Carne y alma
Como dice el verso de Sabines: la música de Bach mueve cortinas. Y montañas, y lo que más que dos carretas por su sensualidad mística y en éxtasis. Ninguna música ha sido glosada más que la de Bach. Además de los ejemplos jazzísticos y de la cultura rock, existen prodigios como el disco titulado Lambarena (Sony Masterworks) que hace un decenio reseñamos en el Disquero y que para la fiesta de cumpleaños de papá Bach amerita recuperarlo en el tornamesas, porque es una celebración de la vida, del espíritu y la carne, pues se trata nada menos que del entrepiernado de la música de Bach con la música africana, en una conjunción de talentos entre el compositor europeo Hugues de Courson y el compositor ghanés Pierre Akendengue.
Fugas, sarabandas, pasacaglias, polifonía trenzada entre los coros de niños africanos y las armonías religiosas bachianas y en medio retumban los tambores desde el centro de la tierra. Una verdadera maravilla, hipnótica y encantadora.