El artista peruano Hugo Suárez clausuró el cuarto Festival Internacional Titerías
Las partes del cuerpo y la fusión de clown con títeres propiciaron metáforas de la cotidianidad
Guanajuato, Gto. Uno de los espectáculos más aplaudidos por su excepcional calidad creativa, fue Cuentos pequeños, que presentó el peruano Hugo Suárez, en el que fusiona el clown con títeres creados por las posibilidades que puedan dar al utilizar distintas partes del cuerpo humano, en lo que fue la clausura el pasado domingo del cuarto Festival Internacional Titerías.
Suárez, quien se presentó por primera vez en México, utiliza de manera muy singular las manos y los pies, la rodilla, el rostro y el estómago, para crear a vista del público una serie de personajes entrañables que en apariencia, más que ser tradicionalmente manipulados por un titiritero, interactúan con un clown o mimo, quienes en escena viven una breve situación que no va más allá de unos cuantos minutos. Historias sin palabras que sorprenden y conmueven al espectador como metáforas visuales, poéticas y cómicas de la vida cotidiana.
Distinto a otros creadores que sólo trabajan con las manos, el también director y dramaturgo de la compañía Hugo e Inés, comenzó sus andanzas teatrales como mimo en 1974 en su país de origen y desde 1989 se ha dedicado, junto con su esposa Inés, a la búsqueda de esos personajes que están escondidos en alguna parte de nuestro cuerpo para darles vida y alma. Trabajo que lo ha llevado a presentarse en más de 143 festivales de 23 países.
El estilo de nuestro trabajo se podría definir como ''un híbrido en el que se fusionan el mimo y el títere", comentó en entrevista con La Jornada el creador escénico. ''Fue una exploración que nos llevó algunos años, en los que probamos y comprobamos que lo nuevo está delante de nosotros, pero no se le reconoce, quizá porque se le mira cotidianamente".
Teatro para caber en una maleta
Suárez tiene una teoría que denomina ''Antimétodo creativo". Me parece, apuntó, ''que las cosas nuevas tienen una naturaleza de rechazo inmediato, las desestimamos por ridículas, imposibles, inviables, inservibles, absurdas. Se descartan pensando que no son factibles como personajes, como títeres, sin embargo, ¡ojo!: todo lo que comienza siendo descartado, por ahí está lo nuevo, lo válido, ya que posteriormente se les reconsidera y nos damos cuenta que fue un error descartarlo al principio.
''Creo que la 'mente académica' se ha también globalizado, esto es, los maestros, la lógica u otros compañeros de profesión van decretando premisas, estableciendo conceptos que son aceptados por la mayoría de los artistas; nos dicen, por ejemplo, que aquel personaje o aquel color no sirven o no gusta o aquello otro es muy ridículo para ponerlo sobre el escenario, lo que descartamos probablemente lo descartamos todos, de ahí la globalización de la mente académica, sin embargo, ¡alerta!, esos son los sitios inexplorados, ahí puede estar lo que un día será definitivo y posiblemente un éxito.
''Nosotros -termina Suárez- hacemos un tipo de teatro que cabe en una maleta. Utilizamos el cuerpo y sus posibilidades infinitas como un espacio de resistencia cultural frente a todos esos espectáculos hollywoodenses o costosas producciones. Nuestro teatro sigue siendo el de retomar el espíritu de Charles Chaplin."
En esta cuarta versión del Festival Internacional Titerías, organizado por la Fundación Titerías, instituida por la compañía Marionetas de la Esquina, que dirigen Lourdes Pérez Gay y Lucio Espíndola, se contó también con la participación de los grupos Tlakuache, de Guadalajara, con la obra Zep mi pequeño pez; Las Mentirosas, del Distrito Federal, con Harúm y el mar de historias; el argentino Fernán Cardama, con La vuelta al mundo en 80 días, y Marionetas de la Esquina, con Dibújame una vaca.