Paola Dada Las tres Margaret Atwood If we are writers, we all have multiples selves Margaret Atwood es una escritora "esquizofrénica" que tiene múltiples personalidades. Leerla implica enfrentarse (o eso parece) a un estilo y temática diferentes. Pero aunque sus libros parezcan totalmente diferentes, en realidad tiene una constante: la definición de uno mismo. Primero está la Atwood feminista, la que protesta, la que tiene un punto de vista inamovible, que se cuestiona las reglas sociales y las lleva a sus últimas consecuencias. Una mujer ¿cómo sabotea o cumple su feminidad? Son algunas de las preocupaciones que plantea en La mujer comestible, libro escrito desde el aquí y el ahora de la presión social: nos definimos a partir de lo que otros nos dicen que somos. Después está la Atwood interior, la de El asesino ciego. Es una mujer que se confronta con otras formas de ser mujer: la que se confronta con la sociedad, la que toma sus propias y dolorosas decisiones, la que sufre por la muerte... Es un libro sobre el pasado: aquello que nos sucedió determina quiénes somos. Y por último, con un protagonista masculino, Atwood analiza la definición de uno mismo a partir del mundo exterior, de las relaciones sociales. Oryx y Cracke es un libro desde el futuro-consecuencia para contarnos, como en un flashback, el futuro-causa: lo que hacemos hoy lo cosecharemos mañana. CANIBALISMO O LA FICCIÓN CONTESTATARIA Publicada en 1969 con perfecto timing, la novela La mujer comestible, escrita cuatro años antes, no es producto de las ideas del movimiento feminista sino de la inquietud personal de la autora que, posteriormente, coincidieron y la convirtieron en un éxito feminista. La historia gira en torno a la desintegración personal de una mujer al cumplir el "sueño" de casarse... ¿No es acaso ése el sueño de toda mujer? Pero ¿es mi sueño? Atwood se atreve a cuestionarse qué es lo que hace mujer a una mujer. Más de treinta años después La mujer comestible es el reflejo de lo poco que puede cambiar la sociedad. En este nuevo siglo, es una muestra de la lentitud social del cambio. La autora no sólo estaba adelantándose a la visión feminista del derecho de elección sino, visto desde el hoy, parece también una respuesta al feminismo radical. Cuando un personaje ve a la protagonista comiéndose un pastel en forma de mujer, le dice: "¿Qué haces? Estás rechazando tu propia feminidad." A través de su personaje, Atwood contesta: "Qué tontería, pero si es sólo un pastel." CEGUERA EMOCIONAL O LA FICCIÓN INTERIORISTA El siguiente paso en la definición de uno mismo está en El asesino ciego (2000). Si la respuesta no está en lo que los otros dicen, ¿entonces a partir de qué nos definimos? En el seno de un monólogo interior, El asesino ciego es una mezcla de estilos narrativos que tejen una historia fragmentada. Una parte es un "testamento" personal que desde el presente escribe la protagonista, evaluándose a través de la memoria traidora. Hay también un narrador que habla de la historia de dos amantes. Es la historia que cuenta el famoso libro, que da título a la novela, escrito por la hermana muerta de la protagonista. Dentro aparece otro relato: el amante cuenta la historia de los asesinos ciegos. También, fiel a su parte crítica y contestataria, Atwood incluye un análisis cuidadoso de las consecuencias que tuvieron las guerras mundiales en la vida social, y hace una crítica velada de ciencia ficción al hablar de un lugar que abusa de las niñas y las sacrifica por el bien social. El asesino ciego es un libro de historias dentro de las historias y son estas experiencias de vida las que van definiendo al personaje. ¿QUÉ PASARÍA SI...? O LA FICCIÓN ESPECULATIVA En Oryx y Cracke Atwood reinicia la búsqueda del Yo a partir de la relación con los otros. Los otros nos definen pero no por lo que dicen, sino porque somos como ellos. La autora elige hacer una utopía negativa a partir de la especulación. ¿Qué pasaría si la investigación y manipulación genética tomaran tanto poder que rigieran el mundo y las relaciones personales y sociales? Hombre de las Nieves, el personaje central, es el último hombre "natural" sobre la Tierra, que recorre los restos de la ciudad mientras se cuestiona qué significa ser humano. Al mismo tiempo, a manera de flashback, cuenta cómo llegó a producirse esa condición caótica. Oryx y Cracke cumple cabalmente con su condición de futuro. Oryx y Cracke, publicada en Canadá en 2003, es la decimoprimera novela publicada de Atwood. Pero a pesar de que habla desde el futuro no es en sí una novela futurista o de ciencia ficción. Todo lo que ahí se describe ya se ha inventado y está en desarrollo, lo que hace que el panorama sea más aterrador. Hay que dejar muy en claro que Oryx y Cracke no es anticiencia. Atwood, nacida en el seno de una familia científica, lo dice así: "La ciencia es una manera de saber y una herramienta y, por lo tanto, puede dársele un buen uso o un mal uso. Es el odio el que destruye las ciudades, no las bombas. Es el deseo, no los ladrillos lo que las reconstruye." Pero, aunque no es anticientífica, Atwood evalúa la típica división occidental entre arte y ciencia como si fueran dos caminos irreconciliables y, además, refleja un profundo desprecio por la actitud que los seres humanos han tomado frente a la naturaleza. "La sociedad humana, aseguraban, era una especie de monstruo, y sus principales subproductos eran los cadáveres y los escombros. Nunca aprendía, siempre repetía los mismos errores estúpidos, siempre escogía los beneficios inmediatos a costa de un sufrimiento a largo plazo." La novela refleja el triunfo de la ciencia sobre la espiritualidad... y, posteriormente, su fracaso. La coincidencia entre estas tres Margaret Atwood, además de su evidente calidad literaria, es el compromiso político y la definición del individuo condicionado por la influencia social. Atwood no quiere dedicarse a dar explicaciones y elige los finales ambiguos para no tomar una postura totalitaria. Su compromiso social y político no es una bandera de consigna sino un estandarte para promover la reflexión. Marca los temas que sabe que el lector está pensando, o por lo menos que debería. |