La telenovela nacional
Los alegres y valientes se fueron al norte; los tristes, los débiles, nos quedamos viendo la telenovela nacional, que es el género de comunicación de mensajes y valores de mayor eficacia. Personajes, tramas, el bueno, el malo, los ricos, los pobres, la servidumbre, los rubios, los morenos, la envidia, la ambición, lágrimas, risas, y al final... el bien siempre triunfa. Tras la regionalización de la educación y la pérdida de la base educativa, la televisión es la que determina al ciudadano estándar y crea el perfil de sus miedos y expectativas. Telenovelas y noticieros van de la mano, y ahora, al haber ganado su autonomía del poder político central (antes que los pueblos indígenas), se retroalimentan de las encuestas, que van de las más técnicas a las que los locutores hacen de facto para medir a sus auditorios inmediatos.
No es descabellado decir que un país conducido por los medios de comunicación ya no es orientado por el discurso político, el cual es filtrado por los medios para luego transmitirse vía telenovelas.
La gran telenovela nacional sigue un guión escrito con anticipación y la sociedad se mueve en función no de los intereses supremos de la patria, sino que actúa conforme al papel que le han asignado dramaturgos, guionistas y directores de la telenovela. El país, pues, se hizo una gran telenovela.
Los medios fueron los que nos condujeron al cambio. Los que se estrenaron en el primer minuto de la "democracia" del 3 de julio del año 2000 al anunciar, antes que el Instituto Federal Electoral, que Vicente Fox había ganado y que por fin se había caído nuestro Muro de Berlín, cuando ellos fueron quienes lo apuntalaron desde que nacieron la radio y la televisión en México. Ellos establecieron la nueva libertad de expresión: cuando ya se podía cuestionar y criticar a todos los actores; el Estado dejó de ser el gran árbitro, la gran balanza que podría determinar a través de un gesto, una mueca, un giro en el tono de voz quiénes son buenos y quiénes malos.
En 1988 vieron cerca el peligro, cuando, pese a todo su poder técnico, telenovelas y noticieros, el pueblo de México de manera independiente cuestionó la estructura política y los desafió tras su complicidad en el fraude electoral.
Los cambios importantes en el país han venido de rupturas e insurgencias cívicas como en el 68, la insurgencia sindical 75-77, el 85 y el 88. La prensa escrita ganó espacios, creando sus propios medios independientes que crecieron junto con los procesos democratizadores de la sociedad. El país se abrió cuando la sociedad construyó medios propios. En 38 años, a pesar de los esfuerzos de varias generaciones de comunicadores y periodistas independientes, somos culturalmente lo que ellos han querido que seamos.
La telenovela que hoy han montado es síntesis del mensaje político real; es la verdad oculta y la fea más bella; es bailando y cantando por un sueño; el hedonismo con sentido social, la parodia de la misma realidad que ellos han construido y el privilegio de mandar que sólo los medios ejercen. Ellos nos hicieron un país histérico y de nota roja; midieron su rating como convocantes centrales de la "marcha blanca contra la inseguridad" en junio de 2004. Luego vinieron el desafuero y las encuestas en 2005, haciendo que el lopezobradorismo legitimara la verdad de las encuestas, pues como en telenovela de gran suspenso, tras cada golpe en vez de bajar subía y no le quitaban una pluma al gallo. Ellos pusieron a competir la encuesta contra la plaza y hoy en esta elección determinarán que no hay plaza llena ni movimiento en la calle que gane a las encuestas. ¿Cómo lo harán? Con el resultado electoral: el IFE nunca tendrá un resultado distinto al de las encuestas.
En esta telenovela, López Obrador sería como Ana Guevara: ganaba cuando no era importante, antes que apareciera Calderón-Williams luego de haber ganado a Santiago Creel como hijo desobediente, pero heredero legítimo. Roberto Madrazo (conocido en Portugal como Madredeus), educado para tener todos los juguetes, pide a los otros candidatos "que ya no se peleen", pues él se convirtió en analista político abajo de sus templetes en los mítines, donde actúa como animador de carpa: "Prometo cero secuestros", ofrece en una promesa extraña que, o es otra de sus mentiras o él es el jefe de los secuestradores.
Entre la plaza y la encuesta, Andrés Manuel fue presa de un pecado que hasta en el amor perjudica: la soberbia del que se ausenta. Cuando estaba arriba en las encuestas no creyó en la plaza y desmovilizó su fuerza en abril de 2005. Felipe Calderón hoy no crece por méritos propios, sino por los errores de López Obrador: flexible en los principios, inflexible en la estrategia.
El final de esta telenovela ya está escrito según el guión de los oligarcas del país y del extranjero, y lo veremos en los capítulos que están por venir. Pierda, pero no se los pierda. Lo más esperado no son las elecciones, sino el Mundial de futbol. No es la elección, sino la selección.
Son 50 años de la telenovela en México.