Usted está aquí: sábado 28 de enero de 2006 Cultura Conozca la música de Mozart júnior

Franz Xaver no poseía el genio de su padre, pero sí creó su propio mundo sonoro

Conozca la música de Mozart júnior

JESSICA DUCHEN THE INDEPENDENT

Ponga el lector en la ranura el nuevo compacto The Other Mozart (El otro Mozart), y tal vez lo que escuche no sea lo que esperaba. Las canciones -27 en total- son a menudo breves al punto de la fragmentación; pizcas de ideas, sombras subdesarrolladas de lo que pudo haber sido, que alcanzan una culminación hermosa aunque breve en obras posteriores. Sin duda Franz Xaver Mozart no poseía el genio de su padre, pero tiene un pequeño mundo de sonido propio, en el que con frecuencia emula a papi y a veces recuerda a Schubert, su contemporáneo, pero impregnado de una elusiva mezcla personal de inocencia infantil y persistente melancolía.

Franz Xaver Mozart nació en 1791, menos de cinco meses antes de la muerte prematura de su padre, Wolfgang Amadeus. De allí en adelante él, por decisión de Constanze, su madre, tendría que llevar el manto musical de su padre. La muerte de Wolfgang dejó a la familia prácticamente en la inopia; Constanze no tenía más que el nombre de Mozart para sostener a sus hijos. En pinturas se aprecia que Franz Xaver era el vivo retrato de su padre: la misma mirada profunda y perceptiva, las cejas pobladas y rectas, el enérgico mentón. Fue el menor de seis hijos, sólo el segundo que sobrevivió a la infancia y, en vista de que su hermano mayor, Carl Thomas, no mostró signos de talento musical, las esperanzas y aspiraciones de su madre se concentraron en él. Pronto le cambió el nombre a Wolfgang Amadeus. ''Se le conocía -relata la cantante Barbara Bonney- como Mozart el Hijo."

El disco de Bonney ha puesto por primera vez las canciones de Franz Xaver ante la luz pública. El año pasado se encontró con el material en forma puramente accidental. Convencida de que la hermana de Mozart, Nannerl, había escrito música propia, la versátil soprano estadunidense había buscado sus composiciones, sin encontrar nada. ''Entonces me puse a buscar la música de Leopold, el padre de los Mozart, y de pronto descubrí a Franz Xaver. Nunca había oído de él, así que me puse a investigar en el Mozarteo de Salzburgo, del cual fui alumna, y en Viena, en la biblioteca del Musikverein, y encontré un montón de canciones de arte para soprano. Daban la longitud perfecta de un cidí y sólo hubo dos que no pude rastrear, así que las grabamos todas. Sus conciertos para piano se han ejecutado, pero nadie había interpretado estas canciones. ¡Me siento como si hubiera descubierto una nueva especie!"

Es difícil pensar en algo más sicológicamente amedrentador para un músico en ciernes que tener por padre al fantasma de Mozart. Franz Xaver, a quien su madre con orgullo llamaba Volfi, gozó de todas las ventajas musicales, si no materiales, durante su infancia: entre sus maestros se contaron el pianista y compositor Johann Nepomuk Hummel, quien fue alumno de Mozart padre, e inclusive Salieri, el supuesto archirrival de Wolfgang, quien le enseñó canto. El muchacho hizo su debut en Praga a los cinco años de edad, cantando el aria de Papageno de La flauta mágica en un concierto en memoria de su progenitor. Después de trasladarse a la un tanto remota ciudad de Lemburgo (más tarde Lvov, en la Ucrania actual) como tutor musical privado, en 1807, logró hacer cierta carrera de pianista y disfrutó de una gira de conciertos que se prolongó varios años a partir de 1819. Sus canciones hacen evidente su destreza pianística: las partes del piano son extremadamente exigentes. El acompañante de Bonney, Malcolm Martineau, las interpreta de maravilla. ''A veces el piano tiene casi más que decir que la voz", comenta la cantante.

Tal vez el error profesional de Franz Xaver, después de sus años de gira, fue no salir de Lemburgo, aunque no está claro si fue por estar cerca de alguien a quien amaba o por poner distancia de las presiones de su madre. Constanze se había vuelto a casar; su segundo marido fue un negociante danés, Georg Nikolaus Nissen, quien escribiría una diligente biografía del primer esposo de su cónyuge, la cual fue objeto de censura doméstica. Franz Xaver no volvió a Viena hasta 1838, para intentar adentrarse en el mundo musical de la ciudad. ''Pero todos se rieron de él -refiere Bonney-, pues decían que no tenía el talento de su padre. Debió deprimirlo al máximo".

No fue esa la única tragedia en su vida. ''Muchas de estas canciones parecen haber sido inspiradas por su pasión hacia una mujer casada a la que nunca pudo conquistar", añade Bonney. Los textos que eligió, entre ellos poemas de Schiller, Rousseau, Grillparzer y Byron, así como de Anón (tal vez el mismo Franz Xaver), hablan una y otra vez de amor inalcanzable y anhelo insatisfecho. Cierto, tales emociones estaban en boga en la poesía de la época y aparecen en abundancia en las canciones de Schubert.

Bonney sugiere que, aparte de ciertas similitudes con el primer Schubert, así como la inevitable influencia del propio Mozart, la música de Franz Xaver muestra algunos chispazos futuristas. ''Comenzó a escribir canciones a los 17 años", señala, ''y mientras más se avanza en el tiempo más refinadas se vuelven. Por momentos apuntan a Weber e incluso a Verdi. Las que más me gustan son las escritas en 1820. Una del opus 27, Drei Deutsche Lieder (Tres canciones alemanas), llamada Berthe Lied in der Nach (Canción de Berthe en la noche), es una de las canciones más bellas que he escuchado. Es casi como Wagner: de pronto se encuentra uno pensando en el aria de Wolfram, de Tannhauser". Otra canción del mismo grupo -el más sustancial del compacto- se llama igual que el aria de Wolfram: An den Abendstern (A la estrella vespertina).

En el 250 aniversario de Mozart, es probable que Franz Xaver experimente algún renacimiento en la cauda de su padre. Como siempre, sin embargo, esa gloria será un reflejo. Es triste pensar que esta música, si hubiera sido escrita por cualquier otro compositor, habría quizá permanecido sepultada en los archivos, aun cuando al menos las tres canciones del opus 27 habrían merecido una vida perdurable.

''No es para estremecer la tierra -concede Bonney-, pero es buena música. Por desgracia, para un Mozart 'buena' nunca será suficiente''. Franz Xaver murió en 1884, a la edad de 53 años; ni él ni sus hermanos se casaron o produjeron herederos. El apellido Mozart murió con ellos. En palabras de Byron, que cierran la canción final: ''Mientras mi esperanza se extinguía para siempre, la memoria se volvió eternidad".

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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