Conspiraron Garzón y Aznar contra el PSOE
Ex policía denuncia en un libro conjura para quitar el poder a Felipe González
Ampliar la imagen El juez Baltasar Garzón y el ex presidente del gobierno español José María Aznar durante visitas a México Foto: La Jornada y José Núñez
Ampliar la imagen El juez Baltasar Garzón y el ex presidente del gobierno español José María Aznar durante visitas a México Foto: La Jornada y José Núñez
Ampliar la imagen Felipe González, ex líder del PSOE Foto: Reuters
Madrid, 10 de febrero. Un nuevo escándalo desató el libro de memorias del ex policía español José Amedo, quien reveló los entretelones de una conspiración maquinada en 1994 con el propósito de arrebatar el poder al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), entonces encabezado por el presidente Felipe González.
Los protagonistas de esta historia de corrupción, manipulación de la justicia y pagos al margen de la ley a testigos protegidos son cuatro personajes de la escena política española: el magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón; el ex presidente del gobierno del Partido Popular (PP) José María Aznar; su mano derecha de entonces, Francisco Alvarez Cascos, y el director del periódico El Mundo, Pedro José Ramírez.
El libro La conspiración, el último atentado de los GAL fue escrito por Amedo, ex subcomisario de policía y ex integrante de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), comando paramilitar creado por el gobierno de González para interceptar, torturar y asesinar a miembros de la organización separatista vasca Euskadi Ta Askatasuna (ETA).
El texto, editado por Espejo de Tinto y del que se publicó un adelanto en la edición de hoy del diario El País, describe diversos encuentros en las oficinas del juez Garzón en las que se realizaron negociaciones para consumar una venganza política contra el PSOE, porque el entonces presidente González no lo llamó a formar parte del gabinete.
La conspiración orquestada por la derecha española para hacerse con el poder era un asunto de vox populi.
Sin embargo, hasta ahora ninguno de los implicados se había atrevido a romper la ley del silencio que impera en estos asuntos, con el fin de señalar directamente a sus protagonistas.
En la versión de Amedo llama la atención el papel que desempeñó el juez Garzón, quien se define de izquierda y defensor infranqueable de los derechos humanos y de la justicia universal, pero quien es también tildado de "juez estrella", "torpe" en la formulación de sus autos de procesamiento judicial.
Garzón consiguió ser reconocido en el escenario internacional en 1999, cuando inició el procesamiento judicial y logró la detención del ex dictador chileno Augusto Pinochet.
Sin embargo, también destaca por las presiones que ha ejercido en años recientes a otros gobiernos, como el de México, en el proceso de extradición contra seis ciudadanos de origen vasco.
En su primera reacción sobre las revelaciones de Amedo, el presidente del PP, Mariano Rajoy, trató de descalificar al autor, al señalar que es "un señor al que el gobierno del PSOE puso al frente de los GAL, que era un grupo que se dedicaba a asesinar gente, aunque fueran terroristas".
Agregó: "Ese mismo partido que en su momento puso en marcha los GAL ahora quiere poner en marcha un proceso de negociación con ETA, que es lo dramático".
En un pasaje del libro, Amedo asegura que el periodista de El Mundo le confesó la implicación de Garzón -apodado Príncipe- y de Aznar en el asunto de los GAL, con el fin de desalojar del poder al PSOE y de llevar a la cúpula del gobierno ante los tribunales y, posteriormente, a la cárcel.
En el extracto publicado por el rotativo El País se señala:
"Abril de 1993. Amedo relata cómo Garzón interrogó de manera privada en su despacho a Michel Domínguez, policía condenado también por los GAL.
"El juez le indicó que estaría dispuesto inicialmente a solucionar su problema si contaba todo lo que sabía. Michel le dio las claves del secuestro (de Segundo Marey), no las pruebas. En ese momento Garzón los hizo salir del despacho para realizar una llamada telefónica. Eran las 19 horas. Veinte minutos más tarde volvieron a entrar en el despacho y Garzón les dijo que ya no había que decir nada, porque iba en las listas electorales de Madrid por el PSOE y que sería el próximo ministro del Interior. El se encargaría de solucionar la situación desde su nuevo destino. Finalmente, les encargó que dijesen a Amedo que siguiese callado".
Año y medio después de este encuentro, Amedo relata cómo en diciembre de 2004 Garzón amenazó al ex policía con meter a la cárcel a su mujer si no declaraba e implicaba a la cúpula del Ministerio del Interior de ese periodo:
"Las idas y venidas de mi abogado eran continuas. Hasta que un día me indicó que Garzón nos esperaba en su despacho a principios de diciembre (...) Como sabía de antemano nuestra forma de entrada, prácticamente clandestina y sin tener que pasar el control de ningún tipo de detector, iba en condiciones de realizar una vez más la labor que había practicado durante gran parte de mi vida profesional en los servicios de información: incautarme de las próximas horas de cara al futuro.
