Usted está aquí: lunes 14 de noviembre de 2005 Cultura El francés Sylvain Gasançon ganó el premio de dirección Eduardo Mata

Se impuso por su profunda musicalidad y su batuta poderosa y diestra

El francés Sylvain Gasançon ganó el premio de dirección Eduardo Mata

Para el concierto final, obras de Joaquín Gutiérrez, Dvorak y Chaikovski

PABLO ESPINOSA

Ampliar la imagen La mahleriana expresi�e Sylvain Gasan�on FOTO Roberto Garc�Ortiz Foto: Roberto Garc�Ortiz

Una mano izquierda poderosa, una expresión mahleriana de aparente desconexión del mundo, una profunda musicalidad y una batuta diestra y avasalladora dieron al joven francés Sylvain Gasançon a sus 25 años de edad el Premio Internacional Eduardo Mata de Dirección de Orquesta, anoche en la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl.

Dejó tendidos en la arena (es un decir, más bien en la duela) al chino-austriaco Ching-Ming Lu y al español Carlos Domínguez-Nieto, los otros dos finalistas.

La sesión final ocurrió la tarde de este domingo cuando estos tres muchachos emprendieron una partitura portentosa del compositor mexicano Joaquín Gutiérrez Heras y de acuerdo con el destino que marcó un sorteo, cada uno de ellos dirigió a la Orquesta Filarmónica de la UNAM en obras de repertorio del siglo XIX.

Aparecieron en este orden: primero el español, luego el chino-austriaco y finalmente el francés (como en los chistes, aunque el mexicano aquí era mexicana, Alondra de la Parra, y quedó descalificada en la primera ronda, el martes pasado).

Carlos Domínguez-Nieto mostró seguridad en la obra de Gutiérrez Heras pero a su vez se mostró dubitativo en los primeros dos movimientos de la Novena Sinfonía de Dvorak, sin expresividad, imaginación, ideas.

El segundo en la fase final fue el francés Sylvain Gasançon, quien hizo sonar la misma obra, la de Gutiérrez Heras, de una manera maravillosa. Hizo lucir todo el esplendor de esta partitura de grandes dimensiones estéticas. Los primeros dos movimientos de la Segunda Sinfonía de Schumann sonaron en su cabal musicalidad, en una ejecución preñada de ideas, propuestas, imaginación, dominio de las dinámicas y el balance orquestal. Excelencia.

Ching-Ming Lu, el último en la fila, hizo sonar la misma obra, la de Gutiérrez Heras, diferente, sobria y con el primer movimiento de la Quinta Sinfonía de Chaikovski logró momentos apasionados, de sonido poderoso.

Luego de su deliberación final, el jurado decidió por el joven francés, ante la aprobación del numeroso público que pobló las butacas con júbilo, entusiasmo y una suerte de glosa de la poesía de Mick Jagger: una simpatía por el débil (traducción apócrifa de Symphaty for the Devil, je) debido a la apariencia desvalida del jovencito Gasançon, cuya canción resultó ser en realidad poderosísima.

Se llevó diez mil dólares y la simpatía de todo el público que le pidió unas palabras, él se excusó en inglés por no hablar español pero ante la insistencia de que hablara en francés, llenó la sala con cuatro palabras: je suis tres heureux.

Todos nos percatamos que el más heureux, el más feliz era Eduardo Mata, quien todo lo vio y lo escuchó, como lo corroboró su hija, Pilar Mata y sus amigos, Nacho Toscano, Sergio Vela y Gerardo Estrada, el primero ideador y los segundos culminadores de este proyecto espléndido que hace de México un país mejor y a sus habitantes, lo dijeron ellos tres, mejores personas.

 
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