Usted está aquí: domingo 5 de marzo de 2006 Opinión Aquí y allá, la guerra se está perdiendo

Jorge Carrillo Olea

Aquí y allá, la guerra se está perdiendo

Aquí y allá, la guerra contra las drogas se está perdiendo. Me refiero por lo menos a América del Sur, Centroamérica, México, Estados Unidos y Canadá. Cada país, cada región con sus muy particulares condiciones. No hay uno que escape a alguna de las formas del delito.

La situación en México ya es dura de describir, pero sí hay que señalar su constante agravamiento, constituido en el primer problema de Vicente Fox en su último tramo y la marca más imborrable de su gobierno. Las fuerzas del orden y su auxilio militar están rebasados a niveles nunca supuestos, y las reservas de creatividad, de refuerzos y hasta para sostener la lucha parecen estar agotándose.

De México se debe enfatizar que se sigue descansando en la supuesta efectividad de operativos casuales, debidos a soplos y denuncias y que la inteligencia no ha tomado el nivel de conducción que se le supone. El Instituto Nacional para el Combate a las Drogas, creado en 1993 para la atención integral del problema, fue desaparecido por la administración de Zedillo. El Centro de Planeación para el Control de Drogas (Cendro) -creado hace 15 años para la obtención y empleo de inteligencia especializada destinada exclusivamente al narcotráfico- fue desmantelado por este gobierno y convertido en un híbrido, que se supone responde a todo delito federal. Fox creó el 6 de enero de 2005 un gabinete de Seguridad Pública que él mismo preside y en el que no está incluido el procurador general de Justicia. De tal gabinete nunca se ha sabido nada sistemático. Las agencias federales obran en total descoordinación y hasta en competencia . ¡Y nos sorprende la situación actual!

Los gobernadores y presidentes municipales actúan en total desconcierto. No les quedan claras sus responsabilidades hoy señaladas en la ley, pero, para peor, si les quedara claro no disponen de personal fiel ni de técnicas ni de los medios materiales necesarios.

El Presidente se muestra satisfecho y orgulloso de que en recintos penitenciarios hay 50 mil procesados o sentenciados que él llama narcotraficantes. No aclara cuántas decenas de miles son solamente campesinos de los llamados amapoleros o mariguaneros, y que no son los reales criminales a los que se quiere referir.

En los Andes la producción de drogas se está multiplicando; Venezuela y Ecuador son ya significativos productores. A través de Argentina se exporta a Europa. En su producción la droga no reconoce fronteras, sino condiciones geográficas y climáticas. Su proceso y transportación hasta destinos de consumo lo determina solamente la demanda: donde hay demanda habrá oferta y la demanda está subiendo explosivamente.

Canadá exporta mariguana cultivada intramuros de muy alta calidad. Para todo el continente será muy difícil alcanzar logros significativos mientras no varíe la estrategia prohibicionista impuesta por Washington, que exige una cooperación comprometedora del resto de los países. Lo que se está generando es una enorme olla de presión donde cada país sufre o sufrirá su propio infierno.

Colombia, además de enfrentar un problema sin mengua, ha incorporado a la lucha hechos de violaciones de derecho humanos antes nunca vistos en ese nivel. En varias ocasiones, sostiene la ONU, las ejecuciones extrajudiciales fueron llevadas a cabo por fuerzas del orden que disfrazan los cadáveres y les colocan armas en las manos para simular combates. Entre los principales delitos asociados figuran la práctica masiva del secuestro, el uso de minas antipersonales, homicidios selectivos, masacres, desplazamientos forzados de civiles y reclutamiento de niños para usarlos de carne de cañón en la guerra. Son signos de desesperación y de descontrol.

Estados Unidos, a pesar de la aparente inclinación al consumo de drogas sintéticas, no pinta ante la expansión de la demanda por otros enervantes. Empieza a argumentar que las mafias no son estadunidenses, sino de origen hispano u oriental. No parece transcurrir una semana sin que se proclame: "la más grande captura en Georgia", "el mayor cargamento de drogas nunca hecho en Nueva York", "cortamos la cabeza al dragón", como anunció Robert Bender, jefe de la oficina de la DEA en San Francisco, en 1991. Poco después habría de descubrir que no fue dragón, sino hidra. Por más que lo oculte, Estados Unidos tiene sus propias mafias, el problema surge por su fuerza natural.

¿No será hora de que, olvidando elementalismos del pasado, impulsados o impuestos por Estados Unidos, haya una reunión especializada, sin ánimos protagónicos, sin retórica, que promueva una estrategia distinta y no estrellarse perennemente contra un muro? Al gobierno de Bush le daría un aire nuevo, un tema distinto de argumentación. Fox saldría con un alegato de clarividencia, de ajuste a los tiempos, de sabia autocrítica y autocorrección, y a la mayoría de los gobiernos latinoamericanos que acaban de inaugurarse o están por hacerlo, ¿no les vendría bien una estrategia nueva y promisoria?

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