Usted está aquí: sábado 18 de marzo de 2006 Opinión Paisaje desolado con piano

Juan Arturo Brennan

Paisaje desolado con piano

Premisas para un silogismo fallido.

1. El auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes (CNA) es una de las más importantes salas de concierto del país.

2. Se encuentra, pared de por medio, junto a la Escuela Superior de Música (ESM).

3. Mauricio Náder, profesor en dicha escuela, es uno de los mejores pianistas mexicanos del momento.

4. Un recital de piano formado básicamente por estrenos de jóvenes compositores mexicanos es intrínsecamente interesante (en especial para la comunidad estudiantil musical), además de importante.

5. Un recital de entrada gratuita no desalienta a nadie por razones monetarias.

De las premisas citadas podría inferirse, lógicamente, un recital bien atendido, al menos por parte de las comunidades específicas del CNA y de la ESM. Sin embargo, es bien sabido que la lógica no es nuestro fuerte, y que la validez y claridad de las premisas no siempre garantiza silogismos exitosos.

Me pregunto entonces, retóricamente, las razones por las cuales el reciente recital gratuito de Mauricio Náder en el Blas Galindo con estrenos mexicanos resultó un enorme fiasco de público. ¿Qué tan enorme? Un gran total de 23 asistentes ¿Una veintena de asistentes al Blas Galindo para un recital de Náder? Algo no funciona bien, evidentemente, en los distintos niveles de promoción, difusión y convocatoria.

Y, sobre todo, algo sigue funcionando muy mal en el ámbito del compromiso de la comunidad musical con los asuntos que debieran interesarle. Porque descontando a los compositores presentes y sus acompañantes, en realidad el público no pasó de 10 personas esa noche. Sí, el contenido estrictamente musical del recital fue irregular y perfectible, pero la única forma de que nuestra música muy nueva sea conocida y valorada en sus propios términos es que haya oídos para escucharla y analizarla. Y esa noche, 46 orejas me parecieron pocas, muy pocas.

Coral, de Juan Pablo Medina, se basa en reiteraciones motívicas y armónicas y un uso extenso del pedal del piano, con el resultado de un ámbito sonoro de gran resonancia. Los campos armónicos de la pieza se acercan y alejan de fugaces centros tonales y, más tarde, el discurso se hace más diversificado y contrastante, sin alejarse demasiado de sus primeras afirmaciones.

La suite Colormóviles, de Aleyda Moreno, propone en sus movimientos externos la acción directa del pianista sobre las cuerdas del piano con objetos diversos. En el movimiento central, un ambiente sonoro enrarecido, hasta cierto punto evocativo, con reminiscencias del estilo tintinnabulum del compositor estonio Arvo Pärt. Obra de colores relativamente atractivos, pero demasiado simple en concepción y desarrollo.

Sabino, de Rodrigo Macías, se orienta más al movimiento que al ambiente, mediante una motricidad uniforme y acentuada, que crece en intensidad y textura hasta un clímax de alto nivel de energía sonora. Danza y toccata, de Alexis Aranda, fue la pieza más pianística de la sesión, poniendo en evidencia el entrenamiento del compositor como ejecutante. Fue, asimismo, lo más estructurado en cuanto a desarrollo, con gestos y figuras que representan fugaces alusiones estilísticas bien integradas al discurso original. Obra compacta, concisa y sin paja sonora en su contenido.

La Sonata de Víctor Ibarra también es una obra de buena estructura y contenido específicamente pianístico, con diversas referencias a formas y géneros establecidos. Interesante en particular su combinación de fuga con marcha fúnebre. Juan José Bárcenas presentó su Estudio de resonancia III, de grandes contrastes dinámicos, con modificación electrónica enfocada sobre todo a la creación de numerosos y bien graduados planos acústicos, complementados con sugestivas sonoridades que no contradicen la sonoridad acústica original del piano. Finalmente, SOS, de Enrico Chapela, complejo discurso polirrítmico, nervioso e hiperactivo (como toda su música), pero bien articulado. La audición de la obra provoca la impresión de la superposición de un moto perpetuo sobre otro, y la pieza concluye como un mecanismo que agota su fuente de poder y se detiene.

En suma, un recital interesante que merecía más atención, y que tiene aristas irregulares por pulir, cosa que sin duda ocurrirá en sus repeticiones subsecuentes como parte del proyecto de Mauricio Náder apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Pero si va a ser de veintena en veintena de oyentes, esta música nueva, como tanta otra, caerá pronto en el olvido. No debe ser.

 
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