Usted está aquí: domingo 4 de diciembre de 2005 Política El peligro oscuro

Guillermo Almeyra

El peligro oscuro

En la izquierda -tanto en la izquierda política como, desgraciadamente, también en la social- sobreviven los métodos y las concepciones del estalinismo (aunque muchas veces quienes los mantienen no reivindiquen, naturalmente, la figura del funesto Padrecito de los Pueblos). Los dirigentes que pertenecen a esa difundida especie utilizan las pocas migajas de poder, público o privado, de que disponen para reforzarse reuniendo sólo a sus incondicionales y a sus capillas y no a quienes puedan aportar algo a las ideas o al conjunto del movimiento, no aceptan dudas ni críticas constructivas (que para ellos siempre son "estúpidas" o ataques mal velados), sólo se apoyan en los fieles, en los yes-men, en vez de tratar de confrontar propuestas y posiciones, recurren a órdenes y úkases, al decisionismo verticalista, desdeñan la discusión de ideas de largo alcance (sobre la historia del pasado o sobre los posibles escenarios futuros) en nombre de una "eficacia" que cubre la ignorancia y el antintelectualismo.

También están los estalinistas antiestalinistas: un grupo situacionista argentino escribía durante la contracumbre de Mar del Plata que la misma era "una farsa" y Kirchner "un agente de Bush". Otro grupo pintaba el centro de Buenos Aires, en esa ocasión, llamando a Chávez "enemigo del pueblo"; mientras el grupo espartaquista mexicano acusa al EZLN... de buscar una "utópica reforma del capitalismo" por haber emitido su Sexta Declaración que, como se sabe, es anticapitalista. Esa gente cree que es lícito acusar de cualquier cosa, sin tomarse el trabajo de probar nada, y también partir de los prejuicios y no de la realidad de las cosas. Así, por ejemplo, quien esto escribe ha sido acusado en un acto universitario a favor del EZLN y sobre la otra campaña, de ser arrogante (al citar a Marx ¡me habría comparado con éste!) y de "buscar un frente ¡con René Bejarano y con Rosario Robles!" La trayectoria de la gente, su pasado y su presente, lo que realmente dice, no tiene ninguna importancia para el sectario, y cualquier insulto le parece bueno si impide pensar a los demás sobre lo que dice quien, estando en el mismo campo, sin embargo no es un clonado y hace trabajar sus propias neuronas.

Conste que esas características no están sólo en el ambiente universitario, bastante mefítico de por sí, sino también en movimientos revolucionarios de masa, como el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra, cuya dirección -y estamos hablando de lo mejor que existe en la izquierda brasileña- es vertical y decisionista y sufre influencias del pensamiento y la práctica estalinistas (que le llegaron por algunos militantes con ese pasado), que se enlazan con las del fundamentalismo católico (arribado desde las comunidades eclesiales de base). Las intenciones y los esfuerzos sinceramente liberadores de los dirigentes de ese tipo de movimientos no están en cuestión. Pero no habrá verdadera liberación sin trabajar con la emancipación, que no puede ser algo referente solamente a los partidos, la Iglesia o el Estado, sino que involucra también la vital exigencia de no depender más en el futuro de Caudillos, Líderes, Salvadores o dirigentes mesiánicos, para que todos puedan decir sin mentir, como recordaban los obreros italianos en 1969 frente a las direcciones sindicales comunistas, "todos somos delegados".

No faltan, por ejemplo, quienes, entre los infantiles, consideran que el boliviano Evo Morales (odiado por la derecha y el imperialismo, y al que el pueblo, por mayoría, hará presidente dentro de dos semanas en las urnas, porque en las cámaras la derecha tratará de anular esa decisión) no es de izquierda. Importa poco la confusión del candidato en el campo teórico: los que votarán por él no lo harán porque la compartan sino para estatificar gas y petróleo y el agua, para ganar tierras, derechos democráticos, justicia, dignidad. Y se aglutinarán detrás del voto a Evo porque no tienen una herramienta mejor en este momento, no porque sean electoralistas ni reformistas, aunque Evo plantee reformas y no una revolución actualmente imposible, pero que las maniobras de la derecha, de los secesionistas, del imperialismo, podrían preparar a plazo más largo (pero no mucho más largo).

¿Qué sentido tiene, entonces, ignorar la campaña de Evo y apoyar al igualmente confuso pero totalmente aislado Felipe Quispe, autoritario y mesiánico? ¿Por qué no partir del movimiento real de las cosas y, sin compartir las opiniones de Morales, compartir sí la voluntad de quienes quieren hacerlo presidente para abrir el camino a la constituyente que cambie el país? ¿Por qué, después de eso, no tener también en cuenta qué piensa Washington, qué piensa y hace la derecha para ver dónde le aprieta el zapato al enemigo? ¿Los ultras que en Argentina le hacen fuchi a Evo no están ayudando a Bush y a Kirchner, a los que erróneamente ven unidos en otras cosas pero que esta vez, en Bolivia, coinciden realmente en su temor al triunfo del MAS de Evo Morales? ¿Y los indigenistas que no se preocupan por saber qué piensan los indígenas bolivianos ni cómo se manifestaron en las urnas?

Si se quiere una izquierda real, de masas, hay que eliminar el sectarismo y las visiones y métodos estalinistas y trabajar con la gente real, para la gente real y no los Iluminados o Escogidos, buscando comprender sus motivaciones sin compartir sus errores, tendiendo puentes hacia ella a partir de su comprensión actual de los procesos y, sobre todo, de su decisión. Hay que confiar en la gente, interpretarla, darle puntos de apoyo en la lucha común, dearrollando su capacidad de organización y de autoestima.

 
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