"La entrevista dio comienzo a las 18 horas. Fueron tres horas de acoso que no reflejó en acta judicial alguna, porque era una actuación, llamémosla judicial, absolutamente irregular.
"No se recató, ni sintió vergüenza alguna, al decirnos claramente que conocía los números de unas cuentas en Suiza de nuestras mujeres. Que sacásemos el dinero mientras no mandase la comisión rogatoria, ya que el dinero no le interesaba, y sólo quería que implicásemos a la cúpula del Ministerio del Interior.
"Asimismo, afirmó que conocía por la conversación con Domínguez, ajena a cualquier norma legal, las claves, no las pruebas, del sumario Marey y que actuaría contra nosotros si no implicábamos al gobierno. En un momento determinado, le espeté:
-Y de lo que me transmitían el año pasado Domínguez y Manrique, ¿qué? De estar callado, ¿qué? De ser ministro, ¿qué? De ser cómplice de usted en sus aspiraciones políticas, ¿qué?
-No sea indiscreto, esos eran otros tiempos, ahora se pone de este lado -dijo indicándome el sitio que ocupaba en su mesa- o, ya sabe, de nuevo a prisión y esta vez en compañía de su mujer. ¿Lo han indultado los que le dieron órdenes? No.
Tras el súbito cambio de postura del magistrado, Amedo da a conocer una confesión que le hizo Garzón en el encuentro:
"Pensará que soy un hijo de puta, pero no tiene otra salida que caminar de mi mano y romper de inmediato. Tengo retenida la comisión rogatoria a Suiza y no puedo hacerlo por más tiempo.
"Bueno, te doy unos días para que pienses si deseas volver a la cárcel. ¿Y tu mujer? ¿Cómo lo aguantaría? No debe ser grato para nadie y menos para sus hijas. Lo que tienes que hacer es no crearles más problemas y tomar la decisión adecuada (...) No tienes mucho tiempo para decidirte, en tus manos está tu destino".
El ex subcomisario Amedo fue una de las piezas clave de los GAL y del posterior proceso judicial contra sus responsables, por lo que fue condenado a 108 años de cárcel por seis delitos de asesinato frustrado, secuestro y torturas al ciudadano francés Segundo Marey, asociación ilícita y falsificación de documentos de identidad.
En otro capítulo de su libro de memorias, Amedo relató sus encuentros periódicos con el director de El Mundo, en su calidad de brazo ejecutor de una supuesta "conspiración" orquestada desde las más altas esferas de la derecha española y, para sorpresa de muchos, desde el juzgado de Garzón, motivado por venganza política.
Asimismo, confesó que él mismo recibió abundantes cantidades de dinero para implicar a la cúpula del entonces gobierno socialista en la trama del GAL, así como sendas promesas de Aznar y Garzón de que sería indultado con la llegada del PP al poder:
"El viernes 16 de diciembre de 1994, por la tarde, cuando la Audiencia Nacional estaba despejada de personal, abogados y periodistas, comparecimos de forma secreta Domínguez y yo, junto a nuestro abogado, ante un Garzón asequible y simpático.
"Comencé mi declaración, como hice ante Pedro J., asumiendo mi papel de arrepentido y dejando claro que asistía a ese acto judicial por propia voluntad (...) Nos convocó para el lunes 19, ya de manera oficial. El estallido controlado y público daba comienzo (...) Ese día sí, todo era riguroso. Asistían las demás partes del proceso con caras circunspectas y perplejas, ajenas a lo que se venía cociendo.
"A partir de ese momento, permanecí declarando lo pactado durante horas, profundizando y detallando todos los aspectos más delicados de la operación Marey (...) A altas horas de la madrugada, Garzón se acercó al lugar donde nos encontrábamos.
-Bueno, ya está, han declarado todos y, como era de esperar, no han reconocido los hechos. Es lo normal, están adoptando la misma postura que tomaste tú. Pero no hay por qué preocuparse, no tardarán mucho en ablandarse en la cárcel.
"Con un descaro absoluto nos contó todo lo que había manifestado cada uno de ellos, hecho insólito en un juez imparcial.
-Me da la impresión que el más débil de carácter es Planchuelo -me decía el Príncipe mirándome".
Amedo finalmente relata el momento en el que Felipe González declaró ante los tribunales por este trama:
"Hasta que el 20 de ese mismo mes compareció el que tenía que dar el gran golpe jurídico, el amigo de José María Aznar, el ex socialista Ricardo G. Damborenea, que tiró por elevación hasta lo más alto, hasta la pieza que más deseaban los artífices y diseñadores de esta maquinaria de venganza y asalto al poder: Felipe González (...) En septiembre de 1995, Garzón ya tenía enganchado en su convulso y prefabricado sumario al ministro del Interior de Felipe González y lo había remitido henchido de orgullo al Supremo.
"La banda de organizadores de todo esto estaba exultante. Faltaban pocos meses para que se cumpliesen todas sus aspiraciones. Eso me transmitían Pedro J. y el secretario de Cascos".