Educación y desarrollo; historia de una maestra
Matilde es una maestra de primaria. En la mañana atiende a un grupo de quinto año en una escuela de la Magdalena Contreras, aunque vive en el municipio de Los Reyes La Paz, del estado de México. Por ello debe salir de su hogar a las cinco de la madrugada, pues llegar a su escuela le toma poco menos de tres horas, y abordar tres transportes.
Para salir de su casa a las cinco necesita pararse una hora antes, pues debe preparar el desayuno y la comida de sus hijos, a los que no verá sino al regresar de su trabajo en la noche. Matilde no se queja, sabe que la vida de los maestros de escuela no es fácil; ha tratado de arreglar un cambio para una escuela más cercana, pero hasta ahora esto no le ha sido posible. En la tarde le va un poco mejor, porque trabaja en una escuela de Iztapalapa, que le queda de camino a casa.
Su grupo matutino de quinto grado tiene 28 niños y niñas, y algunos problemas serios. Siete de sus alumnos no saben leer ni escribir, y por lo menos otros nueve tienen niveles de conocimiento por abajo del que corresponde al quinto año; ella poco puede hacer para ayudar a estos niños, pues tiene que cumplir con los tiempos que el programa oficial de quinto año le asigna a cada tema, y sólo tiene un poco menos de cuatro horas cada día para cubrirlos. Por eso, ella no puede atender a estos niños con problemas, por lo que sólo espera que sus 12 alumnos más avanzados puedan concluir bien el año escolar.
Con los otros sabe que los resultados serán limitados, pues la mayor parte del tiempo no le entienden, e incluso son un problema para sus compañeros, a los que frecuentemente agreden, aunque la mayoría de las veces sólo verbalmente. Matilde sabe que al terminar el año escolar, ella le transferirá el problema al profesor de sexto año; sin embargo las políticas de la Secretaría de Educación Pública impiden que haya reprobados. Probablemente la esperanza de los funcionarios es que estos niños ya no se apunten en la secundaria.
Matilde ha tratado de resolver el problema de varias maneras, pero con poco éxito. La escuela abre sus actividades del primer turno a las ocho de la mañana y se utilizan algunos minutos para que los niños puedan desayunar algunos alimentos que la escuela reparte. Ella pensó que mientras algunos de sus alumnos desayunaban, podría atender a los más retrasados, pero desafortunadamente, y lógicamente, los más atrasados eran los que llegaban sin haber comido nada. Pensó entonces en el recreo, pero los estatutos de la escuela dicen que nadie puede permanecer en el salón durante ese lapso.
Uno de los varones es un tanto violento, de hecho él dice que cuando sea adulto va a integrarse a los maras salvatrucha, para desquitarse de los ricos y de todos los que chingan a los pobres; a los 11 años habla y se mueve como si ya fuera uno, y tiene tatuada la espalda y un brazo.
Algunas semanas atrás golpeó a su abuela. Cuando Matilde lo supo (por el hermanito menor del niño), trató de investigar las causas de este comportamiento y se encontró con un cuadro de destrucción familiar agudo; la madre había abandonado el hogar algunos meses atrás.
Es evidente que esta narración contiene historias muy particulares y no refleja la realidad de amplios segmentos de la población escolar, pero sí nos permite identificar algunos problemas serios que deben ser corregidos para mejorar los niveles educativos de la población.
El número de horas de la jornada escolar quizás debiera ser aumentado, tanto para atender mejor a los estudiantes como para reducir los tiempos de desatención familiar; esto tiene un costo para el gobierno y dificulta a los profesores el trabajar en un segundo turno, sin embargo no se puede, ni se debiera evadir el problema.
Una alternativa a considerar es el conformar una red de centros escolares de carácter opcional, para niños que están retrasados y que allí puedan regularizar su nivel, o para facilitar la atención a menores con padres que trabajan.
Cuando los niños no desarrollan el nivel de conocimientos y habilidades mentales, debieran repetir el grado y recibir una atención que les permita superar el problema. Los niños de cada grado en la escuela debieran tener conocimientos y capacidades intelectuales similares. Ello permitiría sin duda procesos de aprendizaje más eficientes y de mejor calidad.
La asignación dinámica de profesores a escuelas cercanas a sus sitios de residencia tiene un efecto inmediato en la calidad de la enseñanza que esos profesores imparten; la tecnología actual de sistemas de información permite resolver este problema en forma sencilla.
Los niños con problemas familiares o sociales agudos dificultan enormemente los procesos educativos básicos; su atención mejoraría sensiblemente la calidad de la educación en su conjunto.