Más
vale prevenir que lamentar. Este dicho popular cobra todo su dramático
sentido en el caso de la epidemia del VIH/sida. Y no sólo en
términos personales -usas
o no usas condón- sino de finanzas públicas, si nos atenemos
a la investigación publicada en febrero pasado por la revista
Science: un paquete de 15 intervenciones preventivas de infecciones
por el VIH, con un costo de 122 mil millones de dólares, podría
evitar en diez años 31 millones de nuevas infecciones, la mitad
de todas las infecciones calculadas para el año 2015 a nivel
mundial.
Aunque la cifra parece muy elevada, al final del periodo arrojaría
como resultado un ahorro sustancioso en tratamientos y atención
médica.
Los investigadores del estudio “The global Impact of Scaling-Up HIV/AIDS
Prevention Programs in Low-and-Middle-Income Countries” -realizado
por un equipo encabezado por los investigadores John Stover, de la organización
internacional Futures Group, y Stefano Bertozzi, del Instituto Nacional
de Salud Pública de México- calculan en cinco mil dólares
el costo de cada caso prevenido de infección por el VIH en América
Latina durante el periodo de 2005 a 2015, mientras que el costo de la atención
y medicación alcanza los 12 mil dólares.
El ahorro es sustancial: más de siete mil dólares por caso,
lo que redundaría en un total de casi 12 mil millones de dólares
ahorrados en diez años. Todo esto siempre y cuando los programas
de prevención se expandan a mucho mayor escala, y las intervenciones
específicas respondan a estrategias de eficacia probada.
¿Cómo saber si sirve la prevención?
Pero, ¿cómo saber qué intervenciones preventivas sirven
y cuáles permitirán los ahorros proyectados por la teoría?
En entrevista con Letra S, el médico Sergio Bautista Arredondo,
investigador del Centro de Investigación en Sistemas de Salud, del
Instituto Nacional de Salud Pública plantea dos condiciones esenciales:
efectividad y eficiencia.
Paras medir si las intervenciones de prevención del VIH realmente
funcionan existen los análisis de costo-efectividad. Estas investigaciones
permiten cuantificar el beneficio de la inversión a partir de los
resultados obtenidos: la disminución del número de nuevas
infecciones. Explica el investigador Sergio Bautista: “Un análisis
de costo efectividad compara dos formas de hacer y de lograr el mismo objetivo
y contrasta cuánto logra y cuánto cuesta cada una; con esa
información se puede decir cuánto cuesta, por ejemplo, cada
infección evitada en cada una de las intervenciones”. A partir
de los análisis costo-efectividad es posible aprovechar al máximo
los recursos disponibles para la prevención del sida.
El problema, sostiene Sergio Bautista, es que no existen suficientes análisis
de costo-efectividad para poder guiar las políticas públicas,
pues son instrumentos muy complicados de realizar y, sobre todo, muy costosos.
Los pocos análisis de este tipo que existen han sido financiados
por organismos multinacionales como el Banco Mundial o la Organización
Mundial de la Salud. “Una alternativa obvia es que los organismos
internacionales que están invirtiendo en prevención a nivel
global dediquen una parte del dinero que invierten a generar evidencia
sobre la efectividad de lo que hacen”.
Mientras tanto, asegura Bautista, “la actual asignación de
recursos en prevención está en muy poca medida basada en
evidencia”. No existe certeza alguna de que los recursos invertidos
en prevención estén dando los resultados esperados.
Situación a la que contribuye el hecho de que la mayoría
de las organizaciones comunitarias dedicadas a la prevención se
concentra en el rubro de información, educación y comunicación,
intervención que ha mostrado resultados pobres en los análisis
de costo-efectividad existentes. En contraste, intervenciones probadas
como muy efectivas, como la reducción del daño entre usuarios
de drogas intravenosas o la educación entre pares –de adolescentes,
de hombres que tienen sexo con otros hombres, de trabajadoras sexuales,
etcétera- no están debidamente cubiertas. “Para realizar
acciones preventivas no basta con la buena voluntad, no se trata de actos
de fe”, sostiene Bautista.
Hacer bien lo que se hace
Existe otro criterio que, ante la falta de análisis
costo-efectividad, podría guiar las políticas públicas
en materia de prevención del VIH/sida: la eficiencia. Los análisis
de eficiencia son más sencillos de hacer y permiten establecer parámetros
para guiar las acciones realizadas por las organizaciones. Ya no se trata
del número de infecciones evitadas, sino de la cantidad de condones
y folletos distribuidos o de servicios brindados.
“Es posible realizar un estudio de eficiencia con diez organizaciones
concentradas en una misma área de trabajo: es cuestión de
ver qué hacen,
cuánto les cuesta y después estudiar qué características
tienen quienes mejor lo hacen”, asegura Sergio Bautista.
Actualmente, Bautista y un grupo de investigadores del INSP desarrollan
un estudio de eficiencia que medirá el desempeño de 40 intervenciones
de prevención del VIH/sida realizadas por organizaciones civiles
en México. Entre los primeros hallazgos conseguidos, siguiendo a
17 organizaciones que realizan pruebas de detección del VIH con
consejería –una intervención que se considera muy efectiva-,
se encuentran altos niveles de ineficiencia y una brecha muy alta entre
los recursos otorgados y las acciones realizadas.
Así, mientras algunas organizaciones consiguen un gran número
de detecciones, otras realizan muy pocas con la misma cantidad de recursos,
lo que, en conjunto, arroja un desempeño de sólo 19 por ciento
de su potencial total. Es decir, para aplicar sólo dos pruebas de
detección con consejería se gastan recursos que, bien utilizados,
podrían servir para realizar diez.
Los análisis de eficiencia tratan de identificar las intervenciones
preventivas más eficientes para, posteriormente, poder socializar
sus estrategias. Investigaciones de este tipo, considera Bautista, podrían
servir como base para elaborar manuales de asignación de recursos
o para dar seguimiento a los proyectos de prevención realizados
por instituciones públicas o de la sociedad civil. “Asignar
los recursos condicionados a que las organizaciones ajusten sus acciones
de la forma más parecida a aquellas que sabemos son exitosas”,
es lo que recomienda el especialista en estudios de costo-efectividad.
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