Usted está aquí: sábado 21 de enero de 2006 Cultura Poesía y anecdotario para recordar a Alaíde Foppa

A 25 años de su desaparición, sigue la deuda de justicia

Poesía y anecdotario para recordar a Alaíde Foppa

Elogio de mi cuerpo, la obra más notable de la escritora

ARTURO JIMENEZ

En diciembre de 1980, cuando Alaíde Foppa acudió a la casa del pintor José Luis Cuevas a despedirse porque pasaría la Navidad en Guatemala, con su madre, ninguno de los dos imaginó que, como lo acababan de convenir, ya no podrían compartir con otros amigos la cena de fin de año.

La impulsora de la revista Fem y autora de libros como Elogio de mi cuerpo no pudo regresar de su país a México, porque al mediodía del 19 de diciembre, en el centro de la ciudad de Guatemala, fue secuestrada y desaparecida por el régimen militar.

El Foro del Centro Ana María Hernández, en Coyoacán, fue la noche del miércoles el punto donde se entrecruzaron la poesía y el anecdotario en torno de la figura entrañable de Foppa (1914-1980), cuyos dos de sus cinco hijos también fueron asesinados en Guatemala.

En el escenario, Cuevas, Víctor Hugo Rascón Banda, Martha Chapa, Isabel Custodio, Edith Kleiman y Gilda Salinas, autora de Alaíde Foppa, el eco de tu nombre, evocaron la imagen y el trabajo de la intelectual, pero también recordaron que, a 25 años de distancia, no se ha hecho justicia.

El pintor, a quien aquella última vez su amiga le regaló una sillita artesanal guatemalteca, asumió que no es precisamente un feminista, pero eso no obstó para crear una relación cercana con Foppa, quien inclusive escribió el libro biográfico Confesiones de José Luis Cuevas. Alaíde pedía a su amigo viñetas y textos para Fem, y en una ocasión, contra sus convicciones, asistió a una galería donde el artista plástico tatuaba un autorretrato en la piel de varias mujeres.

''Es un acto de humillación, José Luis", le argumentaba Foppa, y Cuevas le comentaba que para él era más bien ''un acto de amor hacia las mujeres mexicanas".

Bella, comprometida y gran poeta

Las intervenciones se intercalaron con lecturas de la poesía de Foppa por Edith Kleiman, actriz. ''Cuánta dulzura guarda mi boca abierta al beso".

Rascón Banda nunca conoció de manera personal a la escritora. Su cercanía le vino de una forma de conocimiento también formidable: la lectura de sus libros.

La primera vez que el dramaturgo escuchó su nombre fue por Elena Urrutia. La segunda, por Fanny Rabel. ''Ambas suspiraban al nombrarla: bella, comprometida, gran poeta".

Alaíde Foppa, una ''fractura" entre México y Guatemala, una ''factura" pendiente para la justicia, refirió de esa poeta de poderosa voz interior, ''que desentraña el universo de las cosas".

Y Rascón Banda pidió que el Fondo de Cultura Económica redite sus libros, y preguntó qué diría ella de las nujeres asesinadas de Juárez. Y Kleiman leyó: ''¡Ah, quién pudiera volverse música y rasgar el aire sin esfuerzo". Y es que ayer Foppa cumplió, una vez más, ese deseo.

 
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