Usted está aquí: jueves 8 de diciembre de 2005 Opinión Don Pablo

Luis Hernández Navarro

Don Pablo

Este siete de diciembre se cumplieron 40 años de la aparición de La democracia en México, de Pablo González Casanova. Con sus más de 200 mil copias vendidas y 30 rediciones, el libro es un clásico de las ciencias sociales en México.

El trabajo, que según su autor no es "ni apologético ni escéptico", es referencia indispensable para académicos y políticos. Inaugura líneas de investigación y reflexión sobre la realidad nacional vigentes hoy en día, y establece un momento clave en el desarrollo de las ciencias sociales: el de la plena madurez de las ciencias sociales en México y el fin de los monopolios de los estudios extranjeros sobre el país. Ubica, en la mejor tradición del pensamiento crítico, los grandes problemas nacionales. Ofrece una mirada de conjunto del desarrollo del país y sus instituciones. Anticipa, además, la explosión popular que se produjo tres años después, en 1968.

La tesis central del libro establece que el problema capital de la nación -a pesar del crecimiento económico y la estabilidad política existentes en el momento de su publicación- es el de la ausencia de democracia, y junto a ella el de las demandas no cumplidas de justicia social y la pérdida de soberanía. Alejado de una concepción formal de la democracia considera que ésta "se mide por la participación del pueblo en el ingreso, en la cultura y el poder y todo lo demás es folclor democrático o retórica." A pesar del tiempo transcurrido, ambos puntos de vista siguen siendo parte de la agenda política nacional.

Cuando el libro se publicó por primera ocasión el mundo vivía en la guerra fría y México en el desarrollo estabilizador. El PRI dominaba absolutamente la escena política nacional, y en América Latina se sentía la influencia de la revolución cubana. Los movimientos por la independencia y la democracia sindical entre ferrocarrileros, maestros y petroleros habían sido aplastados cuatro años atrás y el dirigente Rubén Jaramillo asesinado. La economía crecía de manera sostenida y era común encontrar un cierto optimismo en el progreso.

Pero, más allá de La democracia en México, González Casanova es una de las figuras intelectuales más reconocidas de la nueva izquierda que comienza a nacer en América Latina. Esta nueva izquierda es una fuerza política alejada por igual de la socialdemocracia tradicional y del liberalismo social; una corriente forjada al calor de la movilización popular, que lo mismo ha tirado presidentes que frenado privatizaciones.

Esa nueva izquierda orienta su acción sobre la base de un pensamiento fuerte, que no renuncia a llamar a las cosas por su nombre, ni a proclamar que lucha por la emancipación social. Las luchas de los pueblos indígenas por su reconocimiento y autonomía, las protestas de los desempleados, las tomas de predios de los campesinos sin tierra forman parte de ella. Y este pensamiento tiene en González Casanova uno de sus baluartes principales.

Impulsor de iniciativas como la Red Internacional en Defensa de la Humanidad, el grupo Paz con Democracia y la Promotora Nacional contra el Neoliberalismo, González Casanova es también un prolífico analista político de la realidad nacional y el mundo.

Cartógrafo de la política nacional y de las transformaciones planetarias, sus ensayos Neoliberalismo de guerra y pensamiento crítico, México en crisis: ¿qué hacer?, Tres alternativas en una, Los zapatismos del siglo XXI, todos ellos publicados en La Jornada, son muestra de su capacidad para dibujar mapas y rutas en una época de zozobra y grandes convulsiones.

Defensor del zapatismo y de la revolución cubana, integrante de la extinta Comisión Nacional de Intermediación (Conai) en Chiapas, adherente de la otra campaña, tiene en pensadores como Immanuel Wallerstein y Samir Amin sus pares en el campo del atermundismo. No obstante su enorme peso intelectual, González Casanova ha desarrollado una extraordinaria capacidad para escuchar con sencillez y paciencia a los ciudadanos de a pie. Y, al revés, ha logrado algo de lo que muy pocos intelectuales pueden jactarse: hablar a una abigarrada masa de dirigentes sociales y políticos pertenecientes a las más diversas organizaciones, y lograr que lo escuchen en silencio y con interés genuino.

Ex rector universitario, Don Pablo renunció a la dirección del CIICH de la UNAM, como reclamo por el uso de la fuerza pública para "solucionar" el conflicto universitario de 1999. El gesto no ha sido olvidado por una generación de estudiantes que siente más simpatías por Matrix que por Marx, y que se encuentra más cerca musicalmente de la línea huaraches de ante azul que de la de folclorito venceremos. Una generación que lo reconoce y respeta.

A cuarenta años de distancia, La democracia en México sigue siendo un libro de enorme actualidad, y su autor una figura imprescindible.

 
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