Usted está aquí: viernes 30 de diciembre de 2005 Estados ''El invitado no llega''

''El invitado no llega''

Ampliar la imagen Miembros de la Armada de M�co protegen a los quelonios que desovan en Oaxaca FOTO Hiram Moreno Foto: Hiram Moreno

Barra de la Cruz, Oax., 29 de diciembre. Para ingresar al centro de protección y conservación de la tortuga marina de Barra de la Cruz es necesario tener acreditación del Centro Mexicano de la Tortuga, y para ver uno de esos ejemplares se requiere además mucha suerte. La depredación humana del medio ambiente está acabando con ellas.

De las nueve de la noche a las seis de la mañana del 17 de diciembre el patrullaje en los más de ocho kilómetros de playa fue infructuoso. Sólo se pudo apreciar el arribo de dos tortugas golfinas.

A la noche siguiente el ánimo era el mismo, aunque ''el invitado no llega'', dijo Raúl Hernández Veraza, uno de los inspectores de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) comisionados en el campamento de Barra de la Cruz.

Subidos en una cuatrimoto junto con Alfredo Antonio Ambrosio, tercer maestre de infantería de marina y comandante de la partida de Barra de la Cruz, la búsqueda se vuelve por momentos dificultosa entre las dunas y el ruido del motor.

A las dos de la mañana del domingo 18 de diciembre El Güero Veraza apaga las luces y el motor al avistar un ejemplar de tortuga laúd que empieza a salir del mar.

Es un espectáculo increíble y muy poco frecuente, pues la laúd prefiere la oscuridad y al sentirse molestada o insegura regresa al mar y no hay forma de parar a un animal de más de 400 kilogramos.

Cuando el gigantesco ejemplar inicia su ritual y empieza a hacer uno de los cuatro o cinco rastros de nido falso para despistar a sus depredadores naturales, el inspector de la Profepa se aleja para avisar a estudiantes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, que realizan su servicio social, para que tomen medidas y muestras de sangre del animal.

En un par de horas el quelonio depositó 68 huevos del tamaño de una pelota de tenis, junto con 71 más pequeños, totalmente infértiles, que también son trasladados a un corral, se depositan en custodia y quedan protegidos de cualquier depredador hasta que, después de 60 días, eclosionan y las crías de tortuga son liberadas en el mar.

A las 4:15 de la madrugada la tortuga de 1.5 metros de largo deja un rastro hacia el mar y en la arena queda enterrada la esperanza de una especie que, sin la protección y la concientización del hombre, estará condenada a desaparecer.

Hiram Moreno, corresponsal

 
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