Usted está aquí: sábado 29 de abril de 2006 Opinión ¿Qué se debate?

Gustavo Gordillo

¿Qué se debate?

1.- Una determinada combinación de fragmentación y anomia social despunta peligrosamente en el horizonte nacional. Provoca inercia y desatención, y brotes de resistencia y enojo. Se requiere que la política regrese a la sociedad. Aunque en sentido estricto la política no ha abandonado a la sociedad mexicana, y menos aún durante estos años de la alternancia política. Aun cuando los partidos políticos, los gobiernos, los parlamentos o simplemente los políticos gocen de una exigua popularidad, los ciudadanos se expresan de manera más sistemática hoy en la arena política.

2. Si la política no ha abandonado a la sociedad lo que sí ocurre es que se expresa de manera sincopada, por medio de grandes oscilaciones y rupturas. Falta cohesión en un proceso de aprendizaje ciudadano. Esa cohesión la generaba en el pasado la lealtad a una forma de hacer política mediante un conjunto orgánico. Eso aconteció de manera masiva en el México de la hegemonía priísta. Por eso el PRI fue más que una agencia electoral -como de manera simplista lo catalogaron- una forma de identidad a partir de una serie de consignas discursivas y una forma de hacer política que requería de la lealtad para funcionar. Lealtad al partido que hacía que todos esperaran su turno para obtener puestos y canonjías o simple patrocinio político. Lealtad con base en expectativas. Eso ya no es más.

3. Hoy esa continuidad en el aprendizaje ciudadano la puede dar un determinado discurso político. Pero la fuerza de ese discurso político requiere plasticidad orgánica, capacidad de adaptarse a condiciones cambiantes inclusive frente a shocks inesperados. En el contexto discursivo de la sustentabilidad y de los ecosistemas se reconoce esta capacidad con el término de resiliencia. Lo que este discurso político transmite es una forma de articular las preocupaciones de la vida cotidiana con los temas que constituyen, por así decirlo, los grandes retos de una sociedad. No es un conocimiento abstracto y lógico, sino es, sobre todo, una forma de establecer la inserción de un individuo, con sus preocupaciones, contradicciones y dilemas, en el contexto de la problemática de un país.

4. En México las redes sociales han jugado un papel relevante en la solidaridad ciudadana o en la acción política democrática. El contexto de autoritarismo prevaleciente hasta la última década del siglo pasado generó como contrapartida, en las redes, un ambiente cívico que favorecía valores como la tolerancia, la concertación y el debate civilizado. En ese caso han sido redes abiertas a la sociedad y no enclaustradas en sí mismas. Fueron formas de agregación de intereses. Pero para pensar más allá del interés particular, gremial o local requieren de un contenido discursivo más complejo, porque hasta el establecimiento de la alternancia política el discurso de las redes sociales simplemente se definía por el binomio autoritarismo versus democracia.

5. Si la política desde la sociedad se expresa de manera sincopada y con grandes oscilaciones, que van de la participación en movilizaciones o actos cívicos hasta la inercia o la anomia política, la política desde las elites se expresa con actos sucesivos de vendettas y ajuste de cuentas. La política de las elites es la política de la venganza, de la trampa, de la frustración y del enojo. El enorme clivaje entre la sociedad y la clase política que observamos y palpamos cada vez más en esta coyuntura electoral es la expresión de una doble fragmentación: de la solidaridad colectiva desde la sociedad; de la ética de la responsabilidad desde las elites.

6. Quizás aquí el germen de nuevas formas de organicidad democrática se encuentra en redes sociales dotadas de cultura cívica, volcadas hacia la sociedad y con un discurso que transite del interés particular al general. Pero es necesario asumir esto sin fantasías o visiones idílicas, reconociendo las limitaciones en la sociedad civil más allá de sus expresiones extremas utilizadas como instrumento de debate ideológico para subrayar por contrapartida las distorsiones del Estado interventor.

7. Se trata, entonces, de un enfoque sobre la política ciudadana expresado en redes sociales. Tiene un eje común. Promover e inducir la participación ciudadana como una forma de aprendizaje social ppor medio de la toma de decisiones que afectan y competen a las diversas colectividades, respetando tiempos y expresándose en elecciones, parlamentos, comunidades y movilizaciones.

8. Me parece que este es el centro del debate político actual. Tanto en la escena nacional como en la familia, en el municipio, en la escuela o en el barrio. ¿Cómo gobernar la pluralidad? ¿Cómo transitar por esta pluralidad sin que devenga en fragmentación que dañe el tejido social, sin que la libertad que le es consustancial entronice el reinado salvaje del interés egoísta, sin que el anhelo de justicia se transforme en paternalismo insultante? Hacer gobernable la diversidad exige un discurso político que apasione, como cuando se está bajo el influjo de la embriaguez. Pero también requiere sutileza, sentido de la oportunidad, en una palabra, fragancia con embriaguez. Embriagancia. Es una nueva forma de hacer política.

 
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