Usted está aquí: jueves 8 de junio de 2006 Política Tres semanas y sus tareas

Sergio Zermeño

Tres semanas y sus tareas

Cuarenta y ocho horas después del debate queda muy poco. Quizás la reiteración de viejas triquiñuelas, como la del periódico de la derecha de invitar a un grupo de "evaluadores" y publicar a ocho columnas y en primera plana sus parciales opiniones. Preguntémonos mejor en qué hay que poner el acento en las tres semanas que restan. A este respecto la iniciativa de un grupo de ciudadanos es ejemplar.

Ellos están haciendo circular un documento, muy corto y muy sencillo, que llama a los mexicanos a votar. Nos dice a todos que recapacitemos, que no podemos apoyar durante otros seis años lo que se ha hecho hasta ahora. Llama la atención sobre algunos aspectos que considera los más delicados y por los que debe evitarse la continuidad.

Nos recuerda, en primer lugar, los objetivos a los que debemos abocarnos en los años que vienen, por encima de estas guerras de lodo mediáticas y electoreras. Esos objetivos son dos: evitar a toda costa la violencia entre los mexicanos y, segundo, desatar una batalla eficaz y decidida contra la desigualdad social, que cada vez es mayor entre nosotros.

Después enumera lo que está resultando muy mal y debemos evitar: primeramente, que el régimen actual y su partido, se entiende, no tienen ni nunca han tenido una articulación consistente con los distintos agregados de la sociedad mexicana, en particular con las masas populares y con las organizaciones laborales, y que eso está conduciendo a confrontaciones muy violentas: sangre, muerte, violaciones a las mujeres y a los derechos humanos que abren la puerta, agregamos nosotros, al radicalismo y a la provocación, a los irresponsables discursos llamando a la agudización de las contradicciones, a la insurrección y al derrocamiento de los gobiernos de cualquier color.

Y en efecto, uno colige, podrán no ser muy democráticas las organizaciones de ambulantes y peticionarios de servicios urbanos organizados y manipulados por los partidos populares, pero es un hecho que en nueve años de gobiernos de este tipo la capital de la República se ha mantenido en una paz relativa y los grandes capitales han podido seguir amasando sus fortunas (es increíble que no se den cuenta de cuán oportunos pueden resultar los regímenes populares para la salud de los negocios en sociedades que ya no van a ser modernas, por más que así nos lo quieran hacer creer las ideologías del "tránsito a la democracia").

La lista de las cosas que no pueden seguir igual se completa con cuatro llamados de atención: uno, el modelo actual ha demostrado una indiferencia criminal hacia el campo, hacia ese uno de cada cuatro mexicanos que ya no es competitivo ante la apertura, pero que lo será menos dentro de uno o dos años, cuando los granos básicos, altamente subsidiados y producidos con los peores métodos, entren indiscriminadamente a nuestro país convirtiendo a cada pueblo en un páramo y a cada joven, a su pesar, en un desertor de su región y de su familia. Dos, se han hecho esfuerzos desesperados por convertir a la educación básica en educación doctrinaria y a la educación reproductiva y a la concepción en asuntos de devoción, y se ha colocado a la cobertura universitaria, a la ciencia y a la tecnología en total rezago (ya forman legiones los jóvenes rechazados en su aspiración de estudiar). Tres, le han sido concedidos al empresariado las más desproporcionadas prebendas, exonerándolo del pago de impuestos y adecuando las legislaciones a sus intereses, particularmente a los banqueros, a los propietarios de los medios de comunicación, a las grandes empresas turísticas... Y cuatro, todos esas prebendas y despilfarros no han conducido en lo mínimo al crecimiento de la economía, empeorando año con año las expectativas del empleo.

En el documento en cuestión se nos recuerda que "hay muchas demandas hacia un mundo mejor que no están cubiertas por las corrientes políticas punteras en esta elección", pero que eso no nos debe hacer perder de vista que: primero, hay que superar nuestras indecisiones y salir a votar; segundo, hay que votar por las opciones que están en posibilidades reales de detener los peligros a que nos está exponiendo este régimen y que aquí hemos enumerado (las propuestas de Patricia Mercado pueden simpatizarnos a muchos, pero estará en mejores condiciones de hacerlas avanzar en un nuevo escenario de acuerdos políticos que no se oponga furibundamente a esas propuestas); tercero, no es cierto que la cultura y los derechos indígenas, así como las expectativas de superación de los jóvenes vayan a encontrar mejores condiciones para su cumplimiento en un panorama de "agudización de las contradicciones", y no es cierto que los derrocamientos y las sublevaciones son pacíficas; cuarto, en 2000, sacar al PRI y otorgarle al entonces nuevo régimen el beneficio de la duda, fue una opción que no por haber resultado tan decepcionante anula la esperanza en las nuevas propuestas y en el cambio (desechemos la consigna idiota de "vale más malo por conocido..."); quinto, hoy no cabe la indecisión y el abstencionismo, que abren el camino a las elecciones de Estado y a las peores triquiñuelas electorales: agreguemos al voto de castigo el voto útil con la convicción de que nada de eso implica renunciar a nuestras exigencias.

El desplegado es también un llamado a los formadores de opinión pública independientes para reproducir, completar y discutir muchas de estas propuestas en sus comunicados.

 
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