Usted está aquí: domingo 4 de diciembre de 2005 Opinión Otro impasse en la OMC por los subsidios agrícolas

Editorial

Otro impasse en la OMC por los subsidios agrícolas

Una vez más, el tema de los subsidios agrícolas de los países industrializados ha hecho fracasar una reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Ayer sábado concluyó en Ginebra, Suiza, un encuentro entre los ministros de Economía y Finanzas de los principales bloques negociados dentro de la OMC: uno de ellos, el Grupo de los Siete (G-7, integrado por las naciones más ricas del planeta), y la Unión Europea (UE), se resistieron a reducir los millonarios recursos que año con año otorgan a sus agricultores; por el otro lado, el Grupo de los 20 (G-20, conformado por países emergentes y encabezado por Brasil) puso como condición avanzar en este tema para liberalizar sus sectores industriales y de servicios. Esta coyuntura determinó el fracaso de la cita de Ginebra y deja entrever la posibilidad de que también fracase la importante reunión de Hong Kong, que tendrá lugar el próximo 13 de diciembre.

El encuentro de Hong Kong se plantea tres objetivos primordiales: avanzar en la liberalización del comercio agrícola, en el tema de las exportaciones industriales y en el de servicios, sobre todo financieros y educativos. Pero para lograr estas metas es indispensable llegar a un consenso respecto de los subsidios agrícolas, una situación que no se dio en Ginebra y que ha determinado la ruptura de negociaciones en las citas de la OMC celebradas en Seattle, en 1999, y Cancún, en 2003. Brasil e India aceptaron "dar un paso adelante en las negociaciones de tarifas industriales y de acceso a los servicios", tal y como afirmó el ministro brasileño de Hacienda, Antonio Palocci, pero pusieron como condición que la UE y Estados Unidos progresen en la eliminación de subsidios agrícolas, los cuales ascienden a unos 280 mil millones de dólares al año. De inmediato, Francia, uno de los pilares de la UE, expresó su negativa a reducir las ayudas a sus campesinos. En la práctica, esta postura del G-7 perjudica a los productores agrícolas de las naciones pobres, que compiten en desventaja con las empresas agropecuarias de los países ricos: los europeos pagan a sus productores de azúcar un precio tres veces superior al de la cotización internacional del endulzante, sólo por citar un ejemplo.

Además, esta postura pone en evidencia una doble moral de las naciones industrializadas, que por una parte exigen al resto del mundo abrir sus mercados incondicionalmente, pero por el otro aplican políticas proteccionistas a sectores sensibles para sus sociedades.

Estos factores sugieren que tampoco habrá consensos en la reunión de Hong Kong, por lo que los delegados de la OMC ya adelantan seguir con las discusiones a partir del primer trimestre de 2006 para no poner en riesgo la supervivencia del organismo.

Al respecto, la posición del gobierno de México resulta incongruente, ya que al mismo tiempo que forma parte del G-20 es uno de los más fervientes partidarios del libre comercio total y sin trabas, olvidando el hecho de que la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en enero de 1994, conllevó la devastación de su producción agrícola, por lo que ahora el país importa 25 por ciento de su consumo de maíz ­cuando antes México era autosuficiente y hasta exportaba­, más de un tercio del trigo, nueve de cada 10 kilos de arroz y más de 90 por ciento de la soya. Esta drástica caída ha provocado que miles de familias campesinas estén en la miseria y otras tantas hayan tenido que emigrar, abandonando sus tierras. Por ende, es necesario que el gobierno luche a favor de un equilibrio comercial más justo, poniendo en la agenda del día la recuperación de las medidas de protección para los productores nacionales, las cuales, desafortunadamente, han sido abandonadas.

 
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