La Jornada Semanal,   domingo 30 de abril  de 2006        núm. 582


HUGO GUTIÉRREZ VEGA

DISCURSO POR CARLOS PELLICER (V Y ÚLTIMA)

En el paisaje está el ser amado, presente en las cosas que tocó, en los soles que lo tocaron, en las noches que vieron su cuerpo:

Tu ausencia ha dejado sobre las piedras
una florecita que tal vez es negra.
Y en la vida
de la piedra y la flor tras de tu sombra,
mis manos ven y oyen y graban un signo
que compendia todas las cosas.
En las horas
en que se perpetúan los instantes
de tu ausencia presente de paloma.

Los poemas de esta cuarta fidelidad tienen la virtud de inaugurar palabras. No tiene objeto hablar de las influencias predominantes en la obra de un poeta. Creo que es más útil encontrar las afinidades que lo ligan con otros poetas. En el caso de Pellicer resulta sumamente difícil encontrar influencias. Bien conocidas eras sus lealtades a Rubén Darío, Lugones, López Velarde, Díaz Mirón y Gabriela Mistral, y sus constantes lecturas de Quevedo y Sor Juana. Pero la originalidad de Pellicer le permitió no tratar de ocultar esas lealtades y evitar, con éxito, el prurito de ser el inventor de las palabras que utilizaba. Las palabras pertenecen al patrimonio común de los hombres. La originalidad radica en la forma de sentirlas y de utilizarlas. La fidelidad al amor joven hace más dolorosa su ausencia. El vacío interior se refleja en todas las cosas: "Vuelvo a encender la luna de tu amor sobre mis labios trágicos / y sembraré en las noches sutiles de tu ausencia / el trigo de mi canto."

El pasado se embellece con la presencia amada: "Y el tiempo de los dulce tiempos / cenital en el alma," y el recuerdo es una forma, a veces dolorosa, de la dicha: "Floresta submarina de la evocación / ceñida de palabras mágicas.

La memoria recorre los jardines submarinos en los que el amor naufraga. Bajo una iluminación verdosa, de encendidas fosforescencias, se despliegan "las galas profundas" de las que hablaba Ungaretti, y el misterio lo embellece todo: " El teléfono llama, pero todo es inútil, / porque tú y yo estaremos siempre azules de ausencia."

Las estaciones del amor se prolongan a lo largo del año. Cada una tiene su forma de amar, y en todas están vivas la presencia y la ausencia: " Ausente de tu voz la mía siente / que el diálogo prolonga lo que diera, / Árido de tu voz una primera / ventana hacia el otoño se presiente."

Más la llegada del otoño no significa la liquidación del entusiasmo. Tan sólo anuncia la llegada de otras maneras del amor. No olvidemos que al igual que Pavese, Pellicer pensaba que "la gran fortuna del hombre es estar vivo. Lo demás es miseria".

La muerte de su madre le dictó uno de sus poemas más altos. La admiración y el afecto se unen para entregarnos el retrato de la anciana amada:

Cuando la pobreza se ha quedado a vivir en nuestra casa
mi madre le ha hecho honores de princesa real.
Doña Deifilia Cámara de Pellicer
es tan ingeniosa, enérgica y alegre, como la tierra tropical.

El amor lo acerca a sí mismo: " Nunca he estado más cerca de mí que eta noche" y lo acerca al mundo de la completa beatitud: " El ángel alto de la medianoche, / llega.

Su quinta fidelidad tuvo un carácter político y lo mantuvo siempre cerca de las causas populares. Supo enfrentarse a las dictaduras que desangran a América y combatir al imperialismo.

Su fidelidad esencial fue para con la poesía. La palabra sagrada fue objeto de su veneración y reconoció la influencia que sobre ella ejercían los días, los colores, el amor, la muerte, las estaciones y el paisaje: " Junio me dio la voz, la silenciosa / música de callar un sentimiento..."

El jardín de junio, las manos azules, el valle de México inundado de flores, la gran ceiba tabasqueña. El paisaje y el hombre unidos por obra y gracia del poema.

Quisiera terminar este discurso sobre un poeta y sus fidelidades, recordando su sentido de la muerte. Tarea difícil ya que se trata de un poeta de la vida. Un gozador tan pleno, un alma tan impregnada de amor por lo creado, un corazón que ardía constantemente al contacto de la vida, se acercó a la muerte con una resignación alta, de árbol, de pirámide, de minarete: " Lo que pasa pasará sin pasar. / Ya estoy callado."

Pero habla con la voz de los árboles, de las plantas, de los ríos subterráneos; con la voz de la marea baja. Era su corazón piedra de río, y al río volvió, y en el río viaja. " Al año de morir todos los días / los frutos de mi voz dijeron tanto / y tan calladamente, que unos días / vivieron a la sombra de aquel canto.

Canto y sombra. Siempre el canto vence a la tiniebla. La soledad no es.