanáticos mexicanos disfrutaron esa jornada en el VIP lounge. "Champagne, caviar y tres platillos excelentemente elaborados crearon una atmósfera limpia y lujosa. No podíamos pedir más, esto era lo nuestro."

La puntada de los juniors en Hannover circula desde hace meses en forma de broma. ¿Por qué los niños pirruris quieren que López Obrador gane las elecciones?, pregunta Pepito. Y responde: porque sus papás les dijeron que si sucedía se iban a vivir a Miami...

A lo mejor, por comentarios así es que el periódico The Washington Post aseguró que de ganar el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD) la emigración mexicana hacia Estados Unidos se va a incrementar.

La nota del diario estadunidense, reproducida con bombo y platillo en algunos medios nacionales, podría ser una broma similar a la que circula sobre los estudiantes de las escuelas para ricos. Pero no lo es. Al igual que las mantas contra el Peje, es el último eslabón de una beligerante campaña mediática, impulsada desde una parte de la sociedad civil y el mundo empresarial, en contra de López Obrador.

Es cierto. El comentario periodístico resultó ser una amarga ironía. Después de todo, cada año de la administración neoliberal de Vicente Fox han tratado de cruzar la frontera sin papeles casi medio millón de mexicanos. ¿De verdad se incrementará ese número si gana el abanderado del PRD? Más aún, impulsar la migración ha sido siempre un propósito explícito de los funcionarios neoliberales. Sin ir más lejos, Luis Téllez, el ex subsecretario de Agricultura en tiempos de Carlos Salinas, tan querido por los círculos financieros de Wall Street, señalaba que la migración "es un fenómeno altamente deseable" y "condición indispensable para lograr la mejora gradual de las condiciones de vida de la población en general".

Los comicios del 2 de julio se han convertido así no sólo en una contienda entre dos proyectos de nación, sino en expresión de un fuerte conflicto de clases. Sectores muy importantes de trabajadores y marginados ven en la candidatura de López Obrador una esperanza para mejorar sus condiciones de vida. Y, por el contrario, parte muy significativa de las cúpulas empresariales están convencidas de que el Peje es una verdadera amenaza al modelo de país que quieren. El tono de las campañas electorales ha crispado fuertemente el clima político del país. Arriba y abajo, el rencor social circula con pasmosa rapidez.

Por más que los paladines de la democracia representativa aseguren que estamos instalados ya en la "normalidad democrática" existen, aun antes del 2 de julio, fuertes dudas de que la contienda electoral haya sido justa y equitativa. La compra y coacción de votos, sobre todo en las zonas rurales, sigue siendo una constante. El activismo del presidente Vicente Fox a favor de Felipe Calderón ha desequilibrado la contienda. La imparcialidad del Instituto Federal Electoral (IFE) está severamente cuestionada. Casi nadie cree que el dinero que los partidos han dicho haber invertido en las campañas es el que verdaderamente han gastado. La danza de las encuestas en las que un mes se eleva a las nubes al abanderdo del PAN para desinflarlo al siguiente no hace sino sumar desconfianza a la desconfianza. Si los resultados finales no son contundentes, el terreno para su impugnación está firmemente sembrado.

Los llamados de los candidatos a la distensión y a negociar una vez efectuados los comicios no frenarán el encono social. Nadie cree realmente que sea posible establecer gobiernos de unidad nacional. El descontento social no se puede manejar como un automóvil, el cual se hace avanzar o frenar a gusto del conductor. Abierta la válvula del rencor social es muy difícil cerrarla. Y las campañas electorales han abierto una vía de expresión al malestar social acumulado que se hará sentir después del 2 de julio.

De hecho, ese descontento ha atravesado las campañas electorales. La persistencia de presos políticos por la represión en Atenco y el no castigo a los responsables por la violaciones a los derechos humanos cometidas por las policías, el conflicto magisterial en Oaxaca, el paro en varias secciones del sindicato minero y las amenazas de una huelga de solidaridad de varios organismos gremiales a escasos días del 2 de julio generan turbulencias.

Ninguno de estos movimientos responde a una motivación electoral. Surgen de demandas justas. No apoyan a algún candidato en específico. Sin embargo, irrumpen en las elecciones y las utilizarán para hacerse escuchar. Pero, además, el "día después" esos problemas, junto a otros de naturaleza distinta, seguirán allí. Y si los resultados finales de los comicios son dudosos, crearán una mezcla explosiva de pronóstico reservado.

La verdadera zona de zozobra comenzará el 3 de julio. Entre esa fecha y el primero de diciembre se abre un interregno en la vida política del país, una ambigua zona gris, en la que el ganador tendrá que encarar, entre otras muchas cosas, un profundo malestar social.

 
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