Usted está aquí: domingo 5 de marzo de 2006 Opinión EJE CENTRAL

EJE CENTRAL

Cristina Pacheco

El porvenir de las tienditas

En Filomeno Mata 18 se encuentra Regalos y Tabacos. El establecimiento, que abrió sus puertas en 1947, mide cinco metros de frente y 10 de profundidad. La penumbra y las gradas de una escalera que ya no conduce a parte alguna contribuyen a darle el aspecto de un escenario donde sólo quedan restos de utilería: un mostrador, anaqueles con pastelitos y frituras, vitrinas con cajas de puros y, en el aparador, una pipa que se calienta al sol.

En este teatro del México de 2006 hay un solo personaje: Angelina García. Pequeñita, serena, inteligente, habla en tono firme. Su monólogo es interrumpido con frecuencia por los compradores de todo y de nada. Sus voces juntas entonan el coro de la prisa y la necesidad de engañar el hambre antes de volver al trabajo.

Llega al establecimiento un señor con sombrero y portafolios. Da un vistazo a los anaqueles y sonriendo pide un "sándwich de tres pasos". Angelina se disculpa por no vender ese producto y más por no conocerlo. El hombre ríe con expresión infantil: "¿Tampoco ha probado esos sándwiches? ¡Qué bueno! ¿Sabe por qué se llaman así? Porque después de darles la primera mordida uno apenas da tres pasos y cae muerto". Entusiasmado por la reacción que nos causó su broma, elige un cuernito con jamón, paga y sale.

Angelina observa a su cliente mientras se aleja de Regalos y Tabacos balanceando el portafolios con aire desenfadado: "Lástima que los pequeños comercios se estén acabando. Tienen muchas ventajas, entre otras permiten la convivencia. Es muy agradable entablar una conversación, hacer bromas. Esos momentos son gratificantes y más en estos tiempos, cuando todo el mundo anda temeroso por la inseguridad y angustiado por la situación económica".

Ayer y hoy

El 19 de noviembre de 1981 Angelina García comenzó a trabajar en Regalos y Tabacos: "Ese día cayó en sábado. La tienda era preciosa. La vitrina del lado derecho estaba llena de juguetes y muñecos de todos los materiales: desde porcelana hasta peluche. En la vitrina del lado izquierdo exhibíamos cigarros, pipas, latas de tabaco, cajas de puros cubanos finos -Partagaz y Montecristo- y también mexicanos, porque los de Veracruz son muy buenos. Además, teníamos un amplio surtido de pastillas y caramelos: el fumador siempre los compra para refrescarse el aliento".

En su primer día de trabajo atendió a muchos clientes y uno solo de ellos hizo un consumo de 49 pesos: "En estos tiempos nadie me hace una compra por esa cantidad. Para alcanzar esa cifra tengo que vender muchas paletas, refrescos, agua y lo demás que tenemos aquí. Aquel 19 de noviembre me sentí feliz, como si hubiera alcanzado un logro muy importante. En realidad así fue, porque no conocía este ramo del comercio".

Originaria de Guadalajara, Angelina trabajó en una línea de transportes hasta 1959: "Entonces me casé y me dediqué a mi familia. Todo iba bien, pero por desgracia mi esposo murió de un infarto en el 81. Quedé viuda con cuatro hijos y una pensión de 2 mil 500 pesos que apenas me alcanzaba para la renta.

"Tenía que buscar la forma de cubrir los otros gastos: comida, transporte, agua, luz, gas, ropa, medicinas. Me pasaba las horas pensando en qué haría para sacar adelante a mis hijos. La solución me llegó por donde menos lo esperaba. Una vecina se enteró de la muerte de mi esposo y a la hora en que coincidimos en el supermercado me preguntó qué proyectos tenía. Trabajar en lo que pueda, porque no es momento de quedarme con los brazos cruzados, respondí. Me dijo que su sobrino Fernando trabajaba con la dueña de una tabaquería y que como era propietaria de muchos otros negocios siempre estaba necesitando personal.

"No pensé que la intervención de mi amiga fuera a tener buenos resultados. Me equivoqué; Fernando, sin conocerme, me recomendó con la dueña de Regalos y Tabacos. Ella enseguida me contrató como ayudante de la cajera. Acepté encantada y a la mañana siguiente me presenté aquí.

"Mi compañera me dijo que, mientras aprendía, me dedicara a envolver los regalos. No tuve un minutos de descanso porque llegaban clientes a toda hora, en especial al mediodía, y por eso ni tiempo tuvimos para comer. El hecho de estar siempre tan ocupada no se me hacía gravoso; por el contrario, me gustaba estar en una calle animadísima con un comercio muy variado: en la esquina con 5 de Mayo estaba la joyería Romay, después el restaurante La Antequera, enfrente uno vegetariano, cerca El Pavito, donde preparaban unas tortas muy buenas, luego la papelería y nosotros."

En el recuerdo de Angelina, la calle de Filomeno Mata semejaba una colmena: "La actividad no se veía nada más en los comercios que dan a la calle. En los edificios de enfrente los segundos pisos estaban ocupados por toda clase de talleres. Había muchos trabajadores que eran clientes. Entre ellos y la gente que pasaba todos teníamos buenas ventas. Lástima que ya no sea así".

Los que pagan el progreso

A lo largo de 25 años Angelina García ha seguido el proceso de una destrucción que afecta sobre todo a los pequeños comerciantes y daña la convivencia en la ciudad: "De los antiguos comercios de Filomeno Mata sólo quedan la papelería y nosotros; los demás desaparecieron o cambiaron de giro. Los nuevos comerciantes que se establecieron aquí también fracasaron. Los talleres cerraron y los segundos pisos llevan meses vacíos. Esta calle, tan animada en otro tiempo, se ha ido aquietando. Con todo y que ahora está muy bonita, hay veces en que no pasa nadie".

Angelina explica con toda claridad las causas de esta crisis al parecer sin salida: "En primer lugar, el aumento arbitrario y desmedido de las rentas. Por este localito estamos pagando 15 mil 272 pesos mensuales, más los gastos de mantenimiento, porque los dueños -una institución de beneficencia propietaria de toda la cuadra- no quieren invertir ni un solo centavo. A los comerciantes que están en Madero les va peor: por un localito les piden hasta 58 mil pesos mensuales. Con las ventas tan bajas, ¿quién puede pagar esos alquileres?

"Si nuestras ventas son raquíticas se debe a que las personas ya no vienen de compras al centro. Temen la inseguridad -toco madera de que a nosotros no nos haya afectado-, las marchas y los plantones. Otra cosa que nos afecta terriblemente es el comercio ambulante. Comprendo que la situación económica lleve a las personas que no encuentran empleo a vender en la calle, pero eso no justifica el desorden y la competencia desleal. No estoy pidiendo que los quiten, sólo que los convenzan de vender productos distintos a los que tenemos en los comercios establecidos. Ese principio se respetaba en lo que llamábamos la manzana de oro: del Eje Centro al Zócalo y de Donceles a Uruguay."

Los seven eleven del apocalipsis

La dificultad de los pequeños comercios para sobrevivir se ha vuelto intolerable desde que aparecieron las llamadas en spanglish "tiendas de conveniencia".

"Los Oxo y los Seven Eleven están por todas partes: Madero, Isabel La Católica, Bolívar, 16 de Septiembre, 5 de Mayo. Trabajan las 24 horas. Venden cigarros, refrescos y aguas, lo mismo que nosotros, pero además tienen otra mercancía. Como las adquieren en grandes volúmenes los proveedores les dan buenos descuentos y plazos para pagarles de 30, 60 y 90 días.

"Nosotros no tenemos esas facilidades. Como les compramos poco, los proveedores no nos dan plazos: tenemos que pagarles al recibir el pedido. Antes teníamos la ventaja de no pagar el IVA sobre la venta de cigarros y refrescos, pero a partir de 1992 nosotros tenemos que cubrir ese impuesto como si fuéramos comerciantes en grande."

Ante esta ofensiva de tantos ejércitos enemigos, los pequeños comercios no tardarán en desaparecer: "Y lo lamentaré muchísimo, porque todos saldremos perdiendo: el gobierno, al que le pagamos buenos impuestos, dejará de percibirlos; el Centro Histórico, al que le damos un toque muy especial, muy mexicano, perderá un atractivo. Desde luego también saldrán afectados los consumidores, que ya no tendrán estos remansos, estos pequeños espacios de convivencia.

"Los empleados que, como yo, hemos pasado buena parte de nuestra vida atendiendo los pequeños comercios, acabaremos por sumarnos a la enorme lista de desempleados. Ya no soy joven. A mi edad quién va a darme trabajo. Nadie. Entonces a lo mejor no tengo más remedio que convertirme en otra comerciante en vía pública."

El remate

Poco después de entrevistar a Angelina García le llamé para saber cómo le había ido: "Mal: nos asaltaron. La madrugada del día primero entraron unos ladrones y se lo llevaron todo, inclusive el dinero de la renta. Fuimos a levantar un acta. Vino el Ministerio Público y nos permitió abrir la tienda. Después llegaron policías a tomar fotos. Nos dijeron que no tocáramos el taladro, las pinzas y el desarmador con que los asaltantes abrieron la puerta, porque iban a estudiar las huellas. Hoy es 4 de marzo y las autoridades no han regresado".

 
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