Usted está aquí: martes 15 de noviembre de 2005 Opinión México-Venezuela: las formas y el fondo

Editorial

México-Venezuela: las formas y el fondo

Tras la crisis diplomática entre los gobiernos de Vicente Fox y Hugo Chávez es posible percibir dos componentes principales: por una parte, las posturas divergentes de ambos respecto a los procesos de integración económica continental, y por el otro los lamentables excesos verbales a los que ambos mandatarios han llevado tales divergencias.

Es claro que en la pasada cumbre de Mar del Plata los representantes del hemisferio llegaron con posiciones confrontadas. Por una parte, el gobierno anfitrión, además de sus socios del Mercosur y de Venezuela, buscaba apegarse a la agenda del encuentro, dedicada al empleo y el desarrollo, mientras Estados Unidos maniobró para introducir su exigencia ­por medio de México y Panamá­ de avanzar hacia el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), luego de que la propia Casa Blanca, ocupada en su combate al "terrorismo internacional", había descuidado por años el asunto. Los gobernantes del Cono Sur, excepto Chile, manifestaron su decisión de proseguir con el temario original y, con distintos matices, expresaron sus desacuerdos con un modelo de integración comercial injusto ­porque pone a competir en pie de igualdad a economías abismalmente asimétricas­ y señalaron la pertinencia de esperar los resultados de la próxima ronda internacional de negociaciones sobre subsidios antes de dar su aquiescencia al ALCA.

No puede omitirse el hecho de que la cautela de Néstor Kirchner, Luis Inazio Lula da Silva, Tabaré Vázquez y Hugo Chávez ante la demanda estadunidense pasa por la observación de los desastres económicos, sociales y humanos causados en nuestro país, particularmente en el agro, por una década de libre comercio desigual con Estados Unidos. No debe dejarse de lado tampoco la manera inaceptable en que el gobierno mexicano se dejó utilizar por Washington como punta de lanza del ALCA: fue la representación mexicana, a fin de cuentas, no la estadunidense, la que acabó cargando con los costos diplomáticos del desencuentro.

A ese papel lamentable desempeñado por Fox en la reunión cumbre debe agregarse la torpeza presidencial: todavía en Mar del Plata se refirió en términos inadecuados a Chávez y su activismo altermundista, y luego lanzó acusaciones sin sentido contra el mandatario argentino. La tensión entre México y Buenos Aires pudo superarse tras algunas declaraciones destempladas, pero ante Caracas la crisis ha llegado mucho más hondo. Y cabe decir, en este punto, que la diferencia entre una situación y otra fue marcada, en buena medida, por la desafortunadísima virulencia verbal tanto de Fox como de Chávez. Las diferencias en materia de integración comercial podrían ser susceptibles de acuerdo o no, pero no tendrían que implicar, en todo caso, una crisis bilateral de la magnitud de la presente, de no ser por la carencia de aptitudes diplomáticas de ambos mandatarios. En el caso del sudamericano, son célebres los encontronazos que ha generado su incontinencia verbal, como el que protagonizaron recientemente Santiago y Caracas por la afirmación de Chávez de que le gustaría "bañarse en una playa boliviana".

En el caso de nuestro país esa carencia no es sólo una característica personal del propio Fox, sino también uno de los rasgos más catastróficos de su gobierno. En el sexenio en curso la posición de México en el mundo se ha degradado de manera inaceptable. Existe la percepción de que los cancilleres del foxismo ­Jorge G. Castañeda y Luis Ernesto Derbez­ han actuado más en función de los intereses estadunidenses que de los mexicanos, y la tradición diplomática del país ha sido sistemáticamente demolida por funcionarios inexpertos y por la falta de rumbo que, en general, evidencia el grupo gobernante. El año antepasado todos esos factores se conjuntaron para deteriorar, casi al punto de la ruptura, las relaciones con Cuba, y ahora se suscitan crisis injustificables con Argentina y con Venezuela. A estas alturas puede afirmarse con certeza que el gobierno que suceda al actual tendrá ante sí una vasta tarea de reconstrucción de las relaciones exteriores del país.

Finalmente, resulta indignante e inaceptable que las reacciones temperamentales e indebidas de dos mandatarios pongan en riesgo un vínculo bilateral tradicionalmente cordial y fraterno, como ha sido el que existe entre México y Venezuela, y que los exabruptos de ambos presidentes pongan en riesgo el conjunto de intereses históricos, culturales, estratégicos, comerciales y energéticos comunes, que se haga peligrar el funcionamiento del Pacto de San José ­fundamental para el abasto petrolero de varios países centroamericanos y caribeños­ y que se siembren, en forma tan irresponsable y frívola como se ha visto, semillas de encono entre dos pueblos hermanos.

 
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