Usted está aquí: jueves 22 de diciembre de 2005 Cultura En estas fechas

Olga Harmony /I

En estas fechas

Con el riesgo, más que evidente, de repetir lo que escribo por estas fechas, me gustaría referirme a los libros de teatro. Año con año hago un llamamiento a comprarlos y regalarlos, en el entendido de que varios lectores tienen a alguien cercano que ejerce -o estudia- alguna de las ramas del quehacer teatral y que agradecerían sin duda este tipo de obsequio, sin omitir el disfrute que los textos teatrales suponen a todos los afectos a este arte. Algunos de los volúmenes que se me regalaron -y que desde aquí agradezco- tienen fecha editorial del año pasado, pero apenas ahora puedo ocuparme de ellos. Tal sería el caso de Puro teatro, editado por el Fondo de Cultura Económica y en el que la extraordinaria mujer de teatro que es Sabina Berman reunió parte de su obra (Feliz nuevo siglo doktor Freud, Molière, Entre Villa y una mujer desnuda, Muerte súbita, La grieta, En el nombre de Dios, Los dientes, la trilogía El suplicio del placer -El bigote, La casa chica y La pistola- ,y el teatro para niños: El árbol de humo, Caracol y Colibrí y La maravillosa historia del Chiquito Pingüica) como muestra de su versatilidad y su talento.

También del año pasado es un libro que la generosidad de Pablo Moya hizo llegar a mis manos y que no tiene nada que ver con el teatro, pero que resulta un regalo maravilloso: Rodrigo Moya, foto insurrecta, editada por El Milagro y Conaculta. En esa misma línea de coediciones, el consejo y la imprescindible editorial de textos teatrales publicaron este año ocho títulos más de su colección La Centena, que alberga, como siempre, gran variedad de géneros, estilos y generaciones en estas obras estrenadas con éxito: La verdadera venganza del gato Boris, de Maribel Carrasco, una de las más demandadas obras infantiles; Búfalo herido, texto acerca de la corrupción en el boxeo, del sonorense Jorge Celaya; Genesio, de cómico a santo, la exitosa obra cristina del regiomontano Hernán Galindo; La ciruela, una historia de realidades inventadas, escrita por Salvador Lemis, que resultó Premio Nacional de Teatro 1996; Químicos para el amor, la trilogía de Carmina Narro que todavía se escenifica con éxito en diversas cafeterías, ya que fue escrita para esos ámbitos; Las tremendas aventuras de la capitana Gazpacho, o de cómo los elefantes aprendieron a jugar a las canicas, texto del llorado Gerardo Mancebo del Castillo Trejo que ha sido un hito generacional desde su escenificación (un premio de teatro joven lleva el nombre del autor, y la compañía del director Mauricio García Lozano es conocida como El Farfullero, tal como estaba bautizada la balsa de la capitana); No te preocupes, ojos azules, de Sergio Zurita, que une al roquero Kurt Cobain con el espíritu de Frank Sinatra la noche del suicidio del primero; Mutis, el entrañable texto de Elena Guochins que nos dio a conocer a esta autora, en que trata la senilidad y el recuerdo con gran delicadeza. Unidas a Cecut, ambas editoriales presentan La ley del ranchero, de Hugo Salcedo, el muy premiado autor jalisciense asentado en Baja California y que contiene dos textos muy diferentes, con una introducción de Peter Beardsell: el que da título al volumen, en la que se mezcla la brutalidad o la ternura de los amores homosexuales, y la antibélica El olor de la guerra, ambas propuestas muy abiertas dramatúrgicamente y, por tanto, poco convencionales.

Ediciones El Milagro eligió para celebrar su título número 100, esta vez en su colección El apuntador de textos teóricos, El actor invisible, de Yoshi Oida, de quien ya había publicado en 2003 Un actor a la deriva, en la que el maestro japonés hablaba de sus experiencias en tono autobiográfico. Esta vez Yoshi prefiere dar algunas enseñanzas, a veces entremezcladas con anécdotas diversas o con apuntes de las teorías sintoístas, sin olvidar las ideas de Zeami, el creador del teatro noh. Aunque quizá para los actores mexicanos sea difícil asimilar las lecciones -casi todas a partir del propio cuerpo- del japonés, resulta fascinante seguir los procesos que unen a oriente con occidente en este actor, sobre todo porque su colaboradora Lorna Marshall explica, en apartes escritos en letra cursiva, lo referente a la cultura japonesa.

Aunque no se consigan en México, quiero agradecer a Manuel Ulloa el envío de los dos últimos volúmenes de su gran esfuerzo editorial, Le miroir qui fume, al publicar en Francia textos de dramaturgos mexicanos contemporáneos, esta vez Sabina Berman y Luis Enrique Ortiz Monasterio (como antes fueron Ximena Escalante, David Olguín y Cutberto López).

 
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