Usted está aquí: jueves 8 de diciembre de 2005 Política ¿Imposiciones?

Octavio Rodríguez Araujo

¿Imposiciones?

La propaganda anti Andrés Manuel López Obrador intentó hacer creer que Marcelo Ebrard era una imposición del primero, inclusive amigos míos de altas calificaciones profesionales así lo pensaron, como también destacados analistas en diversos medios. Pero no estaban en lo correcto, y a algunos se los hice ver: si fuera una imposición ésta no se pondría a prueba en la elección del domingo. Una cosa es que AMLO tuviera preferencias por Ebrard, como Cárdenas las expresó por Jesús Ortega, y otra que la candidatura del finalmente triunfador haya sido una imposición. Las imposiciones no se someten a la voluntad popular en un ambiente democrático, simplemente se imponen como ocurría antes en el PRI, cuando el gobernante saliente escogía a su sucesor para ser ratificado, primero por una asamblea interna y a modo, y luego por los mexicanos en un sistema de partido único o casi único en el que las elecciones eran una farsa.

El hecho de que Cárdenas y López Obrador hayan manifestado sus preferencias por los candidatos del PRD al Gobierno del Distrito Federal puede servir de antecedente para interpretar que un buen número de ciudadanos de esta ciudad avaló, con su voto, al candidato de ese partido al gobierno de la República. Los tiempos de Cuauhtémoc Cárdenas como aspirante a la Presidencia ya terminaron, aunque le costó trabajo entenderlo, a él y a sus publicistas más notorios y nostálgicos. Se espera que ahora, por el bien del partido, hagan causa común con lo que se ha llamado lopezobradorismo, pues éste, en un país donde los líderes todavía cuentan, es una realidad.

La realidad del lopezobradorismo es de tal naturaleza que tanto Madrazo como Calderón, además del gobierno federal, se han dedicado -y seguirán en ello- a bombardear al candidato del PRD y a equipararlo, sin fundamento alguno, con otros líderes de América Latina que para George W. Bush forman parte del eje del mal contra los valores del criminal de la Casa Blanca. Madrazo ya lo dijo en Monterrey al expresarse en favor de las reformas constitucionales propuestas por su partido y que apoyarían el PAN y el PVEM para atar las manos al próximo presidente, sea quien sea (pero especialmente si es López Obrador), en materia de políticas económicas. El pronunciamiento de Roberto Madrazo el domingo pasado en la ciudad industrial de Nuevo León corresponde, sin duda, al sentimiento de derrota que acompaña al tabasqueño priísta, además de la convicción de que las políticas de Salinas-Zedillo-Fox deben continuar (cosa que también piensa Felipe Calderón).

El líder de la Nueva Izquierda en el PRD, que no es nueva ni de izquierda a pesar de haber sido apoyado por ex dirigentes del extinto Partido Comunista Mexicano, perdió en esta ocasión, y la expresión de su rostro en la noche del domingo hace pensar que esperaba triunfar y que sufrió una terrible decepción. Quienes apoyaron desde una supuesta izquierda al senador Ortega no lo hicieron porque pensaran que él es de izquierda (entre gitanos no se leen las manos), sino porque llegaron a la conclusión de que sumando fuerzas ganarían y con esto no dejarían las ventajas de vivir dentro del presupuesto. Los dos candidatos al Gobierno del DF no han sido de izquierda, salvo por comparación con los que presenten el PAN y el PRI en su momento, y esto era y es sabido en los ámbitos de la izquierda partidaria del país. Nadie fue engañado, unos jugaron de un lado y otros del lado contrario, como ocurre casi siempre en cualquier competencia, incluso deportiva.

El reto que tienen enfrente los orteguistas circunstanciales y el mismo Ortega es aceptar la derrota en la importante plaza capitalina y fortalecer con su acción y con lo que representan al partido en el que militan, si acaso es cierto que militan en éste por convicciones y no por despecho u oportunismo, o por antipatías personales manifiestas, por ejemplo, desde antes de la elección de 2000 a la jefatura del gobierno de la ciudad de México.

Alguien diría que las convicciones de muchos se correspondían con lo que era el PRD antes de que López Obrador ganara las simpatías que tiene ahora, pero esto sería una falacia. Los ex comunistas, los ex trotskistas, los ex maoístas, los ex cívicos y demás grupos que ingresaron al PRD abandonando su militancia en la izquierda radical y reformista, según el caso, y que aceptaron por igual a Cuauhtémoc Cárdenas que a Robles Garnica, Muñoz Ledo, López Obrador, Pablo Gómez, Amalia García, Rosario Robles y Leonel Godoy en la dirección de su partido, no pueden argumentar ahora principios y convicciones que conscientemente dejaron al afiliarse a un partido que nació sin documentos y sin organización propiamente dicha.

Para mí, y para muchos con los que he hablado, el PRD no es la opción que nos gustaría en una perspectiva socialista, como tampoco su candidato presidencial, pero sí son, ambos, la mejor opción frente al PAN y Calderón y frente al PRI y Madrazo, como también lo fue Cuauhtémoc Cárdenas en su momento. Y lo mismo puedo decir de Ortega y Ebrard, a quienes apenas conozco y nunca he tratado personalmente. Es lo que hay, y uno tiene que ponderar las ventajas y las desventajas. Si la izquierda socialista no encabeza al PRD es por algo muy claro: porque no ha tenido la capacidad de hacerlo y porque los perredistas en general, los que han elegido a sus dirigentes, no lo han querido hasta ahora.

 
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