Usted está aquí: jueves 22 de diciembre de 2005 Opinión ANTROBIOTICA

ANTROBIOTICA

Alonso Ruvalcaba

La última visión de la realidad

Ampliar la imagen Un vitivin�la de la villa Vazisubani, en Georgia, durante una tradicional cosecha FOTO Reuters Foto: Reuters

DIGAMOS EL REQUIESCAT por el año que está pasando (por fin) a largarse entre los muertos. El tiempo nos gasta a nosotros, y es el tiempo el que nos obliga a todo esto. No tenemos mañana ni al rato, o son trabajo y sufrimiento: hay ahora tan sólo o mejor: ahorita, y para gozarlo hay apenas pan y vino, unos versos y acaso un cuerpo joven. Nada más.

MEZCLA DE CARPE diem, de collige, virgo, rosas y de no future, este motivo panificador, erótico y vinícola es antiquísimo. Se da, digamos, en las horas muertas entre batalla y batalla. Por ejemplo, en estos versos de Arquíloco de Paros, hijo de un noble pario y una esclava; él hubo de ganarse la vida, dice García Gual, "como soldado de fortuna" y rehuyó alguna vez el combate: "En la lanza tengo mi pan negro, en la lanza/ mi vino de Ismaro, y bebo apoyado en mi lanza". Se da como un receso para la faena del remo: "Anda, con el copón recorre los bancos de remeros/ de la rauda nave, y destapa las jarras panzudas./ Y escancia el vino rojo hasta el fondo de las heces,/ pues no podremos soportar sobrios esta guardia". Se da en la penosa labor del campo: "Soy el vino, y te hablo desde el fondo de la jícara, oh desheredado: desde mi prisión de vidrio te envío un canto lleno de luz y hermandad; sé cuántas penas, cuánto sudor, cuánto ardor de sol sobre tu espalda es necesario para animarme: no seré ingrato: iluminaré los ojos de tu mujer, daré fuerza y color a tu hijo, afirmaré los músculos de los luchadores; y caeré en ti para que de nuestro amor nazca la poesía, y que se alce hacia Dios como una flor..."

Hay tan sólo dos linajes

PERO, NATURALMENTE, MEJOR se da en la taberna, en la playa y en el jardín. "Siempre he dicho y diré -escribe Cecilio el Napolita- que hay tan sólo dos linajes:/ el que bebe vino y muerde la hogaza, en sus piernas/ aquel muchacho tostado por los soles del Africa,/ y el que vive temeroso de los idus de marzo." Nada más allá: he aquí el instante fugitivo (dura menos que lo que tardas en decir esta palabra: instante). En los jardines de Persia, una palma perezosa apenas movida por el suave viento, una garrafa y al sakí, el jovencito que vierte el vino y la belleza en el jardín, es lo que quiere encerrar Hafiz el Memorioso (nacido en el 1318, en Shiraz) en sus gazales, aquellos poemas breves, sin rima estricta, generalmente de índole erótica: "Que su beldad no cese de crecer, que su mejilla de frescos colores, semejante al tulipán, no deje nunca de alegrar mis ojos; que la visión de su amor, brillante como una estrella, resplandezca cada vez más en tu pensamiento, y que el último día, oh Hafiz, aunque en tus manos tengas aún la copa, puedas, desde la taberna, ser conducido al Paraíso".

LUIS ANTONIO DE Villena, autor de un homenaje sensacional al gran Hafiz (termina así: "Núbil forma de vegetal textura,/ con quien sería hermoso, como en las líneas persas,/ arder de mal de amor en una noche larga,/ en tu mano todo el deseo inmenso/ de quien llevados los dedos a un agua rumorosa/ se ha prometido beber y aún, hermoso cuerpo blanco, no ha bebido"), nota que Hafiz no es tan agrio, tan real ni tan escéptico como el cabroncísimo Omar Kayyam. Este nació en Naishapur, "patria de turquesas y de espadas", en el siglo quinto de la hégira. Dicen que alguna vez le anunció a un discípulo: "Mi sepulcro estará en un paraje sobre el cual el viento del norte desparramará muchas rosas..." Años después, el joven encontró su tumba en un vergel, de cuya pérgola en efecto llovían rosas. Mucho más importantes que su leyenda son sus rubaiyat, composiciones independientes de cuatro líneas con rimas en los versos 1, 2 y 4. Edward Fitzgerald, su traductor, los transformó en un decurso romántico (101 cuartetos) a través del día y de la vida, recorridos en la Yaberna y el jardín. Y, en efecto, no ve sino la Copa y los gritos en la taberna: detrás de ellos no hay nada: no hay tiempo: "Al canto del Gallo (dice en el poema 3), quienes estaban ante la Taberna gritaron: ¡Abre!, ya sabes cuán poco tenemos para quedarnos...", o todo es negro: "La mundanal esperanza que sostiene el corazón de los hombres se vuelve ceniza" (16); quienes vinieron antes de nosotros "han bebido una ronda o dos, y uno por uno se han ido en silencio hacia el descanso" (22); sólo en la Urna está el Secreto de Vida (35); sólo el Vino puede transformar la lógica: el es y el no es, el arriba y el abajo (56); sólo la Uva da vida, y cuando la vida haya muerto en su parra envuélvanme y tiéndanme al lado de un Jardín no solitario (91) y, oh sakí, deja un vaso vacío en mi lugar, entre los otros parroquianos, esparcidos como estrellas (101).

EL AÑO MUERE, pero su muerte es ilusoria: nunca hubo ayer ni lunes próximo ni enero. "Largo tiempo -escribe Semónides de Amorgos- tenemos de estar muertos." Hafiz y Cecilio y Arquíloco y Villena lo supieron. Queda pan negro, vino tinto, versos tal vez, un último poema. Este, por ejemplo, de G. Lara: "Aquí, en la sombra fresca del árbol prometido:/ Hogaza de pan, Omar Khayyam, llena de vino/ la redoma y tu boca de versos naturales,/ y en la Naturaleza se tiende el Paraíso".

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