Petroleana
En la última edición del ritual en el que Hollywood se felicita a sí mismo, la impresión de que las producciones gringas de 2005 hicieron a un lado el espectáculo frívolo para concentrarse en urgentes temas sociales es, a todas luces, falsa. Las películas premiadas o nominadas representan la excepción frente a los títulos que realmente gozan del favor del gran público -Las crónicas de Narnia, Los cuatro fantásticos, La venganza de los sith-, apenas reconocidos, si acaso, con premios en los rubros técnicos. La más exitosa de las candidatas, Secreto en la montaña, ocupaba un modesto lugar 29 en las recaudaciones del año y eso no bastó para que los miembros de la Academia, quizá reacios al concepto de cowboys gays, la prefirieran sobre Crash, inconfundible proyecto liberal que intenta expresar sus buenas intenciones con sermones moralistas.
Igual -dado ese contexto-, no deja de sorprender que se produzca una película como Syriana, cuya negativa a ser convencional y esquemática evoca los viejos, buenos tiempos hollywoodenses. El segundo largometraje del director Stephen Gaghan adopta una estructura similar a la de Traffic, dirigida por Steven Soderbergh (el guión es suyo), en la cual el petróleo sustituye a la droga como el motor de la historia. Sin embargo, Gaghan apuesta por una exposición más abstracta de una serie de personajes al parecer inconexos: un agente de la CIA (George Clooney) encomendado a una misión traicionera en Beirut; un abogado de Washington (Jeffrey Wright) que supervisa la fusión entre dos consorcios petroleros; dos príncipes árabes que rivalizan por heredar el emirato de su padre, uno de ellos (Alexander Siddig) más progresivo y asesorado por un analista estadunidense (Matt Damon), sin perder de vista a un par de refugiados paquistaníes que, ante el desempleo, optan por el terrorismo como último camino.
Lo admirable de Syriana es su voluntad de no ceder a la exigencia hollywoodense de lo explícito. Gaghan no adopta ninguna estrategia fácil para explicar lo que está sucediendo y, al principio, uno siente la necesidad de tomar notas para estar al tanto. Sin embargo, el desarrollo fluido aunque confuso de la narrativa va construyendo una palpable sensación de amenaza. En las antípodas del thriller político patriotero a lo Tom Clancy y más emparentado con los thrillers paranoicos de los 70 -Asesinos SA, de Alan Pakula, sobre todo-, Syriana expresa cómo los turbios negocios petroleros dominan la vida política y económica de gran parte del mundo. Nunca nadie pronuncia un discurso explicativo; sin embargo, los diversos hechos se van conjugando para pintar un inquietante mosaico sobre un poder tenebroso que controla la vida de los individuos en nombre de los intereses trasnacionales.
Sin duda, una visión repetida de la película ayudaría a esclarecer algunos detalles. Pero no es necesario, porque la naturaleza ambigua y misteriosa de la narrativa es parte de su efectividad. Ello obedece a un rigor apreciable de Ganaghan, que no permite la aparición de subtramas innecesarias o florituras formales que opaquen la línea crítica de su discurso. Ese mismo rigor ha evitado la caricaturización de los personajes, incluidos los árabes, tan susceptibles de ser estereotipados según lo exige la actual xenofobia gringa.
Si Syriana pudo realizarse se debe a la vigencia del Star System, curiosamente. Según se sabe, el principal factor de su producción ha sido el actor George Clooney, cuyo compromiso político de tendencia liberal lo ha llevado a ser uno de los principales detractores públicos del gobierno de George W. Bush.
Por lo general, fuera de pantalla, los galanes hollywoodenses han servido para alimentar las revistas de chismes y poco más. Clooney ha tenido la inteligencia de utilizar su popularidad y su consecuente poder ejecutivo para impulsar un cine interesante y arriesgado (su propia realización, Buenas noches, buena suerte, está prevista a estrenarse aquí la próxima semana). Nadie al verlo en sus inicios, ganándose el pan en The Return of the Killer Tomatoes, por ejemplo, lo hubiera adivinado.
Syriana
D: Stephen Gaghan/ G: Stephen Gaghan, sugerido por el libro See No Evil, de Robert Baer/ F. en C: Robert Elswit/ M: Alexandre Desplat/ Ed: Tim Sqyres/ I: George Clooney, Jeffrey Wright, Matt Damon, Chris Cooper, Christopher Plummer, Alexander Siddig/ P: 4M Film, Section 8 Production. EU, 2005.