Usted está aquí: domingo 5 de marzo de 2006 Opinión El estado del arte en electricidad

José Antonio Rojas Nieto

El estado del arte en electricidad

Desarrollo económico y desarrollo energético van de la mano. Y, entre este último, lo eléctrico -muy ligado al desarrollo de combustibles- es fundamental. Aunque ya se enfrenta con tres problemas: 1) afectación al medio ambiente, por la depredación vinculada con la disposición de combustibles e, incluso, de zonas para el usufructo de energías alternativas; 2) incidencia en el cambio climático derivada de la disposición y el consumo de combustibles fósiles (el sector eléctrico es el mayor responsable con 40 por ciento de las emisiones de bióxido de carbono); 3) inseguridad en el suministro de combustibles o en el acceso a fuentes renovables.

En México estamos "metidos de lleno" en estos tres problemas. Y en la urgencia de garantizar una expansión eléctrica sustentable: suministro confiable, limpio, al menor costo posible y -que no se nos olvide- profundamente respetuoso de las comunidades afectadas por esta expansión. Este imperativo trasciende cualquier sexenio. Y exige el máximo cuidado en el diseño de sus estrategias, pues la dinámica de la expansión eléctrica es, para decir lo menos, decenal o quincenal.

¿Qué hacer para enfrentarla adecuadamente? Entre otras cosas atender continua y rigurosa mente los cambios técnicos que se vislumbran. Y es que -hay que decirlo- existe una gran expectativa en torno a diversas tecnologías. Su renovación. Su surgimiento. Su maduración. ¿De qué se trata? ¿Qué opciones tenemos en el futuro inmediato, por ejemplo, en generación, en transmisión, en almacenamiento, y en las tecnologías de consumo y uso final? Tomo prestada la reflexión de Tooraj Jamasb, William J.Nuttall y Michael G.Pollit, del grupo de investigación en la problemática eléctrica de la Universidad de Cambridge (New electricity technologies for a sustainable future, en http://www.electricitypolicy.org.uk/).

Lo primero, los mecanismos para controlar las emisiones de bióxido de carbono y evitar la deforestación. Sustentar la expansión eléctrica en combustibles fósiles es ineludible. Pero también insostenible e insustentable, social, ambiental y económicamente. Urge buscar alternativas (nada cercanas, por lo demás) y garantizar un uso cada vez menor de energía para lograr los mismos o más satisfactores: iluminación, calefacción, calor de proceso, motricidad. En este campo no hay esfuerzo pequeño. No olvidemos, además, que cerca de mil 700 millones de personas (casi 17 veces la población de México) en el mundo no cuentan aún con electricidad. Tampoco que la electricidad sólo satisface entre 15 y 20 por ciento de las necesidades finales de energía. Por eso debiera ser incuestionable priorizar el gasto en investigación energética.

Lo segundo, las renovables. Tampoco hay esfuerzo pequeño. Pero no hay magia. Las actuales renovables representan y representarán un porcentaje muy limitado del balance eléctrico. Cuando la gran hidroeléctrica dominó, sobresalió. Ya no. La generación con base en el viento ya disponible registra elevados costos, que pudieran disminuir con el incremento en el tamaño de las turbinas. Las celdas fotovoltaicas también están disponibles y se estudia a fondo cómo disminuir sus costos de producción, lo que permitiría bajar los todavía altos costos de generación. Tienen enorme ventaja: resuelven problemas de comunidades alejadas de las grandes redes. Queda pendiente el problema de baterías de almacenamiento, por la falta de respaldo de la red general. Y aquí juegan un papel central los paneles solares cercanos al consumo y vinculados a un desarrollo urbano planificado. La generación de la biomasa (residuos y desperdicios orgánicos, básicamente) tiene tres alternativas: conversión biológica, conversión física y conversión térmica. Esta última -basada en la combustión de los residuos y la generación de gases- se explora con más detenimiento, por la mayor eficiencia que registra. Pero todavía es utilizable en pequeñas escalas y con altos costos. Finalmente, la generación con olas de ciertas costas en el mundo (norte de Escocia, por ejemplo) se ha probado, pero sigue teniendo altos costos.

Hay más tecnologías a comentar luego: las de "capturar" o "secuestro" del carbono. El regreso de la nuclear, con su enorme ventaja en cuanto a emisiones, pero sus dificultades sociales y políticas severas. Incluso de costos, que una vez elevados los precios de los combustibles fósiles -como sucede actualmente- podría resultar más atractiva. Finalmente, la microgeneración y la generación distribuida, con base en turbinas de gas de muy alta eficiencia.

Será preciso completar nuestra reflexión con dos aspectos más: los cambios técnicos en conversión, transmisión y almacenamiento de energía eléctrica, por un lado. Y los adelantos tecnológicos en la utilización final de electricidad que, seguramente, modificarán los niveles y los patrones de la demanda de electricidad, por el otro. Todo esto debemos meditarlo bien. De veras.

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