Usted está aquí: viernes 24 de marzo de 2006 Opinión ¿No somos agua defendiendo el agua?

Víctor M. Toledo*

¿No somos agua defendiendo el agua?

Ampliar la imagen Esta naturaleza ha querido pensar en hombre. Como hizo que los hombres evolucionaran, igualmente consiguió la evolución de las rocas. Sierra Tarahumara FOTOGerardTournebize,tomadadellibroViajealpaísdelosTarahumara,incluidaenellibroAgua,editadoporLa Jornada

El agua está de fiesta, porque sabe que ha comenzado a ser percibida como un bien esencial para el mantenimiento y reproducción, no sólo de lo humano, sino de la vida toda. Porque como ocurría en el pasado, y sigue ocurriendo, cuando los humanos aprendieron a respetar el agua bajo el nombre de Chalchiuhtlicue, Ixchel, Sie, Uxxu, Tláloc o Ame-no-i-kurami, hoy cierta veneración contemporánea se universaliza, y si ya no es religiosa no por ello deja de ser existencial o espiritual. El agua venerada por el ser moderno, racional y crítico, como un elemento esencial, es resultado de una conciencia doble (social y ecológica) y de un instinto vital que viene de quién sabe dónde. Como el agua misma, esta conciencia brota, crece y se desborda por todo el mundo sin que pueda ser contenida. La defensa del agua se generaliza como parte de un nuevo movimiento social, cuyo actor central es la sociedad civil globalizada, y parece que no hay dique que logre detenerla.

El agua está de fiesta porque por fin una fracción cada vez más numerosa del primate que aprendió a utilizar el fuego y a comunicarse mediante el lenguaje ha decidido luchar en su defensa. Hace algunos años Ahmad El Serafi, siendo vicepresidente del Banco Mundial, dijo que la próxima guerra mundial sería por el agua. El Serafi tuvo razón, pero sólo a medias. Primero, porque la guerra mundial por el agua ya comenzó; no es ni un vaticinio ni un evento futuro, sino una realidad. En segundo lugar, porque la guerra mundial por el agua no es, en esencia, un conflicto entre naciones,. ni siquiera entre grupos religiosos o sectores sociales.

Esta guerra por el líquido vital es una lucha planetaria, una batalla suprema por la vida entre quienes en razón de sus creencias, ideologías o intereses insisten en llevarnos a todos al suicidio colectivo y quienes en nombre de la especie asumen con conciencia y pasión la defensa del agua, los recursos comunes, el derecho de existencia de los seres vivos y el equilibrio ecológico del planeta. Hoy la batalla final, suprema y decisiva es la lucha por la vida; contra la contaminación nuclear, química, genética y contra el quiebre de los procesos y tramas vitales, y en este panorama la lucha por el agua es la "madre de todas las batallas".

El agua, imposible olvidarlo, es anterior a la vida y por ello es su precursora. Sería entonces demasiado pretencioso decir que el agua es nuestra, pues nosotros no sólo nos bebemos al agua, sino que nosotros mismos somos agua. Agua y vida se confunden y se cofundan. El agua podría prescindir de los humanos, e incluso de los seres vivos y retornar a los tiempos remotísimos de sus batallas contra el fuego.

Pero lo que parece solamente un conflicto entre la sociedad humana y la naturaleza en realidad encierra una lucha en el interior del cuerpo social, entre una fracción de la humanidad que lucha por la vida contra otra aún más pequeña, cuya ceguera, cuya incapacidad para reconocer el abismo delante del camino se han vuelto patéticas. Son los mercaderes, hoy convertidos en poderosas empresas, los oligopolios diversos, los bancos internacionales, los gobiernos cínicos o miopes, los tecnócratas con piel de piadosos, los científicos deshumanizados, las burocracias.

Hoy debemos festejar, con y por el agua, que en todos los rincones del mundo la sociedad civil, la gente que es la gente, hace un alto para gritar con los océanos y con los manantiales que el agua es de todos (incluyendo al resto de los seres vivos), que nadie tiene derecho a suprimir las lluvias, a secar los humedales, a embalsamar el agua de los bosques. De Cochabamba a París, de Uruguay a Cutzamala, la gente se organiza, lucha, resiste, se rebela, participa, logra acuerdos, nuevas legislaciones para detener la voracidad corporativa, el contubernio de los gobiernos, la complicidad de los bancos mundiales para privatizar el agua o volverla mercancía.

El agua está de fiesta, porque los humanos estamos aprendiendo que por su esencia es inalienable e inaprensible, que es libre, rebelde e indomable, y que como elemento esencial de la naturaleza responde con furia o sutileza, según se le trate. Para la ideología industrialista, cientificista y tecnócrata, que busca el dominio de los procesos naturales, la furia descomunal del agua herida o desquiciada no había sido considerada en sus cálculos técnicos ni en sus programaciones económicas ni en sus planes políticos. Y a esos sectores hoy el panorama se les complica. Frente al descuido humano, la rebeldía del agua sólo se había manifestado como una reacción meramente natural, como un desastre. Ahí están los eventos del año pasado mostrando la magnitud de la fuerza titánica del agua desbocada, convertida en Katrina, Stan, Rita y cuanto nombre se ocurra.

Hoy es diferente. Lo que hemos estado presenciando es el surgimiento de una nueva modalidad por medio de la cual protesta el agua. La presencia en las calles de la ciudad de México de 10 mil manifestantes demandando, no una idea política o religiosa, sino el respeto por el líquido vital ha sido un acontecimiento inesperado y novedoso. Y lo mismo ha sucedido con los cientos de voces surgiendo de diferentes geografías, contextos sociales y culturales e historias de vida. En la brevedad de dos horas escuché emocionado un concierto polifónico en los discursos vigorosos y vibrantes de una pequeña mujer campesina de La Parota, del líder boliviano Oscar Oliveira, de un dirigente italiano y de otro de Sudáfrica, de un indígena de Xoxocotla, de madame Mitterand, de un enjundioso venezolano, de un ingeniero del norte de México, de un representante de Honduras y de la canadiense Maude Barlow.

El agua nos une y, en cierta forma, facilita que se exprese por toda la especie la unidad de nuestra diversidad. Si los humanos somos en esencia tres cuartas partes agua y el resto materia, ¿no seremos las simples expresiones humanizadas del agua rebelándose, exigiendo que se respete su función creadora, que es eterna, permanente, universal? ¿No somos agua defendiendo el agua?

* Fragmentos de la intervención del autor en el Foro Mundial del Agua el 17 de marzo de 2006.

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