El barítono mayor
Resultado de un consenso aplastante, el barítono por excelencia es el maestro alemán Dietrich Fischer-Dieskau, reconocido como el máximo intérprete de los lieder de Schubert. Su grabación de tres ciclos de canciones mahlerianas es un tesoro discográfico y se consigue en la colección Great Recordings of the Century, del sello EMI Classics.
Inicia con las Lieder eines fahrenden Gesellen (Canciones de un caminante) con poemas escritos por el propio Gustav Mahler. A la batuta está otra leyenda: Wilhelm Furtwangler, uno de los cinco mejores directores de toda la historia (los otros cuatro serían Leonard Bernstein, Carlos Kleiber, Sergiu Celibidache y Claudio Abbado, o los que usted prefiera).
El segundo platillo de este banquete de cuatro platos fuertes son precisamente las Kindertotenlieder en la voz suprema de Fischer-Dieskau con la Filarmónica de Berlín, dirigida por Rudolf Kempe. Enseguida suenan cinco canciones del fabuloso ciclo Des Knaben Wunderhorn (El corno mágico del joven) y cinco del ciclo Ruckertlieder, con el acompañamiento al piano de Daniel Barenboim.
Estupendo referente cuando tenemos la oportunidad de escuchar este fin de semana en vivo las Kindertotenlieder con otro barítono, François Le Roux.
Estas canciones, hay que decirlo, están imbuidas de una cierta leyenda un tanto oscura y especulaciones acerca de las experiencias del pasado de Mahler con la muerte (su hermano Ernst murió a los 13 años, cuando Gustav tenía 14) e inclusive de su futuro (su hija Anna murió dos años después de que escribió estas obras), y que por eso escribió esta música.
Por supuesto, ninguna tiene sustento en la realidad. Lo único cierto y evidente en toda la obra mahleriana es que el compositor austriaco logró algo que sólo su paisano Mozart había alcanzado: retratar la naturaleza humana.