Usted está aquí: sábado 31 de diciembre de 2005 Política Dólares migrantes: del campo al table dance

Dólares migrantes: del campo al table dance

Zamora, Mich. Marcela trabaja en uno de los table dance preferidos de los migrantes. Sus ingresos no rebasan 600 pesos a diario por "divertir" a los visitantes desde un tubo y, de vez en vez, ingerir alcohol con quien lo solicite.

Esta zamorana no cabe de felicidad porque el calendario marca fin de año, lo que quiere decir que sus ingresos se incrementarán en forma considerable: lo mínimo que logrará obtener, asegura, serán 2 mil pesos cada día.

Los pronósticos de Marcela se basan en el regreso de unos 150 mil michoacanos, que de forma permanente o temporal radican en los estados de California, Indiana, Minnesota, Washington, Illinois, Texas, Oregon y Nevada. Su felicidad no sólo es por los miles de dólares que los migrantes gastarán a manos llenas en el establecimiento donde trabaja; también se debe al regreso de dos novios: Pedro y Julián.

"Son los únicos de todos los hombres con quienes comparto mis sentimientos; ahí hay amor, los otros sólo son dinero", cuenta con una gran sonrisa.

Zamora es una de las ciudades preferidas de los migrantes para la diversión, en especial para la diversión nocturna, escasa para ellos en Estados Unidos.

Su presencia entre diciembre y febrero dispara el consumo hasta en 60 por ciento, según la Cámara Nacional de Comercio. Es fácil identificarlos porque caminan en grupos, visten diferente, se exhiben hablando fuerte, llamando la atención.

De día hacen largas filas en bancos y cajeros automáticos; comen en restaurantes o comparten con amigos cervezas en el centro de la ciudad. Por la noche prefieren los table dance.

Parafernalia migrante

Los migrantes se presentan en bares como hombres ricos y poderosos, aunque no sean ninguna de las dos cosas. Marcela recuerda muchas historias de hombres que regresan después de meses de trabajar en la agricultura, industria, comercio, hoteles y construcción en Estados Unidos.

"Llegan siempre presumiendo su ropa fina comprada en el otro lado, que seguramente estuvo guardada por meses; sus zapatos recién boleados y los dólares que no caben en una cartera.

"Se les conoce de inmediato. Llaman siempre a cuatro o seis muchachas, piden la botella más cara y pagan por bailar como locos. He conocido migrantes que se gastaron en una noche mil dólares, una cantidad que seguramente les costó mucho trabajo ganar allá, y acá la tiran en una noche", platica entre carcajadas.

Lo cierto es que las calles, el comercio, formal e informal, y los centros nocturnos del Bajío reviven, cada año, con el dinero de los migrantes mexicanos.

Juan Balboa

 
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