Despertar del gigante
En muy contadas ocasiones la historia nos cambia en un solo día. Que digo un día, en una mañana. Lo que sucedió la mañana del sábado 25 de abril, cuando más de medio millón de personas, en su mayoría migrantes mexicanos, tomaron de manera pacífica las calles del centro de Los Angeles para protestar por la ley antimigrante (conocida como HR 4437), aprobada por la Cámara de Representantes el año pasado, cambiará en muchos sentidos la historia política de Estados Unidos. Será un punto de referencia para hablar de la historia reciente. Todos diremos "antes y después de la marcha". Pero ¿Cómo sucedió? ¿Quién dio la patada al gigante para que despertara?
El sentido común de la política angelina refería que una movilización de estas proporciones sería imposible en una ciudad tan apática políticamente como ésta. Es cierto que antes de ese sábado no se había dado una protesta de esta magnitud. De alguna manera alguien olvidó decirle a la raza que así no se hacen las cosas en esa ciudad. Con ese desconocimiento de la cultura política de Los Angeles, los migrantes marcharon, como en carnaval, y se apropiaron de la ciudad por un día que pareció eterno.
Las expectativas de la marcha eran enormes, pues ocurrió poco después de la movilización -también histórica- de Chicago, donde más de 100 mil personas protestaron contra la misma ley. El día anterior habían marchado miles de personas en Phoenix y Atlanta y, para colmo, ese viernes estudiantes de varias secundarias del sur de Los Angeles, mayoritariamente mexicanos de Huntington Park, salieron de sus aulas para unirse a la ola de protestas.
Sucedió también que se alinearon las acciones de varios actores que son parte de la red que integra a la sociedad civil migrante mexicana en Los Angeles. Por un lado, los sindicatos se unieron al llamado y apoyaron con su infraestructura organizativa a la movilización del 25 de abril. Un sólo sindicato, el de trabajadores de limpieza, aportó 500 miembros para apoyar el dispositivo de seguridad.
La Iglesia católica también jugó un papel destacado. Desde un mes antes, el cardenal de Los Angeles, Roger Mahony, llamó la atención de los medios de comunicación nacionales con su llamado a la desobediencia civil si la iniciativa HR 4437, que criminaliza a los migrantes y a todo aquel que provea ayuda a éstos, se convertía en ley.
Otro factor importante para la realización de la marcha fue la participación de los medios de comunicación. Los dos diarios en español de Los Angeles ofrecieron una amplia cobertura del debate sobre las iniciativas de ley y las reacciones de líderes de opinión de la comunidad migrante.
Lo nuevo fue la participación de locutores y diyéis de las estaciones de radio más populares entre los migrantes. Personajes como El Piolín y Gerardo, quienes tienen programas de cobertura nacional, y estaciones como La K Buena y La Raza jugaron también un papel importante en la convocatoria. De estos programas surgió la idea de usar playeras blancas para enviar un mensaje sobre la naturaleza pacífica de la movilización.
Por supuesto, las organizaciones de base fueron de gran trascendencia, tanto las conocidas como las nuevas, incluidos los clubes y federaciones de oriundos. Las organizaciones de campesinos y migrantes indígenas también movilizaron a su gente y organizaron caravanas en muchas ciudades rurales de California.
Los grandes ausentes fueron, por supuesto, los políticos locales, estatales y federales. Con la excepción del alcalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa, ningún otro habló en el acto que dio por terminada la movilización.
Al final, entonces, la gente común y corriente, los migrantes sin organización, los indocumentados y el pueblo carajo, fueron quienes aportaron los cuerpos de ese mar de humanidad que inundó las calles de Los Angeles. Esas calles antes desiertas que finalmente se usaron para caminar, con la esperanza de un futuro mejor en una tierra que apenas los comienza a reconocer. ¡Vaya que cambió la historia aquel sábado!
*Analista político y asesor del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales, radicado en Los Angeles