Jueves 4 de mayo de 2006
La cruz que celebramos hoy es la que llevamos a cuestas, expresan
Por un día los albañiles olvidaron la dureza de su trabajo cotidiano
En las obras del distribuidor vial, después de la misa vinieron el convivio y la comida
La cruz que celebramos es la cruz que llevamos todos, dice Evaristo Reyes -quien ha dedicado 25 años de su vida a la construcción-, mientras camina por un paso a desnivel con dos piezas de madera en sus manos curtidas.
Cada uno de los más de 200 trabajadores de la obra sabe el tamaño y el peso de lo que carga, y algunos lo cuentan. Son albañiles que ganan mil 600 pesos a la semana, en promedio, que vienen de provincia y que para ser contratados duermen afuera de la estación del Metro Observatorio hasta que los lunes llegan de las obras por ellos. Ven a su familia cada mes, si tienen suerte; la mayoría tiene más de cinco hijos y cursó apenas la primaria.
Son las primeras horas del día de la Santa Cruz y ya suenan los cohetes. Los trabajadores que detallan las partes finales del distribuidor vial Observatorio -que se conectará con el Periférico y el Viaducto y Constituyentes- se alisan el cabello antes de ponerse su casco.
Aunque faltan varias horas para la celebración del día de los trabajadores de la construcción y aún no hay ni rastro de la comida que la empresa les llevará para festejarlos, los hombres de rostro enegrecido por el sol tratan de disimular que ven las cajas de cerveza en lugar de los barandales que pulen. Los carpinteros, que pusieron la cimbra de la obra, reclaman las flores para las cruces que siguen "pelonas".
-¡Hasta que hacen algo! -les grita uno de los varilleros, que los mira desde arriba.
En unos minutos los ramos de flores son amarrados a las cruces de madera; lo que más trabajo les cuesta es la colocación de los moños hechos con listones blancos.
Por lo menos 10 hombres abandonan sus tareas, programadas hasta mediodía, para participar en la decoración de las cuatro cruces que resguardarán desde lo alto del puente el resto de la construcción.
Juan Carlos Castro narra que llegó de un poblado de Michoacán. El es uno de los que duermen en la obra, porque no tiene otro lugar dónde pernoctar. Necesita "juntar sus semanas" para mantener a sus cinco hijos. Una de sus hijas, dice entre sonrisas, le salió muy lista, y espera que por lo menos haga una carrera corta o pueda estudiar para maestra.
Cada vez que menciona que "gracias a Dios nunca le ha pasado nada" levanta su casco en señal de respeto. "Gracias a Dios podemos celebrar", dice, y lo levanta de nuevo. El, al igual que sus otros compañeros entrevistados, no sabe por qué el 3 de mayo, día de la Santa Cruz, se festeja a los albañiles.
-Cuentan que una vez un trabajador se cayó de una construcción muy alta, pero como habían puesto una cruz se salvó -improvisa uno.
Lo que sí es cierto, coinciden, es que trabajar bajo el resguardo de la cruz es importante para la mayoría, así que esperan que llegue el padre a bendecirla.
Sin embargo, en esta zona hay obras en todas las calles circundantes y los padres no se dan abasto, así que los trabajadores tienen que caminar alrededor de un kilómetro cuesta arriba para asistir a la misa de la una. La iglesia está abarrotada de cruces adornadas con rosas, claveles, nubes y gladiolas. Abajo los esperan para empezar con la barbacoa.
Los cohetes vuelven a sonar, las mesas están puestas y todos esperan en orden que empiece la hora de la comida. Sin embargo, los ingenieros y arquitectos confiesan que sus trabajadores no siempre están de tan buen ánimo. Ellos también "cargan su cruz", dicen. Hay que apresurarlos, acostumbrarse al san lunes o que se vayan de la obra sin avisar, que no avancen e incluso cuidar que no se les hable mal; pero hoy, admiten, hay que festejar.
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