Fidel Castro, ¿nuevo puño de Dios?
Una de las novelas de acción más exitosas de las últimas décadas ha sido El Chacal, de Frederick Forsythe, obra maestra en su género, que narra en sincronía el desarrollo de un proyecto para asesinar al general De Gaulle, presidente entonces de Francia, junto con otro proyecto del Sistema de Seguridad Francés para impedir que el asesinato se realizara. El tema adquiere actualidad ante la pretensión de un simpático investigador alemán de haber resuelto el caso del asesinato del presidente Kennedy, luego de más de 42 años de aquel suceso.
Llama la atención el hecho de que mientras aquel complot fuese descubierto aun antes de su consumación, en el caso Kennedy, el sistema de seguridad y espionaje estadunidense nunca reparara en los sucesos que involucraban al gobierno de Cuba, a Fidel Castro directamente y también al gobierno de México, no obstante que en esos años de la guerra no tan fría, Fidel Castro les resultaba el principal sospechoso, tal como la prensa estadunidense de aquellos días sugería irresponsablemente.
La novela El Chacal mostraba de manera profesional y seria la multitud de recursos con los que cuenta un gobierno como el de Francia o Estados Unidos para proteger a sus presidentes, pero la historia de su autor Forsythe tiene otras facetas que también son relevantes a la luz de la supuesta investigación del caso Kennedy.
Luego de El Chacal, Forsythe escribió otras novelas también exitosas como Los archivos de Odessa, Los perros de la guerra y El cuarto protocolo, todos ellas best-sellers con ventas superiores al medio millón de ejemplares, escritas luego de investigaciones profesionales y minuciosas acerca del funcionamiento de los sistemas de seguridad, del tráfico de armas y de espionaje de los gobiernos europeos, y que llevaban al lector a pensar que lo que estaban leyendo era real.
En la década de los 90, la vida de Forsythe dio un giro que lo convirtió de escritor de novelas en un agente de propaganda criminal al servicio del gobierno estadunidense; un nuevo libro suyo apareció en el mercado, con un éxito impresionante por el tema tratado. El libro titulado El puño de Dios, en referencia a un cañón así bautizado, versaba sobre Irak y su líder Saddam Hussein, a quien se presentaba como el más cruel y despiadado villano y dictador de la historia, superando en sus crímenes al mismísimo Hitler. La Guerra del Golfo estaba recién terminada y el libro se vendió por millones.
En su narración, un ingeniero estadunidense es introducido en Bagdad para investigar la producción de armamentos de los iraquíes, descubriendo de manera milagrosa que éstos están construyendo un cañón gigantesco de varios cientos de metros de longitud, llamado El Puño de Dios, enterrado en las montañas, con capacidad de enviar proyectiles a blancos ubicados a varios miles de kilómetros, incluyendo las ciudades de Estados Unidos. Por otra parte, en la narración el espía descubre que Hussein cuenta también con instalaciones donde construye las cabezas nucleares que habrá de disparar con el cañón. Las instalaciones del programa nuclear están, desde luego, disfrazadas, para aparecer como inocentes fábricas de medicinas o simples mezquitas, pero la inteligencia superior del espía estadunidense lo descubre todo y envía un mensaje al presidente de su nación, para que actúe en consecuencia.
Cuando el gobierno de Bush sacó su historia de las armas de destrucción masiva que tenía Hussein para atacar a sus enemigos, como argumento para invadir Irak y adueñarse de su petróleo, una gran mayoría del pueblo estadunidense sabía que ello era verdad, porque lo habían leído en el libro de Forsythe; ¿qué más pruebas eran necesarias? Viendo las cosas en retrospectiva, me queda claro que el escritor hizo un gran negocio, no sólo por las regalías de su libro, sino por los pagos millonarios del gobierno estadunidense para que lo escribiera.
El hecho de que la "investigación sobre Kennedy" salga a la luz luego de cinco años del gobierno de Bush Jr. es en sí una coincidencia interesante, y si algo señala esta investigación es que los gobernantes estadunidenses están pensando ya en el siguiente blanco para su intervención; después de todo, llevan ya muchos años sin divertirse en Latinoamérica, luego de sus acciones en Dominicana, Chile y Nicaragua, y las playas cubanas tienen para ellos atractivos especiales.