ANTROBIOTICA
Un lenguaje del sexo
EN CUALQUIER IDIOMA, el lenguaje de la comida es también el del sexo. Panocha, por ejemplo, según los diccionarios, puede ser una mazorquita o un racimo de uvas o un conjunto de tres o más boquerones que se fríen pegados de las colas y otras tantas cosas comestibles. También son órganos femeninos papayas, cerezas, pepitas, panelas; mangos, melones, senos como dos pomelos recién nacidos en el jardín del sol; conchas, chochas y almejas. (Ya habíamos mencionado en esta página, alguna vez, la vagina ostra que viene en Thérèse philosophe, del libertino siglo XVIII, donde un écclesiastique sensuel, luego de un cunnilingus fallido, debe optar por el "humillante recurso de escupir en la ostra que no puede tragar".) Son nalgas los bollos, las tortas, los jamones. Longaniza, chorizo, salchicha, chile, plátano (dominico o macho, según), pepino, salami, peperoni, zucchini; weenie, una salchicha estilo vienés (Wiener), es también un pene; como lo es un taco de cabeza, un camarón, una verdolaga o la verdura en general, un chupirul y hasta un pirulí; los testículos son huevos, nueces, criadillas, cocos, cacahuates, aguacates (más bien al revés: los aguacates son testículos: ahuácatl). El ano, obviamente, es de chocolate o de cajeta.
COMESTIBLE TAMBIEN ES el lenguaje (o, al menos, un lenguaje) que usamos cuando queremos llegar a las caricias: bizcocho, chou: col, pumpkin: calabaza, cupcake: panqué, honey: miel, o bombón le decimos de cariño a una persona del sexo de nuestra preferencia... En un poema del XVI (In secreit place this hyndir nycht) del escocés William Dunbar, una mujer se refiere así a su amante: My belly huddrun, my swete hurle bawsy, / my huny gukkis que significa algo como esto: "tontote mío, mi becerrito lechal, mi pastelito de miel"; en otro, pero de Thomas d'Urfey (1719), de título My Mistress' Cunny (cunny, hermano amable de cunt, está probablemente relacionado también con el latín cunnus y, por tanto, con nuestro coño), está escrito: mi mujer es un panal de abejas en aquel jardín floreado: as under the bee-hive lieth the wax, / and under the wax is honey, cual bajo el panal yace la cera y bajo la cera la miel, so under her waist her belly is placed / -and under that her cunny: el coño como una fuente de miel...
TAMBIEN HAY ACCIONES sumamente culinarias: hide the sausage (esconder el chorizo), tremper le biscuit (sopear la galleta) o su equivalente español: mojar el churro... Hacer la sopa, comer conchas (con o sin chocolate), bajar por los refrescos, eat fur pie o nush, que viene del alemán naschen, que significa, en mexicano, echarse un taco. Y, por supuesto, el más inocente de todos y origen mismo de esta nota: echarse un caldo, cuyo nostálgico sonido va desapareciendo velozmente. En la primaria, hacia 1980, aún lo decíamos, a pesar de que el viejo Diccionario de mejicanismos de Francisco J. Santamaría afirmara que la acepción del caldo como faje estaba caída en completo desuso, y citara este pasaje del todavía más viejo Periquillo (cap. XIV de la primera parte): "Este caldo, ¡alerta, casados y padres de familia que sabéis lo que es el honor!, es el manoseo que tienen (los mozos bailadores o, como les dicen, "útiles") con nuestras hijas y mujeres, las licencias pasan mil veces de las manos a las bocas, convirtiéndose los manoseos claros en ósculos furtivos, que las menos escrupulosas no llevan a mal, y las que se llama prudentes y honradas disimulan y sufren por evitar prudencias." (A propósito, gracias al jefe Arturo Avila por la referencia.) Y, aunque Lizardi recomendaba que "ningún escrúpulo está demás para evitar estos excesos", nuestros caldos no sucedían en jamaicas (bailes desmadrosísimos del XVIII), sino esos elementales cerebros de nueve o 10 años, por supuesto, e incluso en ese espacio privadísimo los pezones se resistían a hacer su ansiada aparición, ya no digamos las vaginas, imposibles, inimaginables tesoros ocultos.
LA COMIDA ES sexo y es dolor, escribe Tony Bourdain, el más caliente de los cocineros, que alguna vez vio, en la parte de atrás del restaurante pocilga en que trabajaba a su jefe, Bobby, "cogiéndose por el culo, escandalosamente, a una novia recién casada, ella inclinada con mucha coquetería sobre un tonel de 40 litros, con el traje blanco remangado por encima de las caderas, él con el delantal por encima de la panza. Los ojos de la novia revoloteaban y se le hundían en las órbitas, en una despedida de soltera improvisada, mientras su nuevo esposo masticaba feliz de la vida callos de hacha bien fritos que nosotros le servíamos, en el comedor... Ese día -concluye- supe por primera vez que quería ser chef". La comida es sexo, repite Bourdain ahora mismo en algún lugar del mundo, ardiendo de razón.