ASTILLERO
Felipe Caidón
Primera prueba, no superada
Jaloneos con Diego y Espino
Gobernadores panistas que no ayudan
ES DEMASIADO PRONTO para que tantas cosas se le estén enredando ya a Felipe Calderón. Una breve luna de miel con el segmento ciudadano que creyó encontrar en él al político de mano firme que enfrentara con éxito al lopezobradorismo, ha dado paso a un desencanto fundamentado. La tembeleque reversa asumida en relación con las reformas financieras y tributarias ha confirmado la percepción de que el panista michoacano carece de capacidad para enfrentar el difícil momento político que viven su partido y él como candidato presidencial.
EN POCAS SEMANAS, Calderón ha agudizado su confrontación con Diego Fernández de Cevallos, el influyente jefe de facciones blanquiazules que ni siquiera asistió a su rendición de protesta en el Palacio de los Deportes. El otro flanco de combate está en el comité nacional panista, donde Manuel Espino, comprometido de origen con Santiago Creel y Marta Sahagún, ha estado boicoteando los esfuerzos de un Felipillo que mientras buscaba alianza con el Verde Ecologista escuchaba a Espino despotricar contra ese partido, que no valdría lo que pretendía cobrar. Hay, además, una confrontación permanente entre el equipo de campaña de Calderón y el comité panista de Espino por el control del manejo de los recursos y por el diseño del discurso político del día. En ese esquema de líneas confrontadas se dio el sintomático episodio en que los dirigentes del partido y los de la bancada en San Lázaro convenían con el PRI la segunda versión del desafuero, esta vez en términos financieros y tributarios, mientras el candidato Calderón se atravesaba en el camino para conminar a los diputados blanquiazules a dejar para otro momento ese compromiso.
AYER, PARA CONFIRMAR que en política debe ser apoyado lo que está débil, el comité panista organizó a su abanderado nacional una reunión con los gobernadores blanquiazules (disfrazada de celebración navideña) para que le reiteraran lealtad y compromiso. Llegó la mitad de los convocados (cuatro y medio de nueve, pues el guanajuatense estuvo nada más un rato), pero aunque hubieran asistido todos, el balance no resulta nada satisfactorio para las expectativas felipistas. Los mandatarios del PAN que relevaron a compañeros de su partido mantienen riñas grupales abiertas: en Querétaro, Francisco Garrido Patrón, represivo, encubridor de crímenes cometidos por juniors, pelea con todo contra su antecesor, Ignacio Loyola; Luis Reynoso Femat, de Aguascalientes, entregado a los negocios propios y oficiales (combinación de ambos, el club de futbol Necaxa), lucha con el bachiller Felipe González, quien desde Gobernación federal defiende a su tribu; Juan Carlos Romero Hicks navega contra el interés del Grupo Guanajuato, que quiso imponer sucesor con Javier Usabiaga, y Eugenio Elorduy no tiene gran resistencia interna en Baja California, pero la grisura de su administración y los fantasmas de la corrupción y el narcotráfico le permiten aportar poco a la causa felipista.
LOS DEMAS MANDATARIOS andan en las mismas: del morelense Sergio Estrada Cajigal poco hay que decir que no sea del dominio público: corrupto, encubridor de delincuencia organizada, sostenido en el poder por argucias jurídicas, diario ofensor del pueblo con su pura presencia ilegítima en el poder; Patricio Patrón, frívolo, clasista, metido también en escándalos de corrupción y, con su mal gobierno, constructor apasionado de una estatua reivindicatoria de Víctor Cervera Pacheco (¡habrase visto!); Héctor Ortiz, el priísta que Beatriz Paredes habilitó como panista en Tlaxcala, también gobierna entre el rechazo de propios y extraños; en San Luis Potosí, Marcelo de los Santos repite el esquema foxista de enriquecimientos familiares y maneja el erario como cuenta personal; y en Jalisco, el calderonista Francisco Ramírez Acuña, conocido como O-paco, aparte de afinar su espíritu represivo está enzarzado con el grupo de Alberto Cárdenas Jiménez, el presunto caballo negro que usó la contienda por la candidatura presidencial nada más para reinstalarse en la política tapatía.
EL FLANCO MAS delicado es, sin embargo, el de la relación con el presidente y la señora Marta. Por lo pronto, Calderón ha puesto especial cuidado en subrayar que su esposa estará alejada de reflectores provenientes de la casa presidencial (aunque está abierta la posibilidad de que Margarita Zavala sea postulada al Senado, defendiendo la nueva pareja presidenciable la tesis, cierta, de que la esposa tiene su propia carrera política que, de manera natural, la habría llevado a un nuevo cargo legislativo). Los hermanos de Felipe también han comenzado a anunciar prudencia extrema en caso de que el PAN se mantenga en Los Pinos (comenzando por la actual senadora, Luisa María Calderón, quien se retiraría de la vida pública durante ese sexenio fraterno). Todo ello, más la distancia establecida en relación con el caso de los hijos sahaguncitos, obviamente es visto en las cabañas del amor como lo que realmente es: un temprano deslinde, una crítica adelantada, un apunte de lo que podría venir no sólo con el PRI o el PRD, sino con otro presidente panista.
EN ESE ENTORNO adverso, y atenido a un discurso de presunta firmeza y legalidad, que no resistió la primera prueba, la de las reformas financieras y tributarias, Calderón parece estar perdiendo los puntos de popularidad, ciertos o inflados, que en determinado momento parecieron colocarlo en un empate técnico que, al menos hasta este momento, habría sido mera ilusión óptica o suspiro metodológico de sus impulsores mediáticos.
ASTILLAS: CARRETADAS DE AYUDA lingüística llegaron a este changarro informativo que en entrega anterior había preguntado cómo debe ser llamado aquel político que recula. Pero, por desgracia, el Fideicomiso para la Vigilancia de las Buenas Costumbres ha considerado que las aportaciones de los lectores no deben ser dadas a conocer, por ser demasiado explícitas y malsonantes. Es decir, que este tecleador resultó ¡re huleeeero! ¡Hasta mañana!
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