Editorial
Mineros: 15 días de atropellos
Ayer se cumplieron dos semanas de la explosión en la mina de Pasta de Conchos, en San Juan de Sabinas, Coahuila, en la que 65 mineros quedaron atrapados. El saldo de estos 15 días va más allá de esos trabajadores fallecidos, de los heridos en el accidente y de las pérdidas económicas para Grupo México, empresa propietaria de la explotación. En este lapso, las autoridades federales han mostrado su determinación de proteger los intereses empresariales y su desprecio al sufrimiento de los deudos; el Sindicato Nacional de Mineros y Metalúrgicos ha sido fracturado por un embate injerencista del gobierno de Vicente Fox y éste ha perdido una nueva porción de credibilidad ante la sociedad.
La exasperación de los familiares de los mineros muertos, que se expresó ayer en una marcha en Nueva Rosita, crece conforme se prolonga el indignante trato de que han sido víctimas, ellos y sus parientes fallecidos, por parte de la empresa y de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, cuyo titular, Francisco Javier Salazar, ha dado en estos días una de las peores muestras de la insensibilidad, la arrogancia y la falta de escrúpulos que ha caracterizado al régimen foxista. En efecto, del 19 de febrero a la fecha, la corporación y la dependencia federal, en una connivencia que no logra ser ocultada a la opinión pública, no han proporcionado a ésta ni a los deudos una explicación puntual de lo ocurrido ni de la suerte de los mineros fallecidos; han jugado, ambas, con las esperanzas y el dolor de las familias y han buscado, sin que se sepa por qué motivos, enturbiar todo lo relacionado con el accidente de Pasta de Conchos.
La infamia va más allá. La Secretaría del Trabajo ha aprovechado una circunstancia de dolor y muerte para operar un cambio de dirigencia en el sindicato de los mineros, acción que desmiente cualquier propósito democrático que pueda esgrimir el foxismo a estas alturas. Aprovechando, además, la mala imagen y los dudosos antecedentes del líder Napoleón Gómez Urrutia quien llegó al cargo por "herencia" de su padre, el grupo gobernante ha dado en la organización gremial un golpe de mano muy semejante a los perpetrados por el gobierno salinista en los sindicatos petrolero y de la educación, en los que cambió a dirigentes corruptos y antidemocráticos por otros que no lo eran menos pero que resultaban, al menos, obedientes a la Presidencia.
Las familias de los mineros fallecidos reclamaban ayer a Fox, con sobrada razón, su deplorable indiferencia ante la suerte de los trabajadores. "Envió rescatistas a Indonesia cuando el tsunami, envió soldados a Nueva Orleáns cuando Katrina, y no fue capaz de hacerse presente en Pasta de Conchos", le reprochaban. Un reclamo igualmente procedente es que Los Pinos cometió un atropello típico del priísmo contra un sindicato independiente, que para perpetrarlo pisoteó la legalidad y los estatutos de la organización agredida y que lo hizo, además, cuando la comunidad de mineros de Nueva Rosita se enfrenta a una tragedia.
Resulta inevitable preguntarse cuánto más puede crecer, en los nueve meses que le quedan al foxismo en el poder, el ya abultadísimo memorial de agravios que la sociedad del país le guarda a este gobierno que se pretendió "del cambio", y que resultó algo así como más de lo mismo, pero peor.