Usted está aquí: martes 28 de marzo de 2006 Política El cálculo de Slim

Marco Rascón

El cálculo de Slim

México tiene mala y buena suerte a un tiempo. Mala, porque es el país de un solo gran rico entre 60 millones de pobres, y buena, porque es un rico "bueno" que invierte en México.

Es, en el plano económico, lo que podríamos decir "el oligarca menos peor" que predomina en la política.

Se calcula que los mexicanos le consumimos al imperio de Carlos Slim 18 pesos per cápita diarios, mil 800 millones al día, de los cuales, quitando libros y medicinas, vendrían siendo de IVA 234.8 millones de pesos que seguramente dedujo, por lo cual sólo tuvo que pagar 30 por ciento aproximadamente de ISR y gastos de operación por otro 35 por ciento, que le dejaron libres 328 mil millones de pesos como ganancia al año, equivalente a los 31 mil 300 millones de dólares que lo hacen uno de los hombres más ricos del mundo.

Todo ello empezó con la privatización de Telmex, demostrando que el principal problema de México somos los mexicanos y el Estado que nos representa como administrador del patrimonio nacional. Fue gracias también a la concordia con el sindicato de telefonistas y su líder, Francisco Hernández Juárez, quien entendió desde el gobierno salinista que había que caminar por una nueva "cultura laboral", siendo cachorro al cobijo de Fidel Velázquez, jefe máximo del sistema corporativo sindical priísta que le permitió no sólo a Slim, sino al gran empresariado, acumular grades riquezas mediante el férreo control salarial. Gracias a ellos por su complicidad (los viejos y nuevos charros), en 30 años, cayó el poder adquisitivo del salario más de 60 por ciento, que no sólo permtió un amplio ciclo de acumulación y concentracón de riqueza, sino también apoderarse del patrimonio nacional y finalmente de la política y los gobiernos. Desde el PRI al PRD, pasando por el PAN, se privilegia a los empresarios como sinónimos de "ciudadanos" ejemplares.

Carlos Slim es la más alta representación del ciclo de la acumulación y la economía neoliberal. Con gran sagacidad está contra la privatización del petróleo y la electricidad, pues el Estado debe seguir pagando administración, mantenimiento y salarios, dándoles a ellos la oportunidad de ir a los negocios que ya les ofrecen todos y cada uno de los candidatos en la petroquímica y la comercialización de la energía.

Nuestro prócer económico y financiero que nos permite existir (¿qué seríamos sin Slim en manos de la vieja oligarquía regiomontana, de Atlacomulco y de la falange cervecera?) decidió, a diferencia de los que conformaron el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN), cúpula de la cúpula empresarial mexicana, participar abiertamente en la sucesión presidencial. Carlos Slim con la hegemonía e ideología empresarial los ha orgaizado como clase en el Pacto de Chapultepec, haciendolos ver más allá de 2006.

Es una alternativa a la visión de la oligarquía estúpida e idiota de los empresarios regiomontanos, que piensan frenar a López Obrador proponiendo un frente de PRI y PAN, cuando no pueden leer los mensajes del candidato de la alianza Por el Bien de Todos que los incluye a ellos.

Bajo el cálculo de Carlos Slim es una visión de largo plazo construir una izquierda aliada, funcional en su concepto de democracia y que ratifica hoy el candidato que encabeza las encuestas, en el sentido de que la "economía no tiene ideología" y que lo que se necesita es alguien en quien los pobres crean.

Venustiano Carranza decía, en respuesta a los reclamos estadunidenses por las declaraciones del jefe constitucionalista: "no se fijen en lo que digo, sino en lo que hago". Hoy Carlos Slim, con su gran poder y su liderazgo económico, será el garante de que se puede confiar en la izquierda construida por ellos. ¿Se imaginan los negocios que se pueden hacer, sin ningún reclamo, pues López Obrador es la medida de quienes son corruptos y quienes son honestos con una sola declaración?

El candidato del PRD es un hallazgo en el cálculo de Carlos Slim, pues él puede cambiar la historia y sanear las trayectorias de cualquier priísta, sea Guadarrama, Robledo, Núñez, Camacho, Anchondo o Monreal, y convertir en dirigente de la izquierda hasta a Leonel Cota Montaño.

Carlos Slim con su cálculo ha contribuido a sacar desde las entrañas del PRD contestatario y de vieja forja cardenistas a un emperador incuestionable y, así como puede purificar a políticos, tendrá el poder alquimista de bendecir fortunas y dar continuidad a los intereses que representa la pirámide económica y política de Carlos Slim.

Nuestro magnate surgido del liberalismo social y la riqueza comprometida es un conciliador y gestor en la disputa entre Carlos Salinas y Ernesto Zedillo que se refleja en los pleitos Guillermo Ortiz-Francisco Gil, o Víctor Flores-Napoleón Gómez Urrutia, o entre López Obrador y Roberto Madrazo, o en favor de la familia Azcárraga, donde los últimos otorgaron votos legislativos a favor de la ley de radio y televisión, cumpliendo promesas siendo apenas candidatos.

Carlos Slim es la nueva unidad nacional.

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