"Salimos campeones y, como dicen por ahí, a llorar a la iglesia", señaló Giménez
El silbante fue malo para los dos equipos: Davino
"Qué van a decir? Igual hay un penal clarísimo que no le marcan al Chaco (Christian Giménez). Entonces, a ver, qué hacemos. El arbitraje siempre va a ser así", señaló Duilio Davino al ser interrogado ayer sobre las quejas del Toluca tras perder ante el América la final de la Copa de Campeones de la Concacaf.
El zaguero dijo que la actuación del silbante estadunidense Brian Hall "fue muy mala, pero para los dos lados".
Reconoció que el gol de Kléber fue conseguido en claro fuera de lugar, pero insistió en que también debió marcarse la pena máxima sobre Giménez. Estimó que "el futbol es eso" y no se pueden poner a llorar cada vez "que un árbitro se equivoca".
Pese a todo entendió la posición de los Diablos Rojos. "Ellos pierden y están molestos porque el gol fue en fuera de lugar". Sin embargo, todo se habría arreglado "si hubieran hecho más anotaciones".
El resultado del miércoles en el estadio Azteca fue 2-1 y el tanto decisivo lo marcó Davino. Antes de abandonar las instalaciones de Coapa, el jugador confió que no le gusta "mucho hablar con la prensa" ni "ser el héroe de repente del partido", porque lo importante "es que el equipo gane".
Y aunque lograron el objetivo de tener un lugar en el próximo Mundial de Clubes, dijo que "el América necesita dar más, sobre todo futbolísticamente, para que la gente pueda ir más" al estadio.
"Esta semana -agregó- fue más de esfuerzo, garra, corazón, que futbol, y el América siempre ha sido un equipo que juega bien, así que necesitamos mejorar mucho."
Lo que en realidad necesitan urgentemente los americanistas "es el triunfo el sábado" ante el Atlante; se juegan la clasificación en ese compromiso.
Por su parte, Giménez aceptó que el tanto de Kléber cambió el destino del encuentro, "pero muchas cosas lo transforman, porque a mí me hacen un penal cuando íbamos 0-0 y no lo cobró (el silbante), y nadie dice nada".
Reconoció que molestan las dudas, sin embargo, no le restan sabor al triunfo. "Llegué a mi casa ayer (miércoles) y era el hombre más feliz del mundo. Salimos campeones y como alguien dice: a llorar, a la iglesia".