Usted está aquí: lunes 14 de noviembre de 2005 Opinión 10 menos 2 no son 8: Pitágoras, Pilatos

Armando Labra M.

10 menos 2 no son 8: Pitágoras, Pilatos

En un lugar de Chiapas del cual no quiero acordarme, se suscitó un curioso triálogo entre la más alta, digamos elevada, autoridad gubernamental en materia de educación superior, un eminente economista y el humilde personaje que esto escribe.

Se me pidió ayuda para disipar una versión aviesa que corre por ahí en el sentido de que, habiendo 10 millones de jóvenes mexicanos entre 19 y 23 años, el hecho de que 2.3 millones estén inscritos en universidades públicas o privadas no quiere decir que la diferencia sea desatendida por el sistema de educación superior. ¿Por qué? Porque se trata, dijeron los dos ilustres, de jóvenes que han desertado del sistema educativo y algunos nunca quisieron seguir estudiando.

Esgrimí mis cifras ahí mismo, las cuales, una vez checadas, ahora repito y amplío. En efecto, con base en datos de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y del Consejo Nacional de Población (Conapo), la población de mexicanos entre 19 y 23 años suma 10.3 millones de personas, de los cuales 2.3 millones (100 mil más si incluimos las escuelas Normales) están inscritos en alguna institución superior, a nivel licenciatura. Y ahí no hay de otra: 8 millones están fuera, y no sólo afuera de la educación superior, sino de todo el sistema educativo, pero ¿dónde se encuentran entonces?

Según la Encuesta Nacional de la Juventud levantada por la SEP y el Instituto Mexicano de la Juventud hace cinco años, ya entonces 70 por ciento de los jóvenes en ese rango de edad trabajaban o hubieran querido estudiar, pero por alguna razón no pudo. Se infiere que 10 por ciento no querían estudiar y tampoco encontraban trabajo.

Las estadísticas muestran que actualmente, de 8 millones de jóvenes -ni modo, Pitágoras necea y no están en el sistema educativo-, 5.6 millones trabajan y el resto, 2.4 millones, están en las calles, de los cuales 47 por ciento dejaron de estudiar cuando tenían precisamente entre 15 y 19 años, es decir, saliendo de las prepas. No pudieron o no quisieron seguir estudiando. Esos datos concuerdan con el crecimiento anual de la fuerza laboral en más de 1.2 millones de jóvenes, para los cuales se han creado sólo medio millón de plazas en todo el sexenio y no nada más para los jóvenes, sino para todos. Fallan el sistema educativo y el sistema económico y, entre ambos, explican por qué 10 menos 2 siguen siendo 8 los millones de jóvenes no únicamente fuera de la educación, sino también de la economía porque, cuando menos hoy, 2.4 millones carecen de empleo. Están en las calles y ése es el verdadero problema: la falta de oportunidades que el sistema en su conjunto les niega.

Esto ciertamente pudiera no ser asunto sólo de las autoridades responsables de la educación superior, pero indudablemente lo es de la política educativa y de los culpables de la política económica. En efecto, se trata no de un asunto burocrático de la SEP, sino, como bien dijo el elevado funcionario, "de las políticas públicas". Y es cierto. Pero finalmente, y por lo visto, no sólo Pitágoras: Pilatos también hace su oficio.

Yo ignoro si la complicidad crea culpables, pero el hecho es que si observamos las estadísticas de los últimos 30 años producidas por el sistema de análisis de la estadística educativa de la SEP vemos claramente que hace 25 años la proporción de egresados de las prepas absorbidos por las universidades era de 98.6 por ciento, de 95 por ciento hace una década y de 82.5 por ciento este año. La tendencia es clara y la política deliberada. Con tal desatención es claro, según afirmó recientemente el eminente economista José Blanco en su columna de este diario, que no se podrá cumplir la meta sexenal de lograr una cobertura de 28 por ciento del grupo de edad correspondiente.

Para que usted y no sólo los trialoguistas nos arroguemos alguna conclusión: hoy en México la cobertura de los 10 millones de jóvenes en edad escolar matriculados en alguna institución de educación superior es de 23 por ciento. Conforme datos de la UNESCO para 2002 publicados este año, en Argentina esa cobertura es de 60 por ciento (comparación odiosa que en mucho explica los ninguneos de Kirchner a Fox en la Cumbre de las Américas), de 40 por ciento en Venezuela, de 45 por ciento en Chile, 37 por ciento en Uruguay y de 23 por ciento en Paraguay y Colombia, por ejemplos. Con una matrícula universitaria en número similar a la nuestra, la cobertura es de 51 por ciento en Alemania, 58 por ciento en Canadá, 62 por ciento en España, 56 por ciento en Francia, 57 por ciento en Italia, 60 por ciento en Polonia, 64 por ciento en Inglaterra y 28 por ciento en Turquía.

Al momento de escribir estas líneas los diputados mexicanos debatían reducir o no de 18 a 15 mil millones de pesos el incremento al proyecto de presupuesto educativo del gobierno foxista, que significa 17 por ciento menos en el monto del subsidio a las universidades públicas, con reducciones mayores a 30 por ciento a las universidades más pobres de México. Ahí queda pitagóricamente plasmada la falsa prioridad que se dice conferir a la educación y la esencia de esas políticas públicas que impiden a millones de jóvenes mexicanos creer en su país, porque los gobiernos se lavan las manos y les niegan aulas, empleos y un futuro digno, legal y estable.

 
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