Las trasnacionales imponen su voluntad en el acto caracterizado por la desorganización
Lucro, principal objetivo del encuentro
El cuarto Foro Mundial del Agua es, sobre todo, un gran negocio. No sólo porque cada botella de agua cuesta a los asistentes cien por ciento más que en la calle, sino también debido a que, mientras los políticos del mundo discuten cómo cuidar el recurso e inclusive planean estrategias para hacer llegar el líquido a más de mil cien millones de personas que carecen de él, las compañías internacionales ofrecen las más modernas tecnologías en la materia, en una clara competencia por un mercado que tan sólo en 2002 significó 160 mil millones de dólares.
Así, los discursos inaugurales de este foro en el sentido de incrementar la inversión gubernamental parecen tener un solo destinatario: las empresas privadas, esas que impusieron por la mañana su criterio a los organizadores, quienes ordenaron que no hubiera agua gratis. Sin mayores explicaciones, en este foro el agua disponible es la privatizada.
Lo dijo desde el principio el secretario de Medio Ambiente, José Luis Luege Tamargo, ante todos los asistentes: "nada es tan natural como consumir agua embotellada, que representa una economía aproximada de 22 mil millones de dólares anuales". Tampoco es casualidad que, en su primer pronunciamiento oficial en el contexto del acto, el Banco Mundial se haya manifestado por incrementar las inversiones financieras en proyectos que "logren alcanzar la seguridad del agua", bajo la premisa que anima al modelo empresarial de esa entidad financiera: garantizar servicios de agua y drenaje eficientes, financiables y sostenibles.
Ni tampoco que el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) advierta, desde el primer día, que "la declaración preliminar del foro no tiene sorpresas", porque no incluye los temas que más importan a los pueblos, asociaciones no lucrativas y organismos no gubernamentales, por ejemplo el establecimiento de estándares mínimos indispensables para el manejo sustentable y equitativo de 263 ríos alrededor del mundo, cuyos cauces se extienden a dos o más países.
Es necesario recordar que hace aproximadamente una semana, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advirtió que los ríos más grandes del mundo se están secando. "Si la declaración preliminar que hemos visto es la misma que será aprobada al final del foro, no puedo dejar de preguntarme por qué los cerca de 120 ministros que acuden al acto se tomaron la molestia de asistir. El foro llama a la acción local, que es importante, pero los gobiernos que están fracasando en dar resultados no pueden delegar la responsabilidad en las comunidades locales", dijo Jaime Pittock, director del Programa Global del Agua de la WWF.
Está claro qué es lo importante: el negocio. No así que las disputas por el control del líquido hayan sido, y sean, una potencial causa de conflicto, o inclusive de guerra, para desgracia de las poblaciones civiles, como ha sostenido Jean Claude Mulli, de la División Médica del Comité Internacional de la Cruz Roja.
Y el negocio es otro tipo de guerra. En ello están cerca de 290 empresas, entidades, gobiernos y asociaciones que exponen sus productos, soluciones y avances tecnológicos, y que contrataron sus espacios de acuerdo con las tarifas vigentes: el metro cuadrado tuvo un costo de 300 dólares, con un mínimo de 18 metros; el paquete de nueve metros, con equipamiento básico, costó 3 mil 200 dólares por cinco días. Para muchos de ellos una buena inversión en un acto cuyo costo total se calcula en 15 millones de dólares, 5 de ellos aportados por el gobierno federal.
Un monto muy significativo en vista de los problemas de organización que son ya tema común entre los asistentes: ayer por la mañana, en el hotel Presidente, en Polanco, delegados, dignatarios y asistentes formaron una enorme fila para abordar los autobuses hacia el foro, y no había nadie en el módulo de información para orientar a los dignatarios extranjeros. Pagaron 300 dólares y ni siquiera les entregaron programa. Después de la inauguración, ignoraban qué seguía. No sabían dónde solicitarlo. Tampoco había nadie que pudiera ofrecer un sorbo de agua, aunque fuera embotellada.