PENULTIMATUM
Table dance, ¿acto cultural?
EN ESTOS DIAS, a los sistemas de Internet de Televisa han llegado numerosos mensajes exigiendo la reanudación del programa cultural más novedoso y de mayor rating patrocinado por dicha empresa en los pasados 50 años: el concurso Miss Table Dance. Tan importante aportación a la cultura nacional se transmitió por primera y única vez en 2004 y estuvo a cargo del programa por excelencia de Televisa: Otro rollo, que anima el carismático conductor Adal Ramones. En ese entonces, y luego de competidas muestras del arte del tubo, una veracruzana, Dubraska, se alzó con la corona y el derecho de representar a nuestro país en el concurso mundial de table dance que cada año se celebra en Holanda. Ramones aclaró que, además, este certamen abriría camino para ''dignificar el trabajo de las bailarinas y hacer que la sociedad mexicana abra más su mentalidad para apreciar esta actividad como una muestra artística y erótica, y no como algo denigrante".
SIN EMBARGO, Dubraska no pudo viajar a Holanda a buscar el tubo mundial mientras, se asegura, un alto ejecutivo de Televisa recibió sugerencias de un cardenal mexicano para suspender futuros concursos de Miss Table Dance, por ''despertar los más bajos instintos del hombre, incitar al relajamiento de las costumbres y atentar contra la familia". El purpurado logró su propósito. Se intentó que, por tratarse de un acto cultural, recibiera entonces apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, pero desacuerdos burocráticos impidieron obtener patrocinio. Ahora un grupo de artistas dedicadas al table dance buscan que TV Azteca retome la idea y el concurso lo dirija Lolita de la Vega.
ALGUNOS SE preguntarán por qué es cultural un concurso de table dance. La respuesta, con ropa de palabras o sin ella, está a la vista: El espectador (masculino en la mayoría de los casos) necesita doblegar sus pulsiones cuando ve en acción las habilidades coreográficas y anatómicas de las tablistas. Se ha comprobado que para doblegar la libido nada es tan útil como pensar en las grandes obras del espíritu. Así, en un reciente certamen en Berlín, los asistentes, sabiamente encuestados, dijeron que mientras veían los despliegues de las contendientes, para no precipitarse en el hoyo negro de los malos pensamientos pensaban en filósofos. El 44 por ciento manifestó haber revisado sus cursos de liceo de La crítica de la razón pura, de Kant; 30 por ciento dijo que mientras las bailarinas se aferraban al tubo, ellos pensaban en Fenomenología del espíritu, de Hegel; 80 por ciento afirmó estar concentrado en los presocráticos; el resto, 52 por ciento, se obstinó en reflexionar sobre las obras recientes de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, un filosofo mexicano muy de moda en los círculos anarquistas de Berlín. Así, el éxito del concurso de table dance refrendó la proclividad filosófica del pueblo germano.
ALGO SIMILAR pasaría en México si los dueños de Televisa no desconfiaran de la cultura metafísica de la raza de bronce que, como todo mundo sabe, ha crecido con un ojo en Sócrates y el otro en las bien torneadas piernas de la metafísica.