Sólo la madrugada de ayer, 65 ataques a objetivos de gobierno, policía y empresarios
El terror paraliza a Sao Paulo; en tres días de violencia, 81 personas muertas
Siguen motines en dos cárceles, según autoridades; cierran escuelas y retiran 10 mil autobuses
Ampliar la imagen Uno de lo 56 autobuses incendiados por pandilleros en los suburbios de Sao Paulo, la madrugada de ayer Foto: AP
Ampliar la imagen Un guardia de la prisión de Guarulhos, en Sao Paulo, durante un rondín de vigilancia. En la ventana, un interno Foto: Reuters
Sao Paulo, 15 de mayo. El terror causado por la peor ola de violencia delictiva en la historia de Brasil paralizó hoy a la mayor metrópolis de Sudamérica, donde 81 personas murieron en tres días de ataques a las fuerzas policiales y motines carcelarios, organizados por una banda que se autodenomina Primer Comando de la Capital (PCC).
En 180 ataques perpetrados en los tres últimos días murieron 39 celadores y policías estatales y municipales, 38 pandilleros que se enfrentaron a los agentes gubernamentales y cuatro personas que quedaron atrapadas en fuegos cruzados.
Entre los heridos figuran 31 policías estatales y municipales, ocho guardias penitenciarios, 38 pandilleros y cuatro civiles.
Sólo en la madrugada de este lunes, las autoridades registraron 65 atentados contra objetivos policiales, gubernamentales y empresariales, lo que derivó en el incendio de 56 autobuses de servicio público, unos 40 automóviles particulares y ocho sucursales bancarias (además de cinco baleadas).
Un total de 73 cárceles fueron declaradas en situación de rebeldía durante los tres últimos días, pero según información oficial, sólo en dos siguen los motines y 16 personas están retenidas como rehenes.
En el estado de Sao Paulo hay 144 prisiones, la mayoría pequeños centros de detención temporal.
La policía logró capturar en los tres últimos días a 93 sujetos involucrados en los ataques, nocturnos la mayoría.
La ola de violencia comenzó el viernes en la noche después de que el gobierno del estado de Sao Paulo trasladó a 765 reos a una cárcel de máxima seguridad ubicada a 620 kilómetros de la capital paulista. Uno de los prisioneros mudados es el lider del PCC, Marcos Williams Herba Camacho, alias Marcola, que dirigía a la organización delictiva desde la cárcel, con apoyo de teléfonos celulares.
La noche de este lunes, los servicios de seguridad pública comenzaron a desplegar más de 140 patrulleros de las policías civil y militar del estado, donde habitan 42 millones de personas, 20 millones de las cuales están concentradas en la zona metropolitana de Sao Paulo.
A consecuencia de la violencia delictiva, diez de doce compañías de transporte público en el Gran Sao Paulo pararon actividades y guardaron 10 mil de 15 mil autobuses que circulan cotidianamente en la urbe.
Una tercera parte de los alumnos de centros de educación básica faltaron a clases, mientras otras escuelas de diferentes niveles cerraron sus puertas.
Por Internet circularon mensajes anónimos que anunciaban nuevos ataques en las próximas horas y provocaron un vendabal de rumores. "Eso es urgente: a las 18 horas habrá un ataque", señalaban los textos.
Ante ello, el comandante de la Policía Militar, Elizeu Teixeira, alertó a la población sobre los avisos, a fin de evitar una "conmoción en Sao Paulo".
"Lo que ocurrió fue una provocación, una demostración de fuerza del crimen organizado", dijo el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, quien reiteró el ofrecimiento de ayuda al gobernador de Sao Paulo, Claudia Lembo, quien el domingo desechó esa oferta y dijo que los servicios estatales de seguridad podrían hacerse cargo de la crisis.
No obstante, el ministro federal de Justicia, Marcio Thomaz Bastos, puso a disposición del estado cuatro mil policías.
Frente a la masiva movilización policial, el secretario especial de Derechos Humanos de Brasil, Paulo Vannuchi, mostró su temor de a una reacción desmedida y dijo que "la solución no es que comiencen a aparecer cadáveres".
Hay que evitar "nuevos Carandiru con 111 muertos", dijo Vannuchi, en referencia a una matanza de presos en una cárcel de Sao Paulo en 1992.