Usted está aquí: lunes 19 de junio de 2006 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

Falta del GDF al árbitro electoral

En lo oscurito, 6 consejeros y un funcionario

Desconocer al presidente del IEDF, propósito

Ninguno de los supuestos o verdaderos errores que puedan cometerse en el Instituto Electoral del Distrito Federal pueden ser motivo para que el gobierno de la ciudad intervenga y pretenda crear un organismo paralelo, bajo su tutela.

La semana pasada, y cuando menos una vez más con anterioridad, el secretario de Gobierno del Distrito Federal, Ricardo Ruiz Suárez, citó a los seis consejeros del IEDF, sin la presencia del presidente del organismo, Isidro Cisneros.

A decir de los consejeros, la instrucción de Ricardo Ruiz va en el sentido de desconocer de facto la autoridad del presidente del organismo, e iniciar, de esa forma, un puente con el mismo Ruiz, es decir, sería este funcionario quien acordaría con los seis consejeros los acuerdos que tuvieran que efectuar con el gobierno, cuando menos.

No es extraño que algunos personajes del gobierno, con órdenes o sin ellas, operen para establecer relaciones muy cercanas con quienes trabajan en este tipo de instituciones, pero lo que sí extraña es que los propios consejeros acepten este tipo de injerencias, cuando la independencia de cualquier interés político debería ser una de sus divisas.

Ya hablamos en la entrega anterior de las graves situaciones que se han desatado en el IEDF, pero no teníamos la certeza de que el gobierno de la ciudad, o cuando menos uno de sus funcionarios, se hubiera involucrado hasta el punto de establecer, en los hechos, una instancia paralela a la que ya existe.

Habrá que tener mucho cuidado con los pasos que se den en el gobierno, porque por muy buenas intenciones que se tengan -si es que las hay-, pueden ser tergiversadas y usadas en su contra.

Así que ojo, mucho ojo con esas malas intenciones.

Pasó en Benito Juárez

Durante la semana pasada, en un acto de campaña los azules fueron, según me cuentan, a un jardín público -aún no lo privatizan los panistas- de la colonia Alamos con una caravana de distracción, como sólo ellos, y desde luego los priístas, pueden montar.

Balones de futbol, ceniceros, plumas, camisetas, gorras y, desde luego, un buen número de luchadores, hombres del pancracio que, enmascarados, defendían las supuestas razones del panismo, mientras que otros mal encarados, con uniforme negro y amarillo sucio, eran los supuestos representantes del PRD.

El candidato a jefe delegacional, Germán de la Garza, subió al espacio encordado y desde allí hizo una farsa, como todas las de los panistas, en la que supuestamente derrotó al perredismo.

Los animadores panistas, un numeroso grupo de jóvenes, lanzaban aplausos y gritos en apoyo a los candidatos azules, pero aunque el jardín estaba lleno, gracias al milagro de los balones, las camisetas y el show, la gente se hallaba simplemente fría.

De pronto, un grito de entre la gente empezó a opacar la voz del candidato azul. Los candidatos a la delegación y a las diputaciones locales se miraban uno a otros sorprendidos, decepcionados.

Los del pancracio se quedaron colgados de las cuerdas sin nada que hacer, los animadores trataban de levantar alguna porra en apoyo al grupo panista, pero nada desviaba el grito que para esos momentos se había convertido en un coro casi unánime.

Nos lo contó el hombre que inició la voz discordante, Héctor Flores, un empresario mediano que no cree nada de los azules, y nos cuenta que cuando se inició el coro, él no tenía la idea de que los demás le fueran a acompañar. "Yo sólo pretendía manifestar mi descontento por la manipulación y las mentiras, pero la gente me siguió. Eramos muchos los que gritamos: Obrador, Obrador, Obrador...".

Al final del acto, los azules, que ya habían repartido los balones y las camisetas, calificaron a los asistentes de "mal agradecidos" y los luchadores habían perdido la máscara. Así fue.

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