Usted está aquí: sábado 13 de mayo de 2006 Opinión Conquistas que persisten

Mario René Matute

Conquistas que persisten

El 9 del presente mes de mayo cesó de latir el corazón del maestro Manuel Solórzano Fernández, un corazón que durante casi toda su vida distribuyó, particularmente entre el sector social de los ciegos y deficientes visuales, alcances históricos que nunca antes se ha-bían registrado ni en Guatemala ni en México, que fueron los dos países donde desarrolló su trabajo y nos heredó logros y conquistas que hasta entonces, en toda América Latina, no rebasaban el ámbito de las quimeras y las esperanzas.

En Guatemala participó en la fundación de instituciones que a la fecha continúan desarrollando alguna labor en pro de la dignificación y elevación educativa de la población de ciegos de ese país.

En México, a donde llegó allá por 1956, luego de la caída del gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz, consiguió, luego de presentar un proyecto novedoso ante la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que se creara ''el Departamento Tiflológico de la Biblioteca Nacional" -tiflos en griego significa ciego- destinado a prestar servicios diversos en relación con el estudio y la lectura a personas con deficiencias visuales, Así se inauguró, el 2 de julio de 1959, el Departamento Tiflológico de la Biblioteca Nacional de la UNAM. Un sueño que por el toque de una inteligencia y una voluntad devino acción y vida tangibles que beneficiaron y continúan beneficiando a muchas mujeres y hombres ciegos o débiles visuales urgidos de esos servicios.

El maestro Solórzano se quedó ciego a los 15 años por una enfermedad óptica degenerativa. Su familia lo llevó, años más tarde, a Alemania en pos de un tratamiento novedoso y de estudios personales. La medicina no consiguió nada, por lo que después de pocos años, vino a radicarse a México, donde tomó contacto con algunos ciegos ilustres y con algunas asociaciones de ciegos que igualmente le avivaron el interés por los estudios y la formación intelectual de las personas que no ven.

Retorna a Guatemala y allá por 1942 toma contacto con la recién fundada Escuela para Ciegos, a cargo de las Muchachas Guías (Scouts), donde se desempeña como profesor de Braille y otras materias.

La revolución del 44 en aquel país brinda apoyo efectivo al movimiento reivindicativo de los ciegos, en cuya conducción participaba activamente Solórzano, quien es electo como director de la Escuela para Ciegos, cargo que le es mantenido hasta 1954, cuando expresiones antirrevolucionarias que tomaron el poder en el Comité Pro-Ciegos, la institución dueña de la escuela, lo cesa arbitrariamente.

Un año más tarde retorna a México y funda el Departamento Tiflológico de la Biblioteca Nacional, donde pone en práctica un apoyo eficaz para los ciegos que trataban de iniciar estudios universitarios. Consiguió que las inscripciones en las carreras humanísticas e inclusive en ciencias exactas, se realizaran en igualdad de condiciones y el rechazo a estudiantes ciegos comenzara a desaparecer. Durante varios años los exámenes de admisión se realizaron en el Departamento Tiflológico de República de El Salvador 63, mientras grupos organizados de personas voluntarias prestaban sus servicios a los estudiantes como lectores y lectoras y como maestros para reforzar conocimientos en matemáticas, física, química y otras materias. La impronta positiva de aquel trabajo en aquellos tiempos -años 60 y 70- permanece indeleble en la conciencia de decenas de profesionistas ciegos que gozaron de aquellos apoyos.

Desafortunadamente el Departamento Tiflológico en la actualidad ha reducido tremendamente el volumen de sus servicios, las causas que originan esa situación son diversas, empero, sobresale una que es fácilmente remediable. Se trata de que los libros en Braille están clasificados, desde que la Biblioteca Nacional se trasladó al sector cultural de la UNAM, como ''Documentos con prohibición para salir de la biblioteca", como si fuesen incunables. Los materiales de lectura para los ciegos deben ser objetos de uso personal por parte de los interesados, y lo más aconsejable es que puedan estar controlados por un régimen de préstamos circulantes, como cualquier biblioteca moderna.

La Organización Nacional de Ciegos Españoles tiene una capacidad de abastecimiento que debe ser aprovechada, y toda esa riqueza de obras impresas en sistema Braille, debe servir a los ciegos que los necesitan.

Mientras Solórzano fue director del Departamento Tiflológico, ese abastecimiento se mantuvo. Ojalá que pueda continuar ahora para que la asistencia de interesados vuelva a los niveles de otros tiempos.

Manuel Solórzano continúa existiendo en su obra, sus logros y conquistas persisten en varias generaciones de beneficiarios y su influencia creadora continúa multiplicándose por su ejemplo hacia los jóvenes que van arribando a las circunstancias en que la vida demanda preparación para continuar ampliando la conciencia.

 
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