Usted está aquí: domingo 4 de diciembre de 2005 Sociedad y Justicia EJE CENTRAL

EJE CENTRAL

Cristina Pacheco

Solos de violín

Johannes Brahms escribió un solo concierto para violín. Hace poco lo interpretó en Bellas Artes la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de Enrique Arturo Diemecke. Actuó como solista Miguel Juvenal Moreno. En su prodigiosa interpretación hubo algo más que virtuosismo: una historia familiar. Me la refiere la mañana en que nos reunimos en el teatro Regina.

Llego a la cita a la hora en que ensaya el Coro de Madrigalistas. Sus voces y la música de una radio entran hasta el estudio K: un espejo, cuatro sillas y sobre el piano la partitura del Concierto No. 2 para violín de David Oistrach: "Lo estoy estudiando ahora -dice el maestro Miguel Juvenal Moreno-. Tardaré cinco o seis meses más en conocerlo a fondo. Es bellísimo. Me gustaría interpretarlo si es que vuelvo a tener la oportunidad de presentarme como solista".

El gran premio

-Al finalizar el concierto de Brahms lo entrevistó el pianista Alberto Cruzprieto. En la conversación se refirió usted a la gran influencia de su padre, el maestro Melesio Moreno.

-El también fue violinista de la sinfónica. A pesar de que tenía experiencia como profesional pasaba muchas horas estudiando en casa. Durante ese tiempo no permitía que hiciéramos ruido ni que lo interrumpiéramos; sin embargo, me armaba de valor, entraba a su cuarto y sentado en una almohadita me ponía a escucharlo arrobado. Mi padre descubrió mi interés por la música y le pidió a un compañero suyo en la Sinfónica Nacional, Richard Moritz, que me diera clases. Cuando empecé mis estudios me anunció: "El día en que llegues a tocar el Concierto en re mayor de Brahms te regalaré mi violín". Por fortuna lo conseguí y, para más satisfacción, tocando en Bellas Artes con el violín de mi padre. En realidad me lo heredó hace muchos años, cuando tuve cierto dominio del instrumento. La primera melodía que logré tocar se llama El chiquillo alegre.

-¿Cuánto tiempo le llevó lograrlo?

-Relativamente poco. Por exigencia de mi padre estudiaba seis horas diarias, cuando un niño debe hacerlo al principio sólo durante quince o veinte minutos. Jamás pensé que pudiera ser de otro modo y nunca intenté rebelarme, ni siquiera cuando veía que mis hermanos se iban al cine o al parque.

-¿Asistía a conciertos?

-Desde muy chico mi padre me llevaba a Bellas Artes y con mucha frecuencia iba con él a sus ensayos con la Sinfónica Nacional o con la del Politécnico. Estas experiencias me motivaron más y acabé entregándome por completo a la música: fue y será siempre mi mundo.

-¿Aspiraba a convertirse en solista?

-No, tal vez porque estaba habituado a ser parte de un equipo muy grande: tengo nueve hermanos y cuatro hermanas. Mi ilusión era integrarme a una orquesta y que me escucharan: ser como una gota en el mar.

El mágico artificio

-Aparte de la música, ¿tuvo otros intereses?

-El deporte. Cuando era niño, mi padre nos compró unos guantes de boxeo y quise hacerme peleador. No lo conseguí y me fui al otro extremo: intenté dedicarme a la danza. Llevado por sus prejuicios mi padre me lo prohibió terminantemente. Después, entre los 16 y los 21 años, hice mucho ejercicio. Hoy lo celebro. Para un músico la condición física es fundamental, porque trabaja con su cuerpo: tiene que hacerlo resistente, moldearlo y a veces hasta sacrificarlo.

"El público supone que la posición en que toca un violinista es muy natural, pero resulta todo lo contrario: el codo debe estar torcido hacia adentro y hay que mantener los brazos estirados hacia delante. El intérprete sostiene el instrumento presionándolo entre la barbilla y la clavícula. No es fácil. Por eso un principiante hace un ejercicio especial: camina mientras sostiene el violín como si ya fuera a tocarlo."

-El violinista genera la música muy cerca de su oído. ¿Cómo la escucha?

-Nunca me habían hecho esta pregunta y no puedo contestarla. El sonido corre. Mientras toco lo oigo por todas partes, me rodea, me envuelve como la lluvia.

Violín principal

-¿Tuvo otras experiencias como solista antes de interpretar el concierto de Brahms?

-Sí, siempre gracias al apoyo del maestro Diemecke. En 2003 toqué el concierto de Mendelssohn y en 2004 el de Beethoven.

-Fue concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional durante más de quince años. ¿Esa experiencia es comparable a la que vivió como solista?

-No, aunque el concertino tenga una función muy destacada dentro de la orquesta. Como violín principal, después de que el primer oboe da la nota la, él es el encargado de afinar a los demás músicos, trabaja directamente con ellos cuando están ya en la sala de conciertos frente al público. Un concertino es la segunda cabeza de la orquesta, pero a cambio de ese privilegio carga con una responsabilidad enorme.

-¿Un concertino llega a ser solista?

-Sí, cuando interpreta los solos de violín escritos en muchas sinfonías. Es algo muy distinto a tocar todo un concierto escrito precisamente para ese instrumento.

-¿Aspira a dirigir una orquesta?

-No tengo las cualidades necesarias. Un director debe ser fuerte de carácter y al mismo tiempo conciliador: no es fácil manejar a los cien o cientoveinte miembros que reúne la orquesta.

"Esto lo comprendí hace muchos años, cuando tocaba en la Orquesta de Cámara de la Escuela Nacional Preparatoria. La dirigía el maestro Humberto Zanolli. En una ocasión se enfermó y quiso que lo sustituyera el resto de la temporada. La primera vez que me paré en el podio me dije: 'No soy director', pero al tercer concierto sentí que además de marcar el compás ya dirigía realmente a los músicos. Un compañero, supongo que por envidia, protestó, me disgusté y peleamos. Hice mal, porque un director debe tener calma y manejar muy bien su mano izquierda."

-¿También un intérprete?

-Para un violinista es muy importante, pero si no posee también una buena mano derecha le resultará muy difícil tocar. La ejecución del violín requiere suavidad y fuerza al mismo tiempo, de la misma manera que el ejecutante debe tener condición física y técnica. En cuanto más conozca y domine la técnica más podrá prolongar su carrera.

"Tenemos ejemplos de intérpretes y directores que mantuvieron su nivel de excelencia cuando ya habían dejado de ser jóvenes. Pienso en Arturo Rubinstein y en Pablo Casals. Es evidente que ellos conocían la técnica, pero además estamos hablando de músicos excepcionales."

Los motivos del virtuoso

-Aunque usted es joven todavía, el 15 de mayo se jubiló de la Orquesta Sinfónica Nacional. Sin embargo, volvió a presentarse como solista.

-Lo hice, aunque reconozco que en mi caso ya es tarde para hacer toda una carrera en esa línea; sin embargo, me gustaría tocar como solista tres o cuatro veces al año, por eso estoy estudiando el concierto de Oistrach. En cuanto a mi jubilación, la firmé por tres motivos. Cuando cumplí 16 años en la sinfónica pensé que me jubilaría al cumplir 30 en la orquesta, y así lo hice. Por otra parte, creo que hay muchos músicos jóvenes que esperan la oportunidad de formar parte de una orquesta. Uno empieza ocupando las sillas de atrás y avanza conforme pasa el tiempo y se desocupan las de adelante. El proceso es lento, a menos que presente un examen de oposición.

-Mencionó tres motivos para jubilarse.

-Pasaron 15 años antes de que pudiera llegar al nivel del concertino. Un día me di cuenta de que empezaba a equivocarme en los acordes. Pensé que era resultado de la falta de concentración y me esforcé para evitar que volviera a suceder. Eso no bastó: me equivoqué de nuevo. Comprendí que mis facultades estaban mermando y decidí concluir mi carrera de concertino.

-A pesar de eso luchó para tocar como solista.

-Sí, porque hay otra motivación y se necesitan otras cualidades. El concertino tiene una responsabilidad muy grande: si se equivoca hace fallar a toda la orquesta. El solista, por más que estudie y se prepare, también puede cometer errores, pero eso lo afecta sólo a él y no a cien o más músicos.

Nuevos tiempos

-Pasó 30 años con la Orquesta Sinfónica. ¿Cambia su relación con la música al alejarse de ella?

-No fue fácil separarme de una orquesta que ha sido mi mundo y significa tanto para mí por la relación que mi padre mantuvo con ella. Eso no altera mi percepción de la música: ha sido mi lenguaje toda la vida. No necesito contar con una orquesta o con el público para disfrutarla. Puedo pasarme ocho o diez horas tocando sólo para mí, quizá porque así lo hacía también mi padre.

-¿Le interesa la música popular?

-Sólo para escucharla; en cambio, con la música clásica me sucede lo contrario: necesito interpretarla, porque cuando lo hago siento que estoy creando algo: belleza.

-¿Le atraen otras manifestaciones artísticas?

-La pintura. La siento muy cercana a la música: también tiene color, forma, luces, sombras y un silencio lleno de sonidos.

 
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