Usted está aquí: viernes 24 de marzo de 2006 Opinión El camino hacia el terrorismo de Estado

José Steinsleger/I

El camino hacia el terrorismo de Estado

Ampliar la imagen La junta militar encabezada por Videla (centro); a sus flancos, Massera y Agosti. A la derecha, la presidenta Isabel Martínez de Perón junto al burócrata sindical Lorenzo Miguel FOTOApyarchivo

Ampliar la imagen La junta militar encabezada por Videla (centro); a sus flancos, Massera y Agosti. A la derecha, la presidenta Isabel Martínez de Perón junto al burócrata sindical Lorenzo Miguel FOTOApyarchivo

El periodo que se abre con la caída de Juan Domingo Perón (1955) y el de la dictadura militar (1966-1973), ha sido bien sistematizado por historiadores argentinos. Más oscuros son los tres años que van desde inicios de 1973 al golpe militar del 24 de marzo de 1976.

En parte, la confusión surge del vigoroso proceso de insurgencia de masas que tres presidentes constitucionales intentaron someter. Y en parte se trata de una confusión alimentada por el soterrado anhelo de quienes aún esperan la desaparición del peronismo, movimiento político que analizan con escuadra, compás y folletos de medidas convertibles en desuso.

Hace 30 años, en un contexto de aguda crisis institucional, las fuerzas armadas impusieron por vía violenta el modelo económico neoliberal que los partidos políticos profundizarían en "democracia" (1983-2001). El crimen, programado, frustró medio siglo de conquistas populares y redujo brutalmente la participación de los trabajadores en el ingreso, sepultándolos en fosas de humillación política y social desconocidas hasta entonces. ¿Cómo se llegó al fatídico desenlace?

Primavera otoñal

En marzo de 1971, el general Alejandro Agustín Lanusse dio un golpe dentro del golpe militar de 1966, y aceptó el retorno a las "instituciones republicanas" con la participación del peronismo, movimiento que estaba políticamente proscrito desde 1955. No fue una concesión gratuita. Sangre regada por el pueblo arrinconó al partido militar y a sus cómplices civiles.

A fin de sortear el veto legal de su candidatura presidencial, en su exilio de Madrid Perón diagramó el mecanismo de retorno al país. A su lado, dos personajes tenebrosos: Isabel Martínez de Perón y el secretario privado José López Rega, "el brujo". En noviembre de 1971, Perón nombró a Héctor Cámpora su delegado personal en Argentina.

Poco meses después, el hombre de confianza fue ungido candidato del Frente Justicialista de Liberación. Peronista de la primera hora, político leal y de bajo perfil sin vuelo propio, el doctor Cámpora era un apacible dentista pueblerino que tras el golpe de 1955 fue a dar con sus huesos en una cárcel patagónica, de donde se fugó con otros dirigentes.

La táctica dio resultado. En las elecciones del 11 de marzo de 1973, Cámpora obtuvo 49.5 por ciento de los votos y Ricardo Balbín (Unión Cívica Radical), 21 por ciento. El peronismo ganó todas las gobernaciones de provincia menos una, 45 de 69 bancas de senadores y 142 de 243 bancas de diputados.

"¡Duro!, ¡duro!, ¡duro!/ a los yanquis darles duro!"; "¡Se va'cabar! ¡Se va'cabar!/ ¡la burocracia sindical!" Al calor de coros multitudinarios el nuevo presidente de los argentinos asumió el poder el 25 de mayo de 1973 flanqueado, entre otros, por los presidentes de Chile y Cuba, Salvador Allende y Osvaldo Dorticós.

Ese día, miles de personas se estacionaron frente a la cárcel de Villa Devoto, exigiendo la libertad de los presos políticos. Antes de que el Legislativo empezara el debate del proyecto urgente de amnistía enviado por el Ejecutivo, grupos de militantes armados de sopletes abrieron las puertas del penal. Trescientas setenta personas salieron en hombros de la multitud.

Miles de estudiantes tomaron las calles en todo el país. El aerosol y las brochas de la juventud registraron la histórica fecha. Plazas y paredones fueron cubiertos de murales alegóricos y en una de las paredes laterales de la Casa Rosada alguien pintó "Casa Montonera".

En las avenidas, grupos de teatro montaban obras del repertorio universal, entonaban canciones revolucionarias y polemizaban de arte y sociedad con el público. En los colegios públicos y privados se cuestionó el "establishment liberal-brugués", y profesores sindicados como delatores de la dictadura fueron echados a puntapiés.

Materias como "Instrucción Cívica" y "Educación Democrática" (impuestas por los militares y la Iglesia católica) se sustituyeron por "Análisis de la realidad nacional". En la Universidad de Buenos Aires, los periodistas preguntaron al nuevo rector, Rodofo Puiggrós, por qué había nombrado a Mario Kestelboim decano de la Facultad de Derecho, y respondió: "Es joven -tiene 28 años- en una facultad de viejos; es peronista en una facultad gorila; es de izquierda en una facultad de derecha y es judío en una facultad fascista".

Puiggrós acabó con la injerencia del Servicio de Informaciones del Estado en los nombramientos académicos, expulsando de las aulas a los representantes de las fundaciones culturales estadunidenses. En el sector público, los jóvenes tomaban las oficinas de los jefes sindicales identificados con la represión y Esteban Righi, joven ministro de Interior, leyó un discurso ante jefes y oficiales de la Policía Federal, exhortándolos a no reprimir al pueblo.

En La Prensa y La Nación, bastiones tradicionales de los grupos oligárquicos, agrios comentarios denotaban el sentir de los sectores más oscurantistas y retrógrados del país. Las fuerzas armadas dieron un paso al costado y en el horizonte pampero se formaron densos nubarrones de tormenta.

"Socialismo nacional"... ¿cómo quiere el general?

El regreso definitivo de Perón tuvo lugar el 20 de junio de 1973. Días antes, un decreto presidencial le había restituido su grado, jerarquía y honores militares. Tres millones de personas se encaminaron hacia el aeropuerto internacional de Ezeiza, y lo que pensaban sería fiesta popular acabó en luto nacional. Una emboscada organizada por la derecha peronista, frustró el encuentro de las masas con su líder.

El avión de Perón aterrizó en un aeródromo cercano. Ya en su residencia, donde los jóvenes entonaban "¡Perón!, ¡Evita!/ ¡patria socialista!", el general omitió referirse a la masacre y advirtió: "Nada de socialismo. Nosotros somos lo mismo que éramos hace 25 años. Hay que dejarse de agitar consignas, acatar la autoridad y que el gobierno gobierne".

Sociólogos y politólogos entendidos en "populismo" revisaron sus manuales y lamentaron que las librerías vendiesen textos que no les permitían interpretar la realidad. Menos histéricos, los grupos económicos quedaron gratamente sorprendidos. Entonces, el Partido Justicialista (PJ) y la Confederación General del Trabajo (CGT) pasaron a la ofensiva. Estando Perón en el país, nadie podía cuestionar su autoridad.

El 10 de julio, Cámpora entregó su renuncia. Raúl Lastiri (yerno de López Rega) ocupó la presidencia interina y convocó a nuevos comicios generales. El 23 de septiembre, el binomio Perón-Isabel obtuvo 62 por ciento de los sufragios emitidos (7 millones de 400 mil votos), seguido de "Balbín-De la Rúa" con 24.2 por ciento (2 millones 900 mil votos).

En los ocho meses y medio que gobernó Perón, la Juventud Peronista (JP) manejó la hipótesis del "cerco derechista" en el entorno del líder. Sin embargo, ya Perón había designado a López Rega su "interlocutor" con la JP combativa. Y a su vez, "el brujo" había formado su propia JP "de la república argentina", que la legítima llamó "jotaperra".

Los hechos desmintieron la hipótesis de la JP. En la primera semana de febrero de 1974, Perón trató de "idiotas útiles", "infiltrados" y "estafadores" a los izquierdistas del movimiento. Dos meses más tarde, el idilio tocó a su fin: en el acto de masas del primero de mayo, celebrado en la histórica plaza, Perón denunció a los "mercenarios al servicio del dinero extranjero".

La JP replicó: "¡No queremos carnaval/ asamblea popular!" Enardecido, Perón tildó a los jóvenes de "imberbes" y "estúpidos". Fue cuando todo acabó. Desde el balcón de la Casa Rosada que mira a la plaza, Perón asistió a un espectáculo impensable: 80 mil jóvenes arriando disciplinadamente sus pancartas, le dieron las espaldas y procedieron a retirarse lentamente. El mítico lugar donde el 17 de octubre de 1945 los trabajadores lo habían parido como líder nacional, quedó vacío.

Doce días después Perón trató de enmendar las cosas. En mensaje televisado responsabilizó a "los industriales, sindicalistas y algunos diarios oligarcas" de la crítica situación del país. La "tercera posición" llegaba a su fin. Perón murió el primero de julio, con el "brujo" López Rega haciendo conjuros a sus pies. Sollozando y sonándose los mocos, Isabelita preguntó: "¿y el anillo de oro del general?"

 
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