Entre Ciudad Juárez y Atenco
Cuando las mujeres no cuentan
Retroceso es la palabra. Cuando más se habla de cambio, avance democrático y progreso, más y peores crímenes se cometen en México, y la represión institucional contra los de abajo deviene vejación pues agrega otras violencias a la de las balas, mientras tolera que verdaderos delincuentes (narcos, pedófilos, secuestradores, piratas financieros) hagan negocios a sus anchas e incluso dentro de las filas gubernamentales y cupulares. Entre las "nuevas" violencias destaca una, no renovada sino agravada: la que se practica contra las mujeres. Nunca antes hubo muertas de Juárez. Nunca antes hubo violadas en Atenco. Con una mezquindad vergonzosa (epitomizada en la funcionaria Alicia Pérez Duarte, fiscal de delitos contra la mujer de la Procuraduría General de la República) las autoridades regatean qué tanto es tantito, como está eso de que te violaron, mi reina, a ver, no me digas...
"En un país cuya cultura machista con frecuencia acusa a las mujeres de provocar a los que abusan de ellas, los predadores no temen a un sistema de justicia que en la pasada década no ha sabido proteger la vida de sus ciudadanos más vulnerables", escribe Cristina Kostópulos-Cooperman sobre ciudad Juárez. "Los restos de estas jóvenes siguen apareciendo regados por el desierto, en baldíos urbanos y zanjas junto a los caminos, y sus asesinos nunca son detectados por las patrullas."
En su prólogo a Secretos en la arena de Marjorie Agosín (Nueva York, 2006), la autora describe suscintamente Juárez: "Es la ciudad más grande de Chihuahua, un municipio dedicado a la manufactura, con 2.1 millones de residentes. Hacia 1865 fue capital del gobierno mexicano, y recibió su nombre actual en recuerdo de Benito Juárez, quien dirigió desde ahí la resistencia contra la ocupación francesa. Ha sido la puerta entre el norte y el sur durante más de tres siglos, y al iniciar los años noventa encarnó las promesas del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, que creó 1.2 millones de trabajos, 250 mil tan sólo en Juárez.
"Oleadas de migrantes inundan sus calles buscando empleo en una industria que no necesita más mano de obra ni emplea a toda esa gente que dejó atrás una vida de miseria en busca de una mejor condición. Muchos son campesinos pobres. Miles son mujeres y muchachas que sólo han trabajado en tareas domésticas. Las condiciones de vida para la mayoría de los migrantes son desgraciadas" añade la traductora, catedrática y directora del Programa de Estudios Latinoamericanos y del Caribe de la Universidad de Suffolk, Massachusetts. "Esa ciudad ha crecido más allá de sus posibilidades y su infrastructura no alcanza para la gran cantidad de migrantes. No da vivienda, educación ni atención adecuada a la población. Millares de residentes no tienen agua ni electricidad, y unos 1 500 kilómetros de calles están sin pavimentar.
"Aunque la inversión extranjera trajo prosperidad
a una región donde nunca la hubo, la globalización exacerba
la inestabilidad, particularmente en los poblados fronterizos, y ha creado
un 'nuevo' mercado de elementos indeseables que se alimentan de la vulnerabilidad
de los pobres. Al emplear a miles de jóvenes llegados y llegadas
de las regiones más empobrecidas de México, las maquiladoras
han dado pie a una verdadera revolución cultural. Un 60 por ciento
de trabajadores son mujeres, con un sueldo promedio de 55 dólares
a la semana (poco más de 600 pesos). Algunos observadores han sugerido
que al sumarse a la fuerza laboral, y ganar independencia social y financiera,
las mujeres y las jóvenes han acentuado los rasgos machistas en
la región, engendrando aún mayor violencia contra ellas".
De acuerdo con Guadalupe Ramírez, directora de una pequeña organización que sigue los casos de mujeres y niñas desaparecidas, "los hombres no respetan a las mujeres que salen a trabajar. Piensan que pueden asaltarlas, insultarlas, seguirlas y tocarlas" (citada por Molly E. Moore, "Pesadilla en la ciudad de los sueños" en The Washington Post). Según Kostópulos-Cooperman, abundan sospechas de que los asesinos "cruzan libremente la frontera con Texas y Nuevo México, pues viven y trabajan en Estados Unidos". Y apunta con azoro: "La ciudad de El Paso, vecina inmediata de Juárez, ha sido reconocida como las cuarta más segura de Estados Unidos". Ese contraste es el neoliberalismo: la ciudad más segura de allá y la ciudad más insegura de acá se tocan, arrojan su sombra una sobre la otra.
En los acontecimientos de Atenco, el comportamiento deliberado de la policía como horda al reprimir a la población civil tomando a las mujeres como botín de guerra revela una nueva dimensión del desprecio machista: mujer que lucha, que se defiende, no merece respeto sino manoseo, madriza, etcétera. En tanto, como señala Kostópulos-Cooperman para el caso de la ciudad del norte, "los políticos y líderes empresariales parecen más preocupados por la mercadotecnia y la imagen que por los derechos humanos elementales". Menciona a Víctor Valencia, vocero del congreso local de Chihuahua, quien "denunció públicamente a Los Tigres del Norte por promover su canción 'Las mujeres de Juárez', donde ridiculizan la reputación del estado y manchan la imagen de la ciudad".
No muy distinto ha sido el papel de la señora Pérez Duarte en el caso de Atenco (el nombre exacto de su cargo es: fiscal especial para la Atención de los Delitos Relacionados con Actos de Violencia contra las Mujeres). Dada su condición de mujer resulta especialmente patética su tácita pero denonada protección a los jefes: el vicealmirante Wilfrido Robledo Madrid, el secretario de Seguridad Pública Eduardo Medina Mora, el procurador Daniel Cabeza de Vaca, el gobernador Enrique Peña Nieto, el presidente Vicente Fox. ¿Qué tan impermeables al ridículo son a estas alturas todos los candidatos presidenciales, cuando el escándalo de Atenco es ya internacional? ¿A tragarnos la aspirina del Mundial de Futbol? ¿La inminente cruda poselectoral?
La violencia neoliberal no escatima argucias ni promocionales,
mucho menos discursos (o la ausencia de ellos, que es lo mismo): está
en todas partes. Las mujeres victimadas por su condición de mujeres
son la punta del hilo de una verdad que canta el notable trovador fronterizo
Alejandro Escovedo (de Austin, Texas): "Tú ves que los malvados
merodean en la frontera. Dicen que la muerte es la única paz que
el
pobre entiende". Lo de Juárez es un horror que incluye violencia
ilimitada, pornografía y snuff, tráfico de órganos,
impunidad judicial. Lo de Atenco es un procedimiento gubernamental para
debilitar la resistencia, meter miedo y violarlo todo, incluidas las leyes.