Arbus y los lestrigones
Revelaciones es el título de la muestra fotográfica de Diane Arbus (1923-1971), de 200 obras, que se presenta en la ciudad de Barcelona. Esta magna exposición de la famosa fotógrafa estadunidense incluye imágenes consternadoras de la cara más oscura de la sociedad de Estados Unidos. La vida y la obra de Arbus parecen obstinarse en revelar la eterna lucha del ser humano entre la vida y la muerte, el duelo y la melancolía, la destrucción y la creación, lo bello y lo gotesco, el vacío y la plenitud.
Arbus, mujer de mirada aguda y penetrante, poseedora de una creatividad fuera de serie, buscó afuera los cíclopes y lestrigones que también dentro de ella habitaban. Arbus era la luz y la sombra. Como fotógrafa era una fortaleza, como mujer una frágil hoja al viento; un ser vulnerable y angustiado que con gran facilidad podía caer en el sol negro de la melancolía.
El trabajo la rescataba, la sostenía y daba sentido a su vida. Amaba la fotografía y en ella plasmaba la carga dolorosa de los seres a quienes retrataba y a su vez volcaba hacia fuera su atormentado mundo interior.
Fotógrafa de la parte oscura de la persona, del dolor y la soledad más extremas y de la condición extrema de la alienación. Terrible condición de la que parecía poder escapar tan sólo cuando se compenetraba con su cámara y salía de la zozobra para escapar a la sensación de plenitud que sólo el acto artístico, el hecho creativo puede proporcionar.
Allí era donde la espesa negrura de la alienación mediante la metamorfosis, vía la creatividad y el talento, podían ver la luz. Enanos, gigantes, idiotas, prostitutas y malformados adquirían protagonismo y hasta cierto grado de dignidad y belleza dentro de lo grotesco y consternador gracias a la lente de Arbus.
Nacida en una próspera familia judía, decidió dejar el bienestar y el glamur para ir a buscar la otra cara de la vida a la calle, al Metro, a los suburbios, a los prostíbulos, en lo grotesco, en los seres sufrientes, en el inframundo. Salió al encuentro de este mundo tan sólo acompañada por su Leica o su Rolleiflex.
Alguna vez confesó que salió al mundo a buscar la adversidad que no había conocido en su vida, ya que sentía que su seguridad era vivida como una sensación de irrealidad. La sensación de inmunidad le resultaba dolorosa.
Así, decidió visitar circos con seres monstruosos, hoteles de mala muerte, morgues y cementerios.
El horror la incentivaba para seguir con su labor creativa. Goya y sus seres amenazantes y amenazados eran también material de inspiración. Ella solía decir: ''Los monstruos nacen con traumas y pasan la prueba de la vida. Son aristócratas".
Sin embargo, Arbus no pudo superar esa prueba y tras ingerir una fuerte dosis de barbitúricos y cortarse las venas, falleció en Nueva York, a los 48 años.
Imágenes como Gigante judío en casa con sus padres en el Bronx, Nueva York (1970) o Gemelas, Roselle, Nueva Jersey (1967) ilustran la muestra de Barcelona hasta completar dos centenares de obras que hablan del viaje a Itaca de la enigmática y genial fotógrafa.
Arbus era más bien una persona solitaria. Sin embargo, entre sus amigos se encontraban Avedon y Eberstad. Admiró y se propuso superar la obra de fotógrafos de lo bizarro como Bellocq y Weegee. Fotografió a famosos como Jorge Luis Borges y Norman Mailer.
Su singularidad y talento son innegables. Encontró el sendero hacia la expresión artística en caminos complejos, tortuosos y oscuros, y allí pudo encontrar la instantánea precisa para mover y conmover el alma humana por derroteros alejados de la estética tradicional.
Recordó siempre un consejo fundamental de Brodovitch: ''Si ves algo que has visto antes, no aprietes el disparador". Eso la previno de cometer el fatal error de caer en lugares comunes